De mi pasado solo queda su brillo,
me llega a años luz,
me deja absorto.
Mientras,
me quedo mirándolo
perdiéndome en el cielo
sobre el que ahora piso.
Su brillo,
que me recuerda
que al igual que las estrellas,
en la inmensa lejanía,
ya está extinto.
Y aunque lo sepa,
me deja absorto igual.
Recuerdo su calor pero ya no me quema.
Y ahora,
en las noches con frío,
prendo mi propia candela,
con los pasos que daré.