Prefacio

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Hace algún tiempo me sumergí en la fascinante narrativa de "Una Pechá de Almas" de MartiQueta, un cuento que exploraba una resolución única ante el miedo

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Hace algún tiempo me sumergí en la fascinante narrativa de "Una Pechá de Almas" de MartiQueta, un cuento que exploraba una resolución única ante el miedo. La frase resonante de la autora, "Cuando perteneces al mundo de los muertos pierdes la capacidad de sentir temor, pues nuestros miedos están basados en el dolor y la muerte...", desencadenó en mí una profunda reflexión y fascinación.

Esta cavilación me recordó a una prosa que había escrito años atrás sobre Antoni Gaudí, el genio arquitectónico de la época modernista:

La muerte está provista de las mejores armas para usar frente a la vida, sin ningún tipo de distinción alguna. La edad, el género y cualquier característica física existente, son completamente nada para ella, pues sólo tiene un objetivo: regresar al estadio primitivo de todo ser, el polvo.

En aquella ocasión, como es evidente, contemplé cómo la muerte, indiferente a nosotros, solo tiene un propósito inmutable: reducirnos a la nada.

Al menos, el tiempo era la única cosa a la que la muerte le tenía seguridad y respeto, pues su recorrido se traducía en paciencia. Era esta la causa por la que muchos tenían momentos más largos que otros, pero al final, terminaba cobrando lo que le correspondía como un derecho. No le importan tus proyectos, tus objetivos, tus planes y tu fama. Mucho menos está a la espera de que la entiendas, solo se detiene para observarte y esperar con cautela, como un vil gato ante una presa. Se arroja sobre esta sin miramientos y sin cuestionamientos.

El tiempo, un elemento que con paciencia se mueve arrastra de nosotros mismos, a pesar de la longitud variable en nuestros momentos, todos sucumbimos ante él al final. No le importan nuestras aspiraciones, logros o reconocimientos. Se cierne sobre nosotros con la inevitabilidad de un depredador, implacable e indiferente.

Antoni Gaudi, gran prodigio de la época y considerado como uno de los exponentes más ejemplares, a través de la historia había podido formar con ímpetu la disciplina de su vida como si de una poesía se tratara, se ocupó en cada una de sus obras a través de la raíz de su propio pasado como el mejor maestro, con inspiración y éxito para dejar un impacto social que perdurara en el tiempo, como el mismísimo arte.

Gaudí, el visionario arquitecto cuya vida fue una poesía plasmada en estructuras impresionantes, nunca imaginó que la muerte reclamaría su vida sin analizar sus contribuciones al arte y la sociedad. Solo vio a un ser humano, un individuo destinado a regresar al origen de su existencia, disolviéndose en la nada.

Pero jamás llegó a pensar y a creer que el umbral entre la vida y la muerte se encontraba en la hermosa España, específicamente en la Gran Vía de las Cortes Catalanas, entre las calles Gerona y Bailén, dónde al querer cumplir ante su inquisición religiosa llegó el final de su historia.

En plena oscuridad de la noche, la muerte surgió como relámpago hacia una vida cobrar. No miró su pasado, ni sus arquitecturas, solo vio a un vil humano al cual reclamar, con el fin de hacerlo volver al génesis de su creación, dando un nuevo concepto a la vida y a su valía por su propia actuación.

Por eso, la vida, como la niebla es comparable, al igual que a los rieles de un tranvía en el camino a seguir; siendo el hombre el tren de esa vía y siendo así la muerte el periodo histórico a cumplir, donde lo moderno deja de ser nuevo y lo viejo parece traer consigo el inminente olvido, una antesala para la extinción y la nada.

Sin embargo, descubrimos que hay formas de burlar la muerte. Hay maneras de que esta sufra horrores, y Gaudí la encontró. No solo fue conocido por su historia, sino por el impacto que causó en la revolución de nuestra historia. Desafió a la muerte al trascender su propia vida a través de su arte. Al punto de llegar a permanecer en el tiempo, convirtiéndose en un legado que algunos buscan alcanzar.

Esta es la verdadera osadía y burla a la muerte que tan afanada busca trabajar, limpiando los rieles del tranvía para nunca más recordar. Y así como los fantasmas de Una Pechá con Almas burlaron a la diosa Hela en su relato, Antoni Gaudí lo hizo, al hacer de sus obras un hecho memorable en un pequeño trato.

En este libro, te invito a explorar relatos que, de manera similar, desafían las expectativas y exploran las complejidades de la vida, la muerte y los miedos que nos acechan. Cada historia es una pieza única que busca, de alguna manera, burlar a la muerte y dejar una marca imborrable en la memoria del lector. Atrévete a adentrarte en estas narrativas, donde la osadía de la imaginación desafía a la inevitabilidad, y el arte de la palabra perdura más allá de los límites del tiempo y la mortalidad.

Truco o Trato: Una Antología de Horror.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora