CAPÍTULO II

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- ¡Esto es inaudito y simplemente horrible!

Aquellos fuertes gritos se escuchaban en todo el lado oeste del castillo, ¿Pero que habían hecho mal? Cyrene había seguido cada instrucción y especificación de la reina para la elaboración de su vestido carmín.

Ninguno de los dos costureros entendía el porque aquella reacción de la soberana, hasta que esta voltearía a ver a la pelirroja con cierta ira en sus ojos violeta intenso. La joven no entendía nada del porque tanto enojo hacia ella, pero prefirió no decir absolutamente nada, pues eso podría hacer enfurecer aún más a la mujer de cabellos color azabache.

- Dígame su majestad, en que nos hemos equivocado

- ¿Enserio piensan que esa cosa me quedará? Debe ser un chiste eso 

- Reina mía, el vestido está hecho a su medida, no tendría razón del porque no quedarle. Yo misma me aseguré de tomar medidas correctas y también me encargué de confeccionar este atuendo, así que no entiendo su disgusto alteza

Quizás debería haber guardado silencio, pues a pesar de estar en lo cierto, la mujer no entendía razones y solo buscaba excusas para castigarles.
Aunque sabía que era difícil hacerlo. Curiosamente el soberano apreciaba bastante a la joven y no dejaría que su mujer le reprendiera o castigara de alguna manera, y menos por un simple vestido.

- Querida mía, ¿Puedes decirme que pasa? Tus gritos se escuchan hasta nuestros aposentos 

Diría un hombre alto y de cabellos rubios, quien iba entrando a aquella habitación, tratando de apaciguar la ira de su esposa. Aquel hombre no llegaba ni a los cuarenta años, pero el desgaste físico y emocional, sumado a la supuesta carga en sus hombros le hacían ver un poco mayor; aunque eso no era impedimento para que el soberano buscara mujeres para sus diversas y apasionadas aventuras; claramente sin que su mujer lo supiera, pues en el momento en que se enteraba de sus amoríos, mandaba a la amante directo a la hoguera.

- Lady Cyrene, un gusto volverla a ver. Vino a entregar un nuevo vestido a mi mujer, eh de suponer. Discúlpela, sabe que Rasbel suele ser algo...especial

- ¡A quién llamas especial!

- A ti querida, por supuesto

El ambiente era algo tenso y ambos costureros no sabían bien como sobrellevar la situación del momento. La joven miraría con algo de preocupación a aquel rey, como pidiendo ayuda o en cuyo caso, permiso para poder retirarse de la sala, a lo cual el soberano asentiría en señal de aprobación.

Una vez fuera de aquella habitación, ambos compañeros se dirigieron al jardín real, esperando pacientemente a que algún sirviente se acercara a darles el pago por la realización del vestido, aunque vaya sorpresa fue cuando vieron al rey acercarse de nueva cuenta a ellos 

- Antes que nada, les pido de nuevo una disculpa en nombre de mi esposa. Todo esto del baile y las fiestas la ponen muy nerviosa; ese vestido que hicieron es encantador.

- Agradecemos enormemente sus palabras alteza

-Déjenme recompensarlos por su trabajo y por el mal momento que pasaron el día de hoy. Por favor asistan al evento de esta noche, como mis invitados

Nunca habían recibido esa clase de invitación y menos por una rabieta de la mujer del rey; normalmente solo les pagaban el atuendo y eran guiados fuera del castillo para que pudieran retirarse, así que sin duda aquello los dejó anonadados.
Pero algo dentro de Cyrene le decía que sería mejor idea quedarse en casa y no asistir a dichoso baile; su cuerpo, corazón y mente le advertían de algo que no sería bueno ni para ella ni para nadie. 

Hacer caso a su intuición o a sus principios; era una cuestión que no estaba dispuesta a pensar en esos momentos, por lo cual solo agradecería al hombre rubio, tomaría las monedas y se dirigiría a la salida, no sin antes dar una respuesta positiva a la invitación hecha por este.





La noche caía y las luces del castillo se veían desde la pequeña casa de la pelirroja. No sabía si ir a aquel baile había sido la mejor decisión, pero confiaba en que todo saldría bien.
La mujer tomó uno de sus vestidos más decentes y esperó pacientemente a que el carruaje llegara por ella; aunque no sabía siquiera si vendrían a recogerla.

Minutos pasaban y finalmente llegó. Fue un recorrido algo largo, en donde Cyrene podía observar cada paisaje, cada casa y cada sembradío a su alrededor; todo era muy distinto de noche...casi como si fuera un bosque encantado, repleto de oscuridad, misterios y quizás hasta monstruos o criaturas nunca antes vistas.

El baile era tal cual le habían dicho; todos iban con ropa y vestidos en color blanco y negro, no había más; a excepción de aquella dramática mujer y su vestido extravagante carmín.

- Al menos si decidió usarlo 

Diría casi para sí misma mientras observaba a los demás invitados, llamando su atención cierta chica de cabellos ligeramente rosados y lacios , tez blanca y ojos verdosos brillantes. Aquella chica llevaba un vestido completamente negro y reluciente; era como  ver a la noche oscura con algunas estrellas brillando 

Nunca la había visto, pero algo dentro de ella decía que esa pelirrosa era alguien importante.

Cuando menos se dio cuenta ambas se estaban observando; Pero en un abrir y cerrar de ojos....la misteriosa mujer desapareció sin dejar rastros, casi como si solo hubiera sido una aparición.

- Lady Cyrene, un gusto que haya aceptado mi invitación, por favor sígame

- No creo que sea lo adecuado su majestad

- Rápido, antes de que alguien nos vea 

Diría aquel hombre rubio, tomando la muñeca de la mujer con algo de fuerza, llevándola consigo hasta una habitación algo oscura.

- Querida Cyrene, voy a ser honesto contigo...no te invité por ser buena persona, ¿Lo sabes no?

- Sé muy bien que no es ese tipo de persona, alteza

- Voy a confesarte el porque mi mujer te detesta tanto...al punto de hacerte esa escena el día de hoy 

- Adelante

La mujer trataba de mantenerse serena, pero era bastante difícil hacerlo; ¿ Porque tan de la nada el hombre estaba actuando así?
Era casi como si al verla fuera del trabajo, hubiera activado su verdadero modo de ser.

Se era bien sabido que el hombre podía ser amable, pero tenía un problema y una adicción con las mujeres que él consideraba hermosas.

- Quiero volverte mi concubina 



Mi último deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora