El humo crece en espirales opacos, se extiende sobre la naturaleza de nuestros seres y se eleva. Asciende: el humo asciende en el aire imaginario de un mundo dolorosamente tangible. Tangible y mordaz, que prolifera en la agresividad de nuestras exhalaciones conjuntas. Son opacos espirales distorsionados, como estrellas fundidas en la tela del cielo aterciopelado. Lleno de virutas invisibles.
Nuestro cielo es una placa grisácea de metal, un metal maleable que se funde en los atisbos del verano. Somos un pronombre plural, una mezcla de dos palmas por completo diferente que titubean al unirse en algo nuevo.
-Tus preciosos pulmones sufren por el tabaco, Odasaku.
Él asiente, tal y cómo está acostumbrado a hacer, lento, cadente, llevándose el cigarro a los labios y expirando un aliento mortífero.
-El alcohol daña tu lindo hígado.
No hay golpe más formidable. Ninguna alabanza será suficiente para semejante argumento. Y por eso brindo, a su favor. El alcohol amarga mi garganta que parece estrecharse, que parece sufrir.
Es una tarde, un día, una mañana, un momento donde el sol sigue siendo sol y caliente el metal maleable del contenedor. Un contenedor abandonado, un charco a la entrada donde nadan ranas y suspiran culebras. ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué su mano envuelve la mía? ¿Por qué fuma como desquiciado mientras que yo bebo como no no hubiera fin?
El humo me hace daño, toso, pese a que contengo las ganas de hacerlo, pese a que no quiero separarme de su lado por nada del mundo toso. Y siento que esa maldita tos ha arruinado todo. Me ha arruinado eso es claro. Odasaku se levantará y me dejará solo. Solo y ebrio y triste y caliente y... triste. Muy triste, por eso bebo.
Pero no pasa, el humo muere. Nuestras palmas se funden, me toca, su mano tibia pasa por mi sien, por mis mejillas y baja por mi brazo quitándome la botella.
-Ya fue suficiente- me dice.
-Yo decido cuando es suficiente- le digo sonriendo y tanteo en un inútil intento de conseguir algo que me provoca náuseas. Quiero seguir, continuar eternamente de esa forma.
Olvidar y sentir que soy olvidable. Que mi memoria se diluya. O es así hasta que en mi torpe tanteo siento sus labios sobre los míos, un suave beso.
Suave, delicado, rápido. Mil adjetivos explotan en mi cabeza pero desaparecen cuando sus labios se separar cuando su voz choca contra mí y dice:
-Fue suficiente, Dazai.
Sí, tiene toda la razón, es suficiente y dejo de buscar y aprieto su mano y me recargo en su hombro. El mundo es un espiral, da vueltas sin control. El ahora es una delirante delicia, el hombro de Odasaku lo es todo.
-No entiendo como no te da asco.
-Ya hablamos de eso- me dice recargando su cabeza en la mía, el calor se disipa en la unión, lo quiero, más junto, más real, menos espiral y más tangible.
-Lo sé, pero aún así pienso que debería causarte un poco de asco. Mis labios han de saber a alcohol barato, a congestión a alcohólica a...
-Ti.
Me rio, me sale natural la risa, la vergüenza aflora, una vergüenza graciosa y juguetona, como jugo efervescente por la garganta. Eso es Oda, es aceptar esa realidad extraña.
-Pensé que te ibas a ir- me confieso- pensé que después de mi tos te levantarías y te irías a fumar a la entrada, allá donde esta mi charco de culebras y ranas. Eso pensé.
-Puedo vivir sin fumar, como tú sin beber.
-No, no puedo. Necesito vomitar mis entrañas, Odasaku, mostraré mi bello hígado asfixiado por el alcohol.
ESTÁS LEYENDO
Talking only me and you
FanfictionDazai está ebrio y quiere decirle algo a Oda. La mentira y el miedo se entremezclan en el humo de un cigarro agonizante.