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Pedaleaba la bicicleta con tranquilidad a través de la avenida no muy concurrida mientras los auriculares me hacían compañía con «What I Do to U?», una canción que le pertenecía a este sujeto llamado LiL Lotus

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Pedaleaba la bicicleta con tranquilidad a través de la avenida no muy concurrida mientras los auriculares me hacían compañía con «What I Do to U?», una canción que le pertenecía a este sujeto llamado LiL Lotus. La tenía en repetición constante. Bajaba y subía los pies con ninguna cosa que perder todavía si se me hacía tarde para la escuela. No estaba para nada nervioso teniendo en cuenta que era el último grado que cursaba en la preparatoria, y tampoco me sentía presionado en comenzar a pensar a qué universidades mandaría solicitudes en comparación de Leire, mi prima —quien por cierto iba en su bicicleta junto a mí—, la cual el día de ayer se la pasó haciendo una larga lista de sus posibles opciones. Me alteró que se hubiese comportado como si su vida pendiese de ello.

Yo, en cambio, por lo mucho, y hablando exageradamente, había pensado en una: la Universidad de Oklahoma, algo que fuese público y que no estuviera lejos de donde vivíamos; un vecindario localizado a las afueras de Lawton, cerca del Parque Estatal de las Montañas Wichita, llamado Cedar Grove. Quizás estudiaría Arte y Arte de la Historia. Era un vacilante «quizás» debido a que no estaba seguro. Siendo honesto, me daba igual la universidad como el doceavo grado, ¿qué mierda tenía de gratificante partirte el culo obteniendo un título si de todos modos ibas a terminar vendiendo hamburguesas en un McDonald's o conduciendo un taxi? Era cruel e incluso parecía un chiste sin gracia, pero era real. ¿Y qué?, pues la jodida realidad era un balde de agua helada a la cara.

Pensamientos, planes y/o ideas acerca del futuro, odiaba tenerlos porque, ¿qué significaban si eran impredecibles? Yo no era un maldito vidente o algo que se relacionase, pero vamos, la gente planificaba eventos en el futuro, no importaba si eran a corto plazo, y las circunstancias solían ser unas desgraciadas como para arruinarlos a destiempo o temprano. ¿Por qué molestarse?, ¿por qué habría de molestarme en buscar universidades, estresarme y ocuparme de llenar una tonta solicitud de por qué deberían aceptarme? Digamos que el futuro no era un excelente camarada conmigo, y sí, podría llamarlo autocompasión, autoindulgencia y autocomplacencia, ¿qué más daba? Desde que mis padres murieron calcinados, y con ellos nuestros planes se convirtieron en cenizas, aprendí que hay que soltar lo que nos soltó primero, por ende, subí el volumen de la música y seguí con el despacioso pedaleo.

A veces creía que vivir era como escuchar música a todo volumen; no te restaba más que maximizarlo para ignorar lo que fuera a tu alrededor. Y yo era un experto en eso.

Mantuve pegada la vista en el camino hacia la escuela, preferí continuar con el contacto visual por donde recorrían las ruedas. El bajo en la melodía de la canción me retumbaba en los oídos y los hacía punzar de dolor, me ponía ceñudo la incomodidad. Y prefería dicha incomodidad. A la par, era como si estuviese disociado del entorno y vagara como polvo en el aire, sentirme desvinculado del mundo en absoluto me hacía sentir muerto, en paz, en sincronía con la quietud. Y el peso en mi espalda por la mochila de alguna manera me recordaba que seguía respirando el oxígeno al que no era capaz de cerrarle las puertas llamadas «pulmones». Suponía que enfocarme en la muerte contaba como centralizarme en el futuro.

The Use In The FalloutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora