Admirador.

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Arenita Mejillas realmente adoraba su trabajo, mucho; era muy buena en lo que hacía, y siempre se esforzaba por mejorar aún más si le era posible.

Sin embargo, una de las cosas que no le gustaban de todo eran las reuniones con sus superiores en temporadas ej las que todos los departamentos estaban cargados de trabajo.

Era viernes, había tenido que reunirse con sus jefes en la sala de juntas principal para hablar acerca de sus trabajos, sus nuevos proyectos, sus nuevas propuestas, sus avances, etc. Algunas veces esto terminaba bien, pues había varias ocasiones en las que a ellos les interesaba y les fascinaba mucho el trabajo de Arenita, lo que terminaba en que ellos decidieran financiar alguno de sus proyectos, o daban luz verde a alguna de sus nuevas propuestas.

Sien embargo, esta vez era uno de los días que la científica odiaba: las reuniones en las que sus jefes parecían no tener ganas de estar ahí y solamente la hacían gastar su tiempo y energía.

Así que, sí, Arenita adoraba su trabajo, pero definitivamente sus jefes no estaban entre las cosas que le gustaban de este.

[....]

Cuando el reloj marcó un poco más de las nueve de la noche, la junta por fin se dió por terminada y Arenita finalmente pudo salir de la sala (siendo "liberada", como ella solía decir cuando sus juntas como esas eran concluidas).

Estaba algo irritada y con un ligero dolor de cabeza que hacía que sus sienes punzaran horriblemente. Y para rematar, el gruñido de su estómago no ayudaba a que ella pudiera aguantar todo el trayecto que tenía que hacer desde su trabajo hasta su hogar, pues realmente se sentía demasiado exhausta –tanto física como mentalmente–.

Y es que, gracias a que ella se desveló la noche anterior preparando los papeles que les iba a presentar a sus jefes (papeles que, al final, ellos no revisaron  con mucho detalle), Arenita se levantó tarde esa mañana, olvidando, de nuevo, su almuerzo con tal de ser puntual en su hora de llegada a la reunión. Sumado a esto, la junta se había demorado mucho más de lo que ella tenía previsto, dando como resultado que perdiera su hora de almuerzo por estar reunida con sus superiores.

Con un ligero estiramiento de la parte superior de su cuerpo, Arenita finalmente llegó hasta su espacioso laboratorio, en donde dejó en su escritorio su maletín con todos los documentos que se pasó ordenando la noche anterior. Sus jefes le dijeron que se los entregara mañana para que ellos los revisaran más detenidamente, diciéndole también que le avisarían al instante su opiniónbacerca de ello y si teníaluz verde o no, así que los necesitaba.

Cuando terminó de acomodar sus cosas en una mesa amplia y prolijamente ordenada, ella tomó su bolso que había dejado colgado en el perchero cuando llegó por la mañana, y finalmente cerró con llave la puerta detrás de ella para después irse de ahí

Soltó un par de maldiciones al viento antes de entrar en su vehículo y soltar un suspiro cansado al tomar asiento. Vaciló un poco antes de girar la llave y encender el motor, tratando de elegir entre ir directamente a su casa o pasar a comer algo.

Sumado al hecho de que no había dormido ni cerca de las horas recomendadas, lo único que había en su estómago era su desayuno, y este había sido algo demasiado ligero como para mantenerla sin hambre todo el día. Llevaba más de medio día sin comer, y su cuerpo ya le había comenzado a pasar factura de ello y de sus incorrectos horarios de sueño.

Y fue entonces que gracias a ello, el vago recuerdo de la –sorprendentemente deliciosa– comida que compró hace unos días en el Crustáceo Cascarudo se instaló en su cabeza, siendo la buena comida y el servicio del alegre chico que la atendió lo que la hizo elegir la segunda opción.

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⏰ Última actualización: Apr 07 ⏰

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Sabor a mar; {Spandy}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora