Capituló 14

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Tras la partida de Jisung, invité a Félix a sentarse como lo haría con cualquier invitado

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Tras la partida de Jisung, invité a Félix a sentarse como lo haría con cualquier invitado.

El tomó el lugar en uno de los pequeños puffs cuadrados que estaban frente a la mesa de café de la acogedora sala de estar mientras yo me dirigía a la cocina a traer algo de café.

Dí unos golpes a mi rostro para intentar espabilarme, afuera el clima era el de siempre, frío y oscuro como si estuviera viviendo en Londres.

Cargué la cafetera con agua y café, entonces unos deseos abrumadores de fumar me invadieron como no lo hacían desde hace mucho tiempo, sabiendo esto me moví sobre mis pasos, hasta uno de los cajones de la cocina dónde sabía se encontraba un paquete de cigarros recién abierto y lo retiré hábilmente para meter uno en mi boca, al intentar encenderlo noté que no traía un mechero ni nada con que encenderlo.

Recorrí unos pasos con el cigarro en la boca y entonces unos zapatos de hombre se interpusieron en mi camino.

Félix tomó un mechero que traía con el, al parecer, y encendió el largo tubo de nicotina. Como una cachetada pude ver que ahora traía una nueva pieza con el.

Su collar.

— ¿Está bien así, amo? — preguntó tan dócil como recordaba.

Mi mirada aún seguía clavada en la pieza de cuero rodeando su blanquecino cuello.

El se acercó unos pasos más hasta poder alcanzarme con sus manos los hombros, su mirada penetrante se clavó en la mía.

— ¿Qué haces, Félix? — pregunté esquivando a su mirada.

— Lo extraño — dijo provocativamente el — Mucho.

Y entonces plantó un beso en mi cuello y se acercó a mi oído.

— Él no ha sabido manejarme. Necesito un verdadero Dom.

Lo aparté bruscamente y me recargué sobre la pared a mi lado observando como su rostro se volvía molesto y para nada presentaba la sumisión de hace un momento.

El siempre muy hábil para manejar a los demás a su antojo.

— ¿Es el, no? — demandó molesto.

— No entiendo de lo que hablas — fingi y me volteé a la cafetera que estaba tras de mí y echaba vapor.

— Ese chico andrógino — Félix bufó desagradable — Puedo reconocer a un maldito
Sum cuando lo veo, y ese chico dice por todas partes "desesperado".

— Es muy hermoso, ¿verdad? — presumí orgulloso, quizás más para molestarlo aunque no dudaba un sólo segundo de la belleza de Jisung.

— No creí que te gustara la pedofilia — respondió filoso — De igual manera, me alegra saber que no es otro hombre de mi edad.

En tanto me volteé una vez más para tenerlo al frente.

Años atrás, cuando el era mi todo, aquel collar que traía puesto pudo haberme hecho
caer de rodillas.

No podría imaginarme esta escena, yo frente a el sin tocarlo, peor aún, yo frente a el sin ánimos de tocarlo.

Era como estar mirando a otra persona.

— ¿A que te refieres? — inquirí apagando el cigarro que traía en mano y en su mayoría se había consumido solo.

— No puedes estar con otro hombre de mi edad porque aún no puedes reemplazarme. Y crees que saliendo con... eso — el sonrió maliciosamente — Puedes olvidarte de mí.

Una vez más el se acercó y me rodeó con sus brazos entonces jugó un poco más arriesgado y sus labios tocaron los míos.

Fríos y suaves como los recordaba, el beso fue tan fugaz como comenzó.

Y ahí estaba.

Ya no sentía nada.

Entonces tuve que reír, a veces la confianza masculina es su peor enemigo.

Y el me observó con confusión e incluso algo de resentimiento porque Félix podía tener la autoestima más grande de Corea del Sur pero nadie puede ignorar el hecho de un beso sin conexión, más cuando hace años un sólo beso me traía de rodillas.

— ¿De qué te ries?

— ¿Viniste a esto? — pregunté — Ya es tarde.

— No puedes haberte enamorado de el.

Sus palabras me golpearon como un golpe en el estómago, porque no había pensado en eso, aquel beso no presentó nada para mí porque no eran los labios de Jisung, no era su pequeño y cálido cuerpo frente a mí o su sonrisa luego de que el beso acabara.

Mis ganas perversas de atarlo y flagelarlo y al mismo tiempo de querer besar su rostro al contemplar la ternura de verlo recostado sobre mí cuando alcanzaba el clímax.

— No siempre un clavo saca a otro clavo — respondí resentido — Tú doliste más que
mil clavos.

— Amor — Félix volvió a su rostro de inocencia — Sé que he hecho mal.

— ¿Mal? — reí por su cinismo — Es un cochino eufemismo. Tu hiciste mierda todo.

— Ya sé pero...

— Además tengo un sumiso. No lo pienso dejar por alguien como tú.

El guardó silencio.

Y entonces su rostro se iluminó con lo que parecía una idea.

— ¿Y si te digo... que no te pediría que el se fuera?

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