Prólogo

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Pov. John.

La vida siempre trata mal a aquellas personas que no tienen algún método para defenderse por su cuenta, observar como un mundo completo recaía sobre mi me era realmente doloroso, no obstante me mantenía feliz por dos luces que significaron algo muy importante para el camino en el que recorría llena de oscuridad y pensamientos nada agradables para quien pudiera oírlos.

Pero esas mismas luces que me brindaron alegría, risas, calidez y un sentimiento mucho más fuerte que era el amor, me dejaron de lado como los demás, dejaron un hueco en el pecho que no creo poder sanar tan fácilmente.

Dolía en verdad, trataba de mantenerme siempre feliz ante el mundo que me rodeaba, pero, ¿De qué sirve todo esto?

Era una vida nefasta, con mucho dolorosa físicamente como mental, tuve que cuidar de mí mismo desde muy pequeño, casi no tenía quien pudiera cuidarme cuando solo era un niño.

Tanto padre como madre me dejaron abandonado en la calle, decían que no cumplí con las expectativas que tenían puestas en mi, pensar que papá era alguien como yo, pero su actuar me dijo todo lo contrario, aquella última vez que nos vimos bajo la lluvia y el cielo grisáceo que reflejaba mi tristeza, me dejó claro que jamás le importe.

Y por otro lado mamá solo escupió a mis pies, mientras se alejaba sin decir una sola palabra, debía decir que su mirada, decía más que mil palabras. El cuanto me odiaba, como me despreciaba y sabía que nunca hubiera querido que alguien como yo hubiera ocupado un lugar en su vientre.

Creo que era fácil decir que si hubiera sabido que yo sería alguien sin un poder especial como el de ella, se habría deshecho mucho antes de la primera semana que estuve en su interior.

Ese era un dolor que me carcomía por dentro durante cada noche, justamente a la misma hora, únicamente podía tomar pastillas para la depresión al recordar esos fatídicos días duros por los que tuve que pasar, ahora eran pesadillas que llegaban de esta forma.

Ni siquiera podía estar tranquilo durante el día, recibir palizas, insultos y comentarios de desagrado por parte de cada uno de mis compañeros eran como la mierda, pero no lo negaba, las cosas que se decían de mi a su vez las acepte como una verdad cualquiera.

Nunca debí nacer, solamente era un desperdicio que abarcaba cierta parte del mundo que no resultaba necesario seguir aquí, nadie me notaba y eso era lo mismo que estar muerto.

Y aunque la muerte fuera el camino fácil, también era un cobarde como para siquiera hacerlo por cuenta propia, me sentía tan inservible por no hacer poder hacer algo tan sencillo. Era frustrante.

— ¡¡Maldita sea!!— golpeé el espejo que tenía enfrente para contemplar como se quebro en miles de pedazos mostrando una imagen quebradiza de cómo me sentía actualmente.

Caí de rodillas sin muchas ganas de seguir existiendo, todo lo que alguna vez desee como: familia y amigos.

Era un sueño que jamás cumpliré, no quiero seguir estando solo, y aunque tuviera solamente 1 persona que se preocupa por mi bienestar, generalmente no la pasaba conmigo por tener sus propios problemas personales.

Me recosté en el suelo enrollandome en el suelo abrazando las piernas con bastante fuerza en un intento de consuelo y sentir un calor de otra persona, o por lo menos imaginar que tenía a alguien conmigo.

No vales la pena realmente, por más que te engañes a ti mismo, solamente desperdicias una vida que alguien más útil que tú podría aprovechar— oí esa misma voz que meses atrás me hablaba, jamás supe de dónde venía y se escuchaba como un eco por mi cabeza que me asustaba.

unHAPPINESS | unOrdinaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora