Intenté respirar lentamente para regular mis latidos, pero aún es difícil no sentirse de esta forma cuando el semestre vuelve a iniciar. El cielo estaba nublado y el aire era fresco, lo que hacía empeorar más mis temblores y sentir cierta soledad. Los carros pasaban al frente mío, la mayoría de estos son de los profesores, haciendo que recordara que los próximos años estaré aún deseando un carro sin conseguirlo.
-Deudas...
No quiero deudas. Es entendible que ejerciendo mi carrera como profesor de universidad fuera difícil establecer lazos amistosos con los profesores que ya llevan tiempo acá, siendo yo el único profesor joven y nuevo por años, pero, cuando ya había pasado un año y terminaba el segundo, comprendí que de alguna forma no era bienvenido. Me siento como un adolescente que es desplazado por sus compañeros de clase, es decir, me siento infantil al ver con tristeza como todos se llevan bien y no puedo ser parte de ello.
Así fue con los estudiantes de semestres anteriores, quise ser amable y hacer bromas para entrar en confianza, pero a pesar de mis esfuerzos nadie quiso hablar de algo que no fuera sobre la clase... Incluso para esto optaban por preguntarle a los demás y muy poco a mí. Comprendo que parece que quiero algún tipo de relación distinta a la de profesor-alumno, por lo que el cuarto año de enseñanza lo tomé como otro año más de bromas y soledad. Decidí que no me iba a importar.
Con resignación me levanté de la banca áspera hecha por troncos, y la que me ha estado acompañando por estos años, y me dirigí a la entrada de la universidad.
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Olvidemos la clase
RomanceUn nuevo semestre como profesor en una de las universidades medias del país le causaba nerviosismo y emoción. Estaba dispuesto a entrar en clase y romper el hielo con la misma técnica que repetía con las anteriores cohortes y la cual no presentó dif...