Capítulo Uno

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Aburrida, crucé la alfombra en cinco pasos, me subí al escritorio de Lena, y la besé. Mi rodilla izquierda desalojó el teléfono, el cual golpeó el suelo con un golpe amortiguado e instantáneamente comenzó a hacer ese molesto eee-eee-eee. Con el pie derecho di una patada directamente sobre la impresora de Lena, con eso conseguí despejar algo de espacio

Sorprendida, pero siempre dispuesta para un mañanero (o como sea que llamen los vampiros al sexo a las 7:30 de la noche), mi esposa me devolvió el beso con entusiasmo. Entre tanto, debido a la anteriormente mencionada patada, golpeé tan duro que su impresora golpeo su silla y esta dio contra la pared con la suficiente fuerza como para abrir una grieta en el empapelado. Más trabajo para el manitas.

Tiró, y mi sueter (¡cachimera! agh) se desgarró por la mitad. me empujó contra el escritorio, levanto mi falda (Ann Taylor) con fuerza, desgarrandola, y mis bragas (Target) se fueron a quién sabe donde. Y yo estaba bastante ocupada tirando a su vez de su blusa (por mucho que lo intentara no podía conseguir que la reina consorte de los vampiros dejara de llevar ropa formal), así que la ropa volaba por todas partes. Hizo esa cosa de barrido-por-el-escritorio que ves en las películas y me tumbó sobre la espalda. Se inclinó hacia abajo, y yo dije:

—¡Los zapatos no!

Así que los dejó en paz (aunque noté los ojos en blanco y la nota mental sobre quejarse al respecto luego), se hizo hacia atrás y se arrodilló en la alfombra y hundió su boca entre mis muslos, pronto sentí su lengua jugando en mi entrada, para después subir y dar unos toques en mi clítoris, pronto un par de dedos entraron en mi, en resúmen... fue un polvo grandioso (¡literalmente!). Pronto se puso de pie y empezo a frotarse contra mí, envolví las piernas alrededor de su cintura, así pude admirar mis bailarinas estampadas de leopardo con lentejuelas (ni me preguntes cuánto me costaron). Después sonreí hacia ella, no pude evitarlo, y ella me devolvió la sonrisa, sus ojos verdes estaban oscuros entrecerrados con lujuria. Era tan asombroso ser una recién casada. ¡Y casi había acabado con las notas de agradecimiento! Dejé caer la cabeza hacia atrás, disfrutando de su sensación, su olor, sus suaves manos en mi cintura, su intimidad rozando contra la mía, humedeciéndola aún más, su boca en mi cuello, besando, lamiendo, después mordiendo.

Entonces mi madrastra muerta dijo:

—Esto es culpa tuya, Kara, y no voy a irme a ningún lado hasta que lo arregles.

A lo cual yo repliqué:

—¡Aaaaah! ¡Aaaaaah! ¡AAAHH! — Lena saltó como si me hubiera convertido en un rayo de sol y habló por primera vez desde que entrara en su oficina.

—¿Kara, qué pasa? ¿Te hago daño?

—¡Aaaaaaahhhhhh!

Desde mi aventajada posición, mi madrastra estaba del revés, lo que de algún modo lo hacía todo más terrible, porque, en contra de la creencia popular, no puedes fruncir el ceño estando bocabajo.

—Puedes refunfuñar todo lo que quieras, pero tienes responsabilidades, y no creas que no lo sé. —Sacudió su cabeza hacia mí, y en la muerte, como en vida, su excesivamente ahuecado cabello rubio en forma de piña no se movió. Llevaba una falda fucsia, una blusa azul cielo con escote bajo, medias negras de nylon, y bailarinas fucsia. Además, también demasiado maquillaje. Prácticamente hacía daño mirarla—. Así que será mejor que te pongas a trabajar.

—¡Aaaahhhh! — Lena se apartó y empezó a palparme frenéticamente.

—-¿Dónde te duele?

—¡Es Cat! ¡es Cat!

—¿Tú... qué? — Antes de poder elaborar una respuesta (¿y por dónde empezar?), oí pasos ruidosos y después a Winn estrellarse contra la puerta cerrada de la oficina. Su fragancia era inconfundible... antiséptico y sangre seca. Le oí retroceder y agarrar el pomo de la puerta, y entonces lo tuvimos en el umbral.

Vampira e IndignaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora