En la bulliciosa metrópolis de Fondo de Bikini, las olas del mar chocaban contra la orilla y el sol parecía estar en su máximo esplendor -cosa para nada extraña, considerando que el clima en su mayoría era veraniego y caluroso-.
Arenita Mejillas desearía que su vida fuera más tranquila y menos ocupada, pero terminó siendo todo lo contrario. Como una científica destacada e importante en su trabajo, sus días estaban llenos de ecuaciones complicadas, fórmulas misteriosas y conferencias en las que compartía sus conocimientos con el mundo y otros colegas fanáticos de la ciencia.
Pero, como cualquier otro ser humano, Arenita también tenía sus días malos, y este en particular iba a ser uno de esos días.
El reloj marcaba las doce del mediodía cuando Arenita se dió cuenta de que había olvidado su almuerzo. Es así como un estómago vacío y buscar una excusa para rechazar la invitación de sus compañeros del trabajo (gente que no era de su completo agrado), la impulsaron a tomar una decisión demasiado inusual: dirigirse a un concurrido restaurante de comida rápida cercano, el Crustáceo Cascarudo.
Era un lugar muy mencionado por unos cuantos de sus compañeros de trabajo, y además, había visto varias veces en internet que tenía una excelente fama por sus increíbles hamburguesas y su maravilloso personal.
Mentiría si dijera que no había estado intrigada de un tiempo para acá por ir a conocer por qué tanto alboroto por ese dichoso restaurante, y parecía que finalmente ese sería el día en el que finalmente podría realizar su visita.
A final de cuentas, ¿Qué era lo peor que podría pasar?
[....]
Finalmente, después de lo que fueron unos quince minutos de camino, Arenita decidió dejar su auto en el estacionamiento del Crustáceo Cascarudo, dejando su bata de laboratorio en el asiento del copiloto antes de bajar y caminar hasta la entrada -algo que no le quedaba para nada lejos gracias al lugar en el que pudo estacionarse-.
Al entrar en el Crustáceo Cascarudo, Arenita quedó sorprendida por la cantidad de personas que llenaban el lugar, todos ansiosos por probar la famosa comida del restaurante; a pesar de que el restaurante estaba prácticamente lleno, la fila no era tan larga como ella esperaba, pero lo que la retrasaba era el hecho de que solamente había un chico atendiendo en la caja (y aunque parecía hacer su trabajo lo más rápido que podía, no era suficiente para calmar a la fila de clientes esperando a que su orden fuera tomada).
Decidió sacar su celular de uno de los bolsillos de sus jeans negros para distraerse un poco revisando algunos correos de su trabajo en lo que llegaba su turno en la caja, dándose cuenta de que le quedaba poco menos de una hora de su tiempo de almuerzo -cosa que hizo que pensara muy seriamente en simplemente irse y quedarse sin comer ese día-.
Finalmente, después de diez minutos exactos, llegó su turno de pedir su orden. Se acercó al mostrador, y allí, detrás de la caja registradora, se encontró con el cajero y su encantdora sonrisa; era un chico joven y un poco bajo de estatura, con unos ojos azules como el océano, una rizada mata de cabello rubio y una voz algo aguda pero que no llegaba a ser molesta.
-¡Hola! -saludó el cajero con una amable sonrisa, haciendo que las pecas de sus mejillas se extendieran por su rostro y que sus hoyuelos se hicieran presente-. Lamento mucho la tardanza, pero nuestro cajero se enfermó y tengo que atender la caja y la cocina, es todo un caos -dijo esto último con una ligera risa-. Como sea, bienvenida al Crustáceo Cascarudo, ¿Qué deseas ordenar?
Arenita, sin querer demorare más decidiendo qué ordenar, optó por pedir un combo simple (el menú que colgaba de ahí decía que era una Cangreburger simple, una bebida y unas papas fritas, lo cuál era suficiente para ella). Le pagó al cajero la cantidad que él le indicó, y revisó de nuevo la hora en su teléfono, sintiéndose algo presionada.
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Sabor a mar; {Spandy}
DiversosEn la calurosa ciudad de Fondo de Bikini, Arenita (una científica brillante y respetada) lleva el perfecto control y manejo de su vida a pesar de que esta sea demasiado ocupada. Sin embargo, un día, un pequeño cambio en su rutina termina por hacer u...