Robin, con su sonrisa radiante y su aura de niña perfecta, era la favorita. Mis padres la adoraban, la mimaban, la ponían en un pedestal. Yo, por mi parte, sentía una amargura creciente que me corría por dentro.
Cada vez que la veía, rodeada del afecto de nuestros padres, mi estómago se revolvía y un sabor amargo se apoderaba de mi boca. La felicidad de mis padres era una burla. Sabía que nunca podría competir con Robin, nunca podría ser lo suficientemente buena. Mi destino estaba sellado: ser la oveja negra, estar en la sombra de mis hermanas.
¿Soy una mala persona?
No debería sentirme así, no debería odiar a mi familia, pero lo hago.
No debería quedarme callada mientras todos disfrutan de mi "cena de bienvenida" pero no puedo evitarlo.
Quizá estoy podrida hasta la médula, como una fruta olvidada bajo la cama. No tan evidente como la marchitez de mi madre, quien se ve terminalmente enferma, ni tan escandalosa como la putrefacción de Becca, que se pudrió por fuera y por dentro hasta llegar a su autodestrucción. Mi podredumbre es más sutil, un cáncer silencioso que consume mi mente.
Excepto Robin, ella está sana, es hermosa, es elocuente. Y luego estoy yo, la hermana que se fue a los doce años y jamás volvieron a llamar.
—Pero suficiente sobre mi día, —Cortó Robin, llevaba la última hora hablando de cómo había ido la reunión del equipo de animadoras antes del inicio de clases y sobre una chica nueva y rara que todo el escuadrón odia
Cosas normales de una chica de dieciséis años.
Quería decirle que yo también era animadora, en el internado, claro. O que sería buena idea hablar con la chica nueva para tener una perspectiva fresca, de alguien que no nació y creció en este cementerio, pero me mordí la lengua y evité hablar.
Dudo que quiera la opinión de su, totalmente inferior, hermana mayor.
—¿Qué tal el tuyo, Riri?
Riri. Nadie me llamaba así desde que me fuí.
Mis padres cambiaron la expresión en sus rostros y guiaron su atención hacía mi. De repente me sentí muy consciente de mis extremidades y si tenía algún resto de comida en el rostro.
—No fue demasiado interesante. Un amigo del internado me llevó al aeropuerto, tomé un vuelo de doce horas y aquí estoy. Estoy segura que tú día fue mucho más memorable. —Respondí, emocionada de que mi voz no haya temblado ni una sola vez de los nervios.
ESTÁS LEYENDO
Inocencia Interrumpida
Teen FictionBecca Torres, la hermana perfecta, se desvaneció en la nada. Un suicidio sin explicación. Un enigma que sigue atormentando a su hermana, Riley. Cinco años después, después de ser exiliada a un internado, Riley es arrastrada de vuelta a su pueblo nat...