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Se va a repetir lo mismo este año, diré una broma que será tomada como tal, una broma de la que pocos se reirán y situación a la cual estoy acostumbrado. Es algo tan distinto a cuando estuve en la escuela, ya que cuando estudié mi carrera ya habia cambiado todo a como es mi presente, puesto que mis compañeros sí se reían de mis bromas y tuve novias muy dulces que aseguraban que era divertido. Obviamente todo cambia.

Tomé aira y abrí la puerta del auditorio. Dentro todos los estudiantes ya estaban sentados y estaban hablando hasta que vieron que entré para dejar paso a un silencio espeluznante. Los pasos de la puerta a la mesa resonaron dado a la suela sólida de mis zapatos. Mientras dejaba el maletín, miraba a todos con una sonrisa a la vez que intentaba que no me temblará los labios.

Es normal, siempre pasará en la primera clase del semestre y disminuirá con el tiempo.

-Buenas tardes, muchachos y muchachas. Veo que están preparados y atentos para una nueva materia que les ampliará el conocimiento que necesitan para su carrera...

Mis ojos pasaba por encima de los rostros nuevos, rastreando mis nuevos alumnos. Al pasar la vista por el lado izquierdo de las sillas del auditorio hubo algo que me llamó la atención e hizo que la broma que diría se borrara de mi memoria y mi lengua se neutralizara. Puedo jurar que vi unos ojos extraños.

-Profesor, nos contaron que usted a menudo intenta reír a los estudiantes el primer día.

Parece que el silencio por mi parte fue muy largo y lo hizo notar. Tal vez debí prepararme mejor psicológicamente...

-Claro, lo diría, pero recordé que enamoró a muchos, no quiero que haya problemas-. Y guiñé exageradamente esperando que se notara la broma.

Algunos se rieron por lo bajo, así que mi incomodidad bajó. Los próximos minutos expliqué qué haríamos en el semestre, además de nombrar los libros necesarios para que tuvieran tiempo de encontrarlos. A pesar de haber dicho muchas cosas la clase aún le quedaba una hora, por lo que les di el tiempo libre para que preguntaran o hablarán entre sí.

"Si tienen alguna duda pueden preguntarme".

Sentía que mis palmas sudaban y las secaba en el pantalón intentando que no notarán mi acción. Esta vez los estudiantes se mostraron más interesados en incluso preguntaron muchas cosas, lo cual no pasó anteriormente, y de alguna forma estaba contento.

Ya cuando hubo acabado las preguntas y solo faltaba quince minutos, quise preguntar algo con la intención de saber lo que tanto me inquietaba y no pude resolver antes por la poca confianza que le mostraron las anteriores cohortes.

"Muchachos, falta poco para acabar la clase, y, antes de ir os, quisiera preguntarles algo, si es que tienen la amabilidad de responder".

Miré de nuevo a las personas sentadas al frente mío y noté de nuevo lo que había visto al inicio de clase: unos ojos. Unos ojos brillante y oscuros que me miraban con gran concentración. Tragué de nuevo saliva por la sorpresa. Por otro lado, sin esperarlo, la chica dueña de aquellos ojos respondió.

"Pregunte, profesor".

"¿Cómo es el ambiente entre profesores y alumnos, según lo que han notado?".

El silencio volvió y, siendo que la chica fue la que dió paso a la pregunta, esperé que fuera ella quien respondiera; si embargo, fue el chico de cabello verde dentado al fondo del auditorio quien respondió.

"En realidad, los profesores se notan distantes". Todos en la clase asintieron. "Es una universidad con cierto prestigio y es obvio que hay que tener respeto por ustedes, pero hay un límite entre el respeto y la arrogancia".

"Es decir," dijo otro estudiante "hay quienes son agradables hasta cierto punto, pero se nota que es algo forzado... Es complicado".

Olvidemos la claseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora