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Fang se apresuró a cerrar, ansioso por ver a Buster. No sabía qué iba a hacer con el mayor, pero el simple hecho de poder pasar tiempo con él lo hizo sonreír.

Cerró el café, pensando en lo que había ocurrido aquel día. Al Fang de hace unos días no podrías haberle dicho que Buster era escorpio, porque seguramente habría saltado diciendo que: "ningún escorpio puede ser así" Pero ahí estaba, yendo a no sabe dónde lugar con un escorpio, contra la voluntad de su tía.

No sabía que iba a hacer al volver a casa, pero por ahora se enfocaría en Buster.

En Buster y en ahuyentar las historias que le habían contado desde pequeño sobre su signo.

— Buenas noches, lindo.— se dió la vuelta al escuchar la voz del mayor. Buster llevaba un paraguas en mano, tendiéndole el brazo.— Por si acaso llueve, soy un hombre preparado.

Fang rodó los ojos, tomándole el brazo y colocándose bien la mochila que llevaba a su espalda. Hoy hacía fresco, y se alegraba de haberse llevado una chaqueta además de haberse puesto ropa y accesorios que lo abrigaran. Miró a Buster, notando que el chico comenzaba a tiritar.

— Un hombre preparado, ¿eh?— se burló de sus palabras, quitándose la chaqueta para dársela al chico. Observó como Buster se la ponía rápidamente, abrigándose con la prenda.— Y... ¿a dónde vamos?

— Es una sorpresa.

Esta vez no le ofreció el brazo, si no que simplemente entrelazó sus dedos entre sí y comenzó a caminar hacia delante, con sus manos unidas.

Fang escondió el rostro en su bufanda, evitando que se vieran sus mejillas sonrojadas. Eran simples gestos que provocaban todo un alboroto en su interior. ¿Cómo un signo del mal podía causar todo ese bienestar en él?

Caminaron un poco, hasta que Buster se paró en frente de un lugar que mareaba de tantas luces de decoración que tenía por fuera. Demasiado contraste con su cita anterior.

— Brilla un poco, ¿no?— comentó, poniendo su mano en su frente, evitando un poco la iluminación, aunque después de leer lo que ponía la apartó, casi saltando de la emoción.— ¡Un karaoke!

Buster asintió, apretando su mano contra la del menor y llevándolo al interior del local para reservarse una sala y entrar juntos.

— Dios, hace demasiado tiempo que no venía a uno.— dijo Fang, empezando a quitarse la bufanda y los guantes.

— Entonces, ¿te gusta?— cuestionó Buster, aunque estaba más que claro que sí.— Me alegro, no sabía a dónde llevarte y pum, este sitio llamó mi atención mientras iba en camino a recogerte.

— Para no, y buen plan de último momento.

Buster rió, levantándose a por el micrófono para el menor y tomando otro para él.

— ¿Y bien? ¿Qué canción representaremos primero como si fuéramos cantantes profesionales?

— No sé tú, pero en mi mente he ganado premios cantando I can't stop me.— el mayor empezó a buscar la canción mientras Fang reía detrás, acercándose a él para alborotar su cabello.— Ríete, pero yo gané el premio.

— El mental.

— Sí, y el de ahora. Quien consiga menos puntos paga la cena.

No le hizo falta mirar a Buster para saber que estaba poniendo los ojos en blanco, simplemente se concentró el la letra que empezaba a proyectarse en la gran pantalla y en seguir los pasos de baile que se había aprendido de tanto ver la coreografía. Después de todo, Fang quería ganar. Un juego estúpido, pero no le vendría mal tenerlo en su lista de logros.

Cuando la melodía dejó de sonar, los números aparecieron en la pantalla.

— ¡Gané!— Buster tomó el micrófono, empezando a cantar aquella misma frase con distintos tonos de voz hasta que Fang le quitó el aparato de las manos.— ¿A dónde me llevarás a cenar, querido?

— Pido revancha, eso está amañado.

[...]

A pesar de haber cantado varias rondas más, Buster seguía ganando. Fang bufó, viendo como la cuenta. Buster no se había abstenido y había pedido todo lo que le había parecido atractivo en la carta.

— Gracias, amor.— escuchó la voz melosa de su compañero de mesa haciéndole burla.— Si quieres podré compensártelo esta noche, beb-

— Oh, por dios, cállate.— tapó los labios del mayor, sintiendo sus mejillas furiosamente rojas. El contrario no tardó en reírse fuertemente, atrayendo algunas miradas en el lugar.

— Venga ya, bebé, tú y yo sabemos bien que-

— Buster, una palabra más y corto contigo sin estar juntos.— enterró la cabeza en la mesa, avergonzado por el rumbo, en broma, que estaba tomando el mayor.

— ¿Ah, sí? Pues deberíamos cambiar eso, ¿no crees?

Elevó la cabeza, esperando alguna mueca burlona en el rostro de Buster. Sin embargo, este se encontraba viéndolo con una sonrisa.

— ¿Cómo puedes ser tan...? Dios, qué dualidad.

— Así me quieres. Tu escorpio favorito, al servicio.— un guiño hizo que volviera a esconder la cabeza entre sus brazos y la mesa, esta vez sonriendo.

Quizá tener a un escorpio no era tan mala idea.

Quizá tener a un escorpio no era tan mala idea

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Escorpio ♥︎ BustangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora