La ansiedad me estaba matando y un claro signo de eso era que el cuerpo entero me temblaba como si estuviera completamente desnudo en pleno invierno. Cuando propuse la idea de la videollamada no me imaginé que llegaría a sentirme así minutos antes de que sucediera, y por más que tenía muchas ganas de cancelarla, de escribirle y decirle que había surgido algo a último momento, de fingir que me había quedado dormido o inventar cualquier excusa, estaba dispuesto a soportarlo más que nada porque mis ganas de verla superaban mi miedo a que todo saliera mal.
Miré el reloj. Ya casi era hora, y en cierta forma, sentía que yo era el único que estaba despierto, esperando a que algo sucediera. Me hice con la idea de que era yo quien tenía que iniciar la llamada, así que tomé el celular y busqué su número apenas pudiendo controlar el temblor de mi mano.
Respiré profundo cuando inició. Ella todavía no aparecía en mi pantalla pero sabía que era cuestión de segundos. Sin embargo, cuando contestó, lo único que pude ver fue el techo de lo que supuse era su habitación. Miré a la pantalla con el ceño levemente fruncido, buscándola, pero seguía sin aparecer. Y entonces me asusté. ¿Y si me había visto pero yo no le había gustado? ¿Y si yo no era como ella esperaba? Deseché la idea rápidamente. Ella ya me conocía, me había visto en fotos y aun así había aceptado hacer esto.
—Qué techo más lindo —dije armándome de valor. Tuve que hacer un esfuerzo para que no me temblara la voz, pero se escuchó bien. Me escuché bien. Fuerte y claro—. ¿Estás ahí? —pregunté luego de unos segundos de silencio y se me escapó una risita nerviosa.
Entonces vi cómo su frente aparecía por la parte inferior de la pantalla.
—Acá estoy —respondió, y me di cuenta de que todas las veces que había imaginado su voz ahora no valían nada, porque se escuchaba totalmente diferente. Era cálida, amigable, y me hizo sentir que todo estaba bien, que estaba hablando con alguien a quien conocía hace años.
En su rostro se dibujó una sonrisa cuando me vio, y de repente, todos mis miedos se disiparon al hacer contacto visual con ella.
—Hola, Arya —la saludé con una sonrisa tratando de sonar relajado.
—Hola, Seokmin —su voz levemente temblorosa me indicó que ella se estaba sintiendo igual que yo y eso me hizo entender por qué había tardado tanto en aparecer frente a la cámara.
—¿Nerviosa? —le pregunté.
—Un poco —la forma en la que abrió los ojos al hablar me pareció adorable.
Entonces levanté la mano temblorosa frente a la cámara y se la mostré. Sí, todavía temblaba, y pensé que sería una buena forma de ayudarla a relajarse y ayudarme a mí mismo también.
Las personas tienen cierta licencia para ser ridículas cuando están nerviosos, y me fue muy útil jugar con esa idea. Pensaba que, más adelante, recordaríamos nuestra primera conversación muertos de risa.
—Somos dos.
Estaba comenzando a sentirme a gusto, a pesar de que mi cuerpo todavía se mantenía bastante tenso. Mientras me acomodaba sobre mi asiento, le dije:
—Tu cuarto se ve genial.
Y entonces tomó su teléfono con ambas manos, cosa que comprobé porque la imagen tembló.
—Esperá, te lo muestro completo.
Puso la cámara trasera y comenzó a caminar alrededor encendiendo luces a su paso y mostrándome las diferentes cosas que tenía. Todo estaba bastante ordenado, a diferencia del mío, en el que había papeles y ropa tirados por todos lados.
—Ignora esta parte —dijo señalando una mesa donde tenía algunas telas dobladas—. Y esta es la vista de mi ventana.
Luego volvió a poner su cámara frontal y a dejar el teléfono quieto.
—¿No te parece loco que no te conozca en persona pero ya sepa cómo es tu cuarto? —le mostré una sonrisa cuando vi su cara. Sus ojos me cautivaban, parecían estar dibujados a la perfección, y noté que tenía un lunar debajo de uno de estos.
Ella rio al escucharme, y dijo:
—Te estoy dejando ver una parte mía que casi nadie conoce.
—Me siento especial.
—Para mí lo sos.
Ambos nos quedamos mirándonos el uno al otro, sin decir nada, y con una sonrisa tonta en el rostro. De todas formas, no era un silencio incómodo. Era un silencio de esos en los que no es necesario decir nada. Sus ojos negros conectaron con los míos y sentí como si el mundo alrededor se detuviera y solo existiéramos nosotros dos. ¿Cómo lograba hacerlo?
Arya se veía mucho mejor que en las fotos, o quizás era porque se había arreglado especialmente para ese momento, al igual que yo. Independientemente de eso, me sorprendió encontrarme a mí mismo embelesado por su apariencia. Yo no solía ponerme nervioso, pero ella sonreía y lo conseguía.
Luego de unos minutos de silencio, bajó la mirada, quizás avergonzada, y apenas pude ver una sonrisa.
—Te juro que estuve todo el día pensando en temas de conversación para no quedarnos callados, pero ahora no puedo recordar ninguno —se dio un golpecito en la cabeza.
—¿Te molesta? —pregunté.
—¿Qué cosa?
—Que nos quedemos callados.
—Es que me gusta tu voz —respondió de inmediato con total naturalidad, pero me hizo sentir que mi estómago se estrujaba como un trapo de piso. Bueno, yo podía decir lo mismo de la suya.
—Muy bien. Contame sobre tu día. ¿Qué hiciste de interesante? —me preguntó de repente.
Sabía que podríamos sacar algún tema de conversación con eso.
—Vino Jihoon a casa —comencé a contar mirando hacia un costado como si intentara recordarlo, pero rápidamente paré en seco—. Ah, esperá, no sabés quién es.
—Es uno de tu grupo de amigos, ¿no? Luego me mostrás una foto.
—Ni lo sueñes. Te vas a enamorar de él y me vas a olvidar —dije haciendo un puchero.
—Tenés una obsesión con que me enamore de tus amigos y te olvide, pero eso no va a pasar nunca, Seokmin.
No pude contener la sonrisa que se me dibujó en el rostro cuando la escuché.
—Bueno...—dije a duras penas— Escribimos una canción.
—Cantala —pidió apoyando su mentón sobre la mano, y yo usé las mías para negar su petición.
—No está terminada, pero quizás tengas suerte más adelante.
—Bueno, muero por escucharla cuando esté lista.
—Lo prometo —dije poniendo mi dedo meñique contra la cámara como si fuera un intento de sellar mi promesa, y ella hizo lo mismo.
En ese punto, ya no sentía nervios, ni me preocupaba por verme bien, mucho menos por caerle bien, porque la llamada terminó fluyendo como si lo hiciéramos todos los días. Solo me importaba mirar su cara y memorizar cada una de sus facciones por si no podíamos repetirlo tan seguido. Me gustaba la forma en que me escuchaba con atención y asentía a cada rato. También la forma en la que le caía el cabello sobre la cara cada vez que bajaba la cabeza para reír. No tardé en notar que tenía un gesto característico de morderse el dedo medio mientras me escuchaba, lo hacía bastante seguido. Pero lo que más me gustaba era su expresión pensativa y la forma en que miraba hacia los costados cuando intentaba recordar algo.
—Uh, es de mis platos preferidos —dijo cuando le conté lo que había preparado para la cena—, y si le pones salsa de...
De repente, escuché unos golpes que venían de donde ella estaba. Inmediatamente se quedó callada y abrió los ojos en una expresión de lo que parecía... ¿miedo?
Una voz masculina le dijo algo, pero no pude distinguir qué era. Lo que sí pude distinguir fue la forma preocupada en la que frunció el ceño, y cuando intenté preguntar qué estaba pasando, la llamada se cortó.
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Love Letter {Lee Seokmin}
ספרות חובביםDos años después de publicar sus datos en una página de PenPals en internet, Lee Seokmin recibe una carta inesperada. Luego de dudar demasiado, y tras ceder ante la presión de su propia consciencia, decide contestar enviando otra carta. Lo que no im...