Está carta se la dedico a mi sol, el cual me salvó cuando me ahogaba dentro de un océano de culpa.
Cada que me ahogo dentro de mi miseria tu luz entra por aquella ventana que creía cerrada, brindando tu calor sobre mi pobre alma congelada y muerta.
Brillas con inmensidad y les das calor a mi corazón destrozado, como si de un sol de primavera se tratase.
Una sola lágrima de tu parte es un océano para mí alma que no ha aprendido a nadar, pues tú eres su flotador.
Cuando me conociste yo me encontraba apunto morir, pues la culpa me ahogaba y la soledad me golpeaba la espalda.
La vida me golpeaba hasta sangrar, como un escudo llegaste y curaste las heridas que no creaste.
Mi alma agradecida está, pues su salvadora eres.
Como un sol de primavera eres, pues tu luz es inmensa y tú calidez, infinita.