Quackity es un conocido príncipe caprichoso, esa es la razón por la que no tiene amigos, aunque a él le da completamente igual. Lo único que le importaba era gastar el dinero en sus caprichos y vivir la mejor vida.
Hasta que el mayordomo del palacio...
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—¿¡Donde estabas Alex!? ¡Hemos mandado a los guardias a que vayan a buscarte pensando que te había pasado algo malo! —Le regañó su madre apenas entró al palacio.
—¡Soy un adulto, mamá! ¡Puedo salir si lo deseo! —
—¡Eres un adulto, pero no sabes cuidar de ti mismo! —
—¡Porque nunca me dejaste hacer las cosas por mi mismo! —
—¿¡Entonces es mi culpa!? —
—¡Si! ¡Tu culpa y la de mi padre! —
—Ve a tu habitación, Alex. —
—¡No! —
—¡Dije que vayas a tu habitación! —
—Si, madre. —
Quackity mantiene la compostura porque odia que lo vean llorar y el estupido de su mayordomo lo seguía a todas partes que ni siquiera tenía un minuto de privacidad para llorar a gusto.
—¡¡Deja de mirarme!! —Le grita al mayordomo.
—Comportese. —
—¡¡Lo estoy intentando!! ¿¡Bien!? —
—Deje de llorar. —
—¡¡No estoy llorando!! —
Quackity le da la espalda y se encierra en el baño. Quería gritar y romper todo a su paso. Quería deshacer toda su frustración de alguna forma.
—Salga de ahí. —
—¿¡Porque no mejor se va usted!? —Le gritó Quackity. —¡¡El mundo estaría mejor sin usted!! ¡¡Espero que se muera pronto!! —
—No es bueno desear el mal a nadie. —
—¿¡Y qué mierda me importa a mi!? —
Lava su rostro repetidas veces y las lágrimas siguen saliendo.
—Los hombres no lloran. ¿Lo sabe? —
Quackity se mira al espejo y ve que está hecho un desastre.
—Ninguna mujer va a querer a un hombre que llora por estupideces. Ninguna mujer quiere a un hombre débil. Ninguna mujer quiere a un inutil. Ninguna mujer lo va a amar. —
—Tal vez ninguna mujer me quiere, pero hay un hombre que sí. —
—¿Sabes como terminan los hombre como él? Muertos. Tus padres no van a aceptar que ames a otro hombre. ¿Quieres ser juzgado, príncipe Alex? —
—Yo nunca dije que amo a un hombre, dije que un hombre me quiere. Son cosas completamente distintas. —
...
Son apenas las cinco de la mañana. El palacio está completamente en paz y él es el único despierto.
Con pasos sigilosos busca su ropa favorita y la deja extendida sobre su cama. De igual forma va al baño y espera a que se llene la bañera.
Iba a mostrarles a todos que no eres un inutil y que podía hacer las cosas por sí mismo, Iba a mostrarles que podía merecer el amor de alguien. ¿No podia ser tan dificil, verdad?
Se mete en la bañera, se moja el cabello igual que lo hacía Wilbur. Puede sentir el tacto de las yemas de los dedos de Wilbur sobre su cuero cabelludo. Puede sentir a Wilbur tocando con delicadeza su cuerpo. Cierra los ojos al imaginar aquella escena íntima con Wilbur, hasta que se da cuenta de lo que está pensando y trata de borrar esos pensamientos, pero por dentro desea que se haga realidad.
Termina de vestirse y ve como el mayordomo justo entra para despertarlo, pero él ya está listo para desayunar.
—Buenos dias, principe Alex. Veo que se ha despertado temprano. —
—Veo que usted se ha despertado demasiado tarde. Ha tardado un minuto más de lo normal. —
—Es solo un minuto. —
—Es malo desperdiciar el tiempo de los demás. —Y con esa frase Quackity lo deja atrás para ir al comedor.
Tiene una sonrisa en su rostro y no recuerda nunca haberse sentido tan bien. Tan poderoso. Tan productivo. Eso que apenas eran las seis de la mañana.
—Madre, debo hablar contigo. —
La reina se limita a no decir ningún comentario acerca del extraño comportamiento de su hijo y solo se espera a oír lo que tenga que decir.
—Quiero por favor que no me interrumpas hasta escuchar lo último que tengas que decir. —
—Adelante. —
—Quiero volver a contratar a Wilbur. —Su madre estaba por decir algo, pero Quackity continuo. —Creo que Wilbur está completamente capacitado para ese empleo y me parece injusto que haya tenido que decidir de esa manera. Yo no creo en sus preferencias cambien en algo en su forma de trabajar. Wilbur es una persona muy profesional y estoy seguro que sabe separar del trabajo al amor. Por favor, considera mi propuesta, mama. —
—Voy a hablar con tu padre sobre esto. Yo no estoy del todo convencida y mucho menos porque me lo dices tú. No se si Wilbur haya intentado manipularte solo para conseguir el empleo de vuelta, porque yo se que ustedes dos no se llevan bien para nada. —
—No es necesario que me lleve bien con Wilbur o no. Lo importante es ser justo y yo creo que hemos cometido una injusticia al hacer que Wilbur renuncie. Él merece este trabajo más que nadie. —
—Ya te dije que lo hablaré con tu padre, no puedo tomar esta decisión yo sola. —
—Lo entiendo. Gracias, mamá. —
Tal vez su mamá decía que no estaba del todo convencida, pero conocía a su padre y sabía que él sería capaz de cumplir cualquiera de sus caprichos siempre y cuando lograra convencer a su madre. Quizá pronto podría darle buenas noticias a Wilbur.
...
Mientras que su madre no le daba ninguna respuesta, intentó conservar un buen perfil y demostrarle que no era un niño pequeño dentro del cuerpo de un adulto.
Quería demostrarle que podía confiar en las decisiones que podía tomar y que no necesitaba de nadie más qué sí mismo para sobrevivir en ese mundo.
Volvió a hacer su rutina de levantarse a las cinco de la mañana y prepararse para el desayuno, cuando justo a las seis de la mañana entra su mayordomo, pero ya no era aquel vejestorio que lo tenía harto de la vida, era Wilbur.
—¿Tanto me extraño, príncipe Alex? —Dijo Wilbur sonriéndole.
—¿Por qué tardaste tanto? —
—Dicen que lo mejor llega al final. —
—Te extrañe, Wilbur. Bienvenido al palacio otra vez. —
—Veo que ya no eres el principito caprichoso de antes. ¿Qué te hizo el mayordomo ese? —