Navia's POV.

474 39 53
                                    

Clorinde, ¿me acompañas al baño?

El té ya se había acabado, junto a todos los pequeños dulces que los acompañaron. Snezhevich también se había retirado, empezando su camino a La Hoguera.

Solo quedamos Clorinde y yo, conversando tan trivialmente como, ahora, acostumbrábamos. Al menos ningún recuerdo hiriente podía llegar a mi pecho como solía pasar cada vez que la culpa se posaba en esos ojos magentas que algún día supe amar.

Su única respuesta fue asentir. Tomó su bolso y en él rebuscó un par de moras para dejar al mesero que tenga la suerte de levantar la mesa.

Caminamos hasta adentro del Café Lutecia y, llegadas a la puerta con una dama tallada cuidadosamente sobre la madera, abrí la puerta para ella.

—Solo voy a retocarme el maquillaje —dije ante las cejas fruncidas de Clorinde.

~

—Navia, Navia, Navia, deberíamos parar —. El cuello de Clorinde gira sobre sí mismo, dejando sus labios que lucen torpemente despintados reflejarse en el espejo sucio del café.

—No —replico con la mente todavía nublada mientras muevo una de mis manos hacia su mandíbula y vuelvo su mirada (que tampoco estaba muy centrada) a mí. —No va a pasar nada, tranquila. Solo un par más.

No me frenes ahora. Mantén mi mente en este éxtasis por al menos un minuto más. Aunque sé que luego volveré a pedir.

Una adicción a la inconsciencia que me brindas en tus copas de pecado.

No me dejes pensar en el afuera. No me dejes pensar en ti.

En este baño, nunca te odié, porque tiemblo ante la idea de que mi padre todavía pueda entrar por esa puerta y llevarse la decepción de que jamás tendrá un yerno.

Solo hay lugar para pensar en el horrible sabor a cereza sintética que tiene este pintalabios que ni siquiera luciría tan bien en mí como me dijiste.

No me dejes pensar en dónde enterraré mi cuerpo tras una prematura muerte autoinducida por el estrés.

Siempre quise enterrarme cerca de mi padre, pero ¿cómo miraría a Malus y a Silver cuando suba con ellos si erré a su deseo y conservé solo el mío?

Hazme pensar en cómo no subiré con ellos, que me hundiré en una llamas que encienden tanto como tus labios. Núblame el cerebro con todas las fantasías impuras que te protagonizan por un minuto más.

Quizás dos.

Quizás preferiría vivir sedada antes que afrontar ningún duelo. Morir deshidratada por perder tanta en saliva y sudor y reponer tan poco que no salga de ti.

Dame una sobredosis, un coma etílico, un paro cardíaco.

O clávame un sable a través del corazón. No está mal seguir las tradiciones que tienes con mi familia.

Pero prefiero pensar en lo embriagante de tu perfume y lo electrizante de tu toque. En cómo desearía sacar tu lengua de mi boca para hacerla pasear por los rincones que pocos han visto alguna vez.

~

¿Ese es el labial de Sigewinne?

Dejé mi rizador de pestañas sobre el lavamanos después de terminar lo que debía y mantuve mi mirada en Clorinde, quien sacaba un pintalabios de un crudo color salmón de su bolso.

—Sí, lo es, ¿quieres probarlo? —. Giró hacia mí, sosteniéndolo en la punta de sus dedos.

No, no, gracias. No es de mis colores —. Puse mis manos frente a mí, negando su oferta, con una sonrisa algo nerviosa.

No mientas, Navia, todo te queda bien —dijo sin titubear en su tono ni expresión, tan impasible como siempre.

Extendió su brazo todavía más, insistiéndome.

Suspiré y tomé el labial. Había algo dulce en su insistencia. Tal vez era la amabilidad invisible en sus ojos, pero tan clara en sus acciones o, quizás, solo estaba cayendo en la misma debilidad que la Navia adolescente había tenido por ella.

Es tuyo, creo que al menos deberías ponértelo antes —comenté, a la par que daba un paso cerca de ella.

Por cada centímetro que me acercaba, más viciada se sentía el aire; pesada, tensa. Apreté mis propios labios y mordí el interior de mi boca, intentando apaciguar los latidos intensos que amagaban con saltar de mi pecho.

¿Puedo? —pregunté después de poner mi mano libre en su mentón, sosteniéndolo de la forma más suave que mis dedos que se esforzaban por no temblar podían, y apoyando la palma de la mano que sostenía el labial en su mentón, cerca de pintar sus labios.

Clorinde solo asintió. Mantuvo sus ojos cerrados y supe, quizás por experiencia, que estaba intentando mantener sus sentimientos a raya

Delicadamente, empecé a pintar sobre su labio superior, coloreando con cuidado. Aunque podía terminar en un par de segundos, pasé sobre el rosado como si el tiempo me sobrase de verdad. Como si yo misma no hubiera estado al borde de la muerte días atrás, cayendo en agua primigenia. O como si nosotras no nos hubiéramos malgastado años y años de lo nuestro.

~

Creo que tengo lágrimas apretadas entre los párpados y mis ojos y que, probablemente, el rímel que me apliqué hace minutos está totalmente barrido.

La Fontana Lucine podría renovar todas sus aguas un par de veces con la cantidad de lágrimas que se me han escapado los últimos días.

—Lo siento, Clorinde —murmuro, ahogando gimoteos de angustia, mientras me alejo de sus labios lentamente.

—No me robes las palabras, Navia —responde. Su voz duele como una quemadura nueva para mí, pero, de nuevo, sé que su garganta también debe de arder, rogando por escupir otra disculpa.

—Mereces más —. Abro mis ojos y anhelo ver los suyos. Algún sentimiento que me pueda devolver, respondiéndome que, para ella, también era una distracción.

—No merezco nada, Navia —. Sus ojos siguen tan cerrados como cuando empecé a pintar sus labios, tan cerrados como cuando nos sosteníamos la mano de jóvenes.

Tan cerrados como cuando el sable que temblaba junto a ella atravesó a mi padre por el pecho.

—Tú mereces un padre. Tu padre merecía justicia real —susurra y sus párpados y cejas tiemblan en lo que parece un intento aterrorizado por matar lágrimas.

—Clorinde, no digas eso...

—La Spina nunca mereció perder su brillo, mucho menos alguien tan honorable como lo fue el señor Calas. Sin embargo, bañada en sangre inocente, brillé y sigo brillando. Es repugnante.

A este punto, mis ojos también se cerraron. Mis pestañas incapaces de contener ninguna gota dentro mis ojos dejan caer la máscara de pestañas por mis mejillas de forma tan amarga como cuando Clorinde abrió a mi padre por el pecho.

 Mis pestañas incapaces de contener ninguna gota dentro mis ojos dejan caer la máscara de pestañas por mis mejillas de forma tan amarga como cuando Clorinde abrió a mi padre por el pecho

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No confíen en que el POV de Clorinde salga pronto (o salga en absoluto).

Labial ; Clorivia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora