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Las nubes se movían lentamente a diferencia de los árboles borrosos por la velocidad a la que transitaba el tren, mientras que la ventana tenía ligeras gotas que se deslizaban por todo el vidrio.
A mi izquierda, una pila de libros que Hermione había estado leyendo y comparando, diciendo que un libro mencionaba al otro y el otro al otro hasta que consiguió todos.
Frente a mí, Ron que leía un comic muggle que había robado de mi primo la última vez que los visitamos.
A su lado, Hermione, con otro libro por supuesto.
El vagón estaba en silencio y ninguno de los tres decía nada. Habíamos pasado las primeras dos horas hablando sin parar sobre nuestras vacaciones hasta quedarnos sin tema.
Cuando reconocimos que falta una hora para llegar a Hogsmade, Hermione decidió ponerse a estudiar sus libros, cambiarnos el uniforme y no volver a decir palabra.
Aburrido, tomé un libro de los que estaban a mi lado abriéndolo en una página cualquiera y suspirando pesadamente por no comprender ni una letra de lo que decían.
—Mis libros no merecen que los trates así —escuché la voz concentrada de Hermione, regañándome.
Lo cerré y lo devolví a su lugar.
—Estoy aburrido, ¿podemos hablar de algo?
Hermione bajó lentamente su libro, miró a Ron que se encontraba ausente de la realidad fantaseando con spiderman y después regresó a mí.
—Claro, hablemos de Miranda —sonrió con una mirada tenaz.
La sola mención de su nombre me hizo ponerme de muy mal humor.
Hasta Ron bajo la historieta y dijo: —Sabes que no le gusta hablar de eso.
—Bueno, ya han pasado dos años y siempre nos pone la misma excusa. ¿Cuándo vas a terminar con ella? —me miró con desaprobación.
Solte una risa sarcástica cruzándome de brazos y volviendo la vista a la ventana.