PRÓLOGO

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Los lobos siempre se habían definido por una simple regla, mandato, ley o lema, pues todo su mundo giraba en torno a ella “la manada antes que el lobo”. Para ellos, la familia era lo más importante, la unión que tenían  había logrado conseguir tierras y subir entre la jerarquía de cualquier raza. Los alfas siempre velaban por la manada y la manada velaba por sus alfas, un trato que no falló ni una vez  desde su creación; aquella en donde se dio la evolución de simples seres humanos a cambia formas con más energía y fuerza.
En esa región se encontraba la más grande manada de lobos de todo el mundo. La hembra alfa era una mujer de cabellera color de la luna y ojos café claro. Su esposo tenía el cabello del mismo color y sus ojos eran tan oscuros como la más densa noche. Ellos gobernaban sobre los lobos grises, una poderosa manada que era conocida por su bondad y fuerza. A pesar de las riquezas que gozaban ellos nunca se negaban a levantar la mano y ayudar a sus compañeros, esa familia era el símbolo de perfección.
Algo muy distinto era el caso de los felinos, su especie era demasiado independiente. Los gatos difícilmente seguían a alguien y su soledad los había mantenido con vida hasta ese momento. Su manada era muy diferente a cualquier otra. Ellos velaban por sí mismos, veían que su seguridad estuviera en sus propias manos. Claramente tenían un líder para evitar el caos pero este era demasiado vanidoso como para bajar de su trono. Era un gran león el que controlaba, o al menos fingía, a todos los felinos sin importar sus diferencias. El hombre solo se dignaba a aparecer cuando alguien hubiese cometido un pecado tan grande para merecer su exilio o muerte.
En cualquier parte del mundo los gatos aparecían y desaparecían a su gusto, desde los más grandes leopardos hasta los pequeños, pero huraños, gatos monteses. Tal como los animales que viven en sus cuerpos ellos acostumbran ser solitarios y poco territoriales. Sin embargo, son peligrosos pues su forma de caza es más visual, ellos estudian a su presa hasta dominarla por completo y es entonces que dan el golpe final.
Para cualquier otra especie los gatos no son de fiar, e incluso algunos llegan a temerles porque son engañosos y demasiado juguetones. Solo alguien  muy afortunado podía llegar a ver uno de ellos ya que  se camuflan a la perfección y son expertos buscando escondites desde donde estudian al eslabón más débil y así luego atraparlo.
Contrario a épocas salvajes, los gatos dejaron de matar, al igual que cualquier otro cambia forma. Todos mantenían una dieta balanceada hecha de proteínas que los mantenía a salvo. Ya con la comida en la mesa, los felinos dejaron de cazar por necesidad y empezaron a hacerlo por distracción. Ellos no mataban, no torturaban y mucho menos peleaban, simplemente engañaban para conseguir dinero. Eran unos ladrones de primera que engatusaban y en cuanto la víctima se diera cuenta su billetera junto a sus llaves desaparecían de su bolsillo. Como alguna vez el alfa de la manada de lobos dijo “los gatos son ladrones refinados” y es que era tan poco común encontrarlos que en cuanto veían uno se quedaban paralizados. Eran una joya que nadie querría tener.

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FLESH (adaptación 2min)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora