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Inmediatamente presioné la opción para hacer videollamada. Esta vez, cuando contestó, ya no estaba enfocando al techo, sino a su cara, pero tenía los ojos cubiertos por las mangas de su sweater. ¿Estaba llorando?

—¿Arya? —la nombré, y cuando me miró confirmé mis sospechas. Sus ojos estaban brillosos y colorados, al igual que su nariz. De forma repentina, me estremecí, y no entendí por qué. Al principio pensé "es solo una chica llorando", pero instantáneamente me contradije. No era solo una chica. Era Arya. Mi Arya. —¿Qué pasa? —insistí y me acomodé sobre la cama, recostando mi espalda contra el respaldo. Seungkwan, que estaba recostado a los pies, me miró preocupado.

—Perdón, Min. Estoy muy triste.

—Ya, tranquila. Estoy acá para escucharte. Aprovechá y descargate conmigo.

En ese instante, como si hubiera presionado un interruptor, comenzó a llorar aún más fuerte. Sentí un calor recorrer toda mi espalda. Si hubiera podido, habría atravesado la pantalla y la habría envuelto en un abrazo para consolarla. Me ponía nervioso verla así. Me desesperaba. Estaba sola en su habitación, y yo solo podía mantenerme en la mía, sentado con cara de poker, esperando a que terminara. Ni siquiera podía tocarla o secar sus lágrimas.

Alejé mi mirada de la pantalla. No aguantaba más verla así. Sentía que en cualquier momento me pondría a llorar como ella. Cuando vi a Seungkwan, él me observaba con una expresión entre susto y confusión, al igual que Mingyu, que había entrado a mi cuarto con un café. Con un gesto de cabeza les ordené a ambos que se ocuparan de sus asuntos.

Unos segundos después, ella logró tranquilizarse, secándose las lágrimas con las mangas de su abrigo.

—Perdón, sé que no llamaste para verme llorar —dijo entre sollozos, y yo solo me limité a sonreír.

—Hasta llorando te ves hermosa —se me escapó, e inmediatamente quise cortarme las cuerdas vocales. ¿Por qué mierda había dicho eso?

Mingyu soltó una risa disimulada, y Arya frunció el ceño.

—¿Estás con alguien? Podemos hablar en otro momento.

Mierda.

—Eh, no, no. Estoy solo —mentí, y como pude, me saqué la zapatilla y se la arrojé a mi amigo para que se callara—. Podés contarme lo que quieras.

Asentí levemente con la cabeza y le dediqué una sonrisa. Ella me la devolvió, pero sus ojos continuaban tristes. ¿Qué podía hacer para levantarle el ánimo?

—Siento como si el mundo se me hubiera venido abajo en dos días —comenzó sin mirarme. Tenía su barbilla apoyada sobre su mano, y sus ojos miraban a lo que supuse que era su ventana. Por mi parte, no podía quitarle los ojos de encima—. Lo primero que pasó fue que me mandaron a rehacer un proyecto completo.

—¿El de la camisa que me había gustado? —pregunté, y ella negó.

—Este era sobre un video musical ambientado en la edad media. Teníamos que confeccionar algunos vestidos en grupos de a dos, y lo arruiné, Min. No rematé las costuras y comenzaron a abrirse a mitad de la presentación. Fue un error tan tonto pero que nos costó muy caro, y ahora Vernon me odia por no haber prestado atención a eso. Pero si supiera... —sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

—Tranquila, respira profundo. Tomate tu tiempo para contarme todo.

—Tuvimos una discusión horrible y ahora tengo que hacerlo todo de nuevo. No va a ayudarme porque dice que él sí hizo su parte del proyecto.

Imbécil. ¿Qué clase de amigo era? Definitivamente uno que no la merecía.

—¿Hasta cuándo tenés tiempo para hacerlo? —pregunté reacomodando mi trasero sobre mi almohada.

Love Letter {Lee Seokmin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora