Está mirando - 02

174 18 2
                                    

El cielo yacía en una oscuridad lentamente dominada por el sol naciente, haciendo que el despertador realice su trabajo para con Craig, dándole la bienvenida a una nueva mañana.

El joven se levantó de la cama, la tendió y tomó su debido tiempo para rezar al pie de esta. Posteriormente, se cambia a la vestimenta habitual y prepara las cosas que se llevará.

Bajó las escaleras inmerso en el silencio de la casa; el ruido del reloj de pared era tan alto como el de sus propios pasos y no le importaba, ni siquiera se percataba que esto era algo de años.

Al salir, caminó la ruta de siempre, admirando las calles vacías con escasamente un par de negocios abiertos y autos pasando de vez en cuando.

Arribando a la iglesia, ingresó por la parte trasera y encendió todo lo que debía encender. Volvió a rezar en su oficina y al poco tiempo de abrir oficialmente, tomó un respiro en su silla frente al escritorio, escuchando de fondo la llegada de Cecilia.


Transcurrió su día según la agenda, cuya organización ha sido un poco retadora tras la integración de las responsabilidades del padre Maxi y los servicios funerarios, así como también a veces le es sorprendente la cantidad de gente que muere para ser un pueblo relativamente pequeño. Ni siquiera aspira al sacerdocio, pero sabe que Dios le ha brindado esta oportunidad para ampliar sus horizontes y no hay por qué negarla.

Es casi de diario que tiene que visitar la prisión, aunque allá tienen a su propio cura, hay quienes prefieren al del exterior. Y hoy no era la excepción. Al caminar por aquel grisáceo entorno, rodeado de gente peligrosa, arrepentida, o injustamente encarcelada, hacía que a veces divagara en sus pensamientos, reflexionando que un hombre sin libertad va más allá de vivir en una celda.

Despejó su mente para reenfocarse en el trabajo; le tomaría un par de horas hasta regresar a la iglesia para poder descansar unos instantes en su oficina, cuando de pronto, su asistente interrumpe llamando su atención.

—¿Qué pasa?— preguntó Craig notándola inquieta.

—Es Ray, preguntó por usted, lo ha estado esperando—

—¿Eh?— reincorporándose en su asiento —¿En dónde está?— No transcurrió ni la semana, por lo que no era buena señal.

—En un reclinatorio, ya le dije que hoy no podía atenderlo pero no se quiere ir—

—Ah, no lo sé— suspiró pensativo —¿Qué más te ha dicho?—

—No mucho, sólo que le urge hablar con usted—

—Entonces... La bendición no funcionó— desviando la mirada.

—Si mencionó que le habían tocado el hombro después, supongo que no—

—Dile que lo visitaré más tarde— poniéndose de pie —Tendré que cerrar temprano— murmuró.

—Bien, si le preocupa, yo cierro a la hora— ya más relajada.

—¿Segura?—

—Claro, nunca hay mucha gente por la noche—

—Excelente, gracias, Cecilia— la detiene antes de abrir la puerta —Pero no le digas que estoy aquí, de todas formas en un rato me iré al asilo—

—Entiendo, pastor— da media vuelta y sale.

Craig caminó lentamente en círculos, tratando de mentalizarse. ¿Qué salió mal? ¿Todo este tiempo fue real o una mentira bien elaborada?

Tomó aire, sabiendo que no debía sacar conclusiones tan pronto, por lo que continuó con sus deberes hasta caer la noche.


Estaba de nuevo frente a esa casa y Ray no tardó en hacerlo pasar. —Pastor— dice aliviado —Gracias y lo siento mucho—

—Tranquilo, cuéntame—

—Sinceramente, sólo tuvimos un día tranquilo pero está cada vez más agresivo— tomando asiento en el sofá junto a su esposa —Son las puertas, se azotan o nos quieren encerrar, el cuarto de Nick se siente muy frío, algunas cosas aparecen en otro lugar y la misma sombra— agregó desalentado —Por eso, ayer, finalmente pude juntar para comprar cámaras, una está en la habitación del bebé y otra ahí— señalando arriba del televisor, un dispositivo blanco con un distinguible lente negro —No son de la mejor calidad pero al menos ya tenemos más videos—

—Con respecto a los videos— se detiene instantáneamente al quedar la casa en completa oscuridad.

—No, por favor— susurró incómodamente Noelia cargando a su hijo.

—Es sólo aquí— menciona Craig asomándose entre las cortinas, observando que el resto de las casas se encontraban iluminadas.

—Por supuesto— agregó Ray levantándose —Iré a revisar los fusibles— encendiendo la linterna de su teléfono.

—No Ray, no vayas— insistió su esposa quien seguidamente jadeó al oír el distinguible ruido de una puerta en el piso de arriba.

—Tengo que hacerlo— da unos cuantos pasos y la luz regresa como si nada.

—Ah, por Dios— soltó aliviada, abrazando a su bebé con un par de besos en la cabeza —Pastor... Por favor, no nos puede dejar así—

—No... Claro que no— respondió ocultando su inquietud y no por lo que sucedió, sino porque no sabe que hacer —Primero— tomó aire —Desde mi posición, puedo mandar evidencias a mis superiores pero siempre hay un proceso para que llegue al vaticano, se les considere factible y alguien más calificado los atienda— aclaró su garganta —Pero dadas las circunstancias, diría que puede ser posible que ciertos entes se manifiesten al percibir a alguien tan puro como lo es un recién nacido... ¿En qué condiciones adquirieron la casa?—

—Estuvo en venta durante dos años— contesta Ray ligeramente serio —No tiene mucho que se construyó, los primeros inquilinos tampoco vivieron aquí por tanto tiempo pero no sabría decirle si se quejaron o algo, generalmente los agentes inmobiliarios se saltan ese detalle— quejó.

—Si consiguen más contexto del lugar, posiblemente sea más fácil saber a qué nos enfrentamos—

La pareja permaneció callada e incierta, mirándose uno al otro y luego Ray prosiguió —Pastor... Disculpe el atrevimiento pero, ¿Le molestaría quedarse aquí un par de noches?—

—¿Eh?—

—Sí, así tal vez usted note algo que nosotros no—

—Sinceramente, creo que eso molestaría al otro invitado, no pretendo que resulte más hostil de lo que ya es—

—Pastor, creo que vamos a enloquecer si continuamos por nuestra cuenta— incluye la mujer apretando los labios.

—Está bien— cedió. Sintiéndose inseguro con la decisión, también sentía que era lo mínimo que podría hacer por ellos.

Le agradecieron y tuvo que despedirse con el acuerdo de que mañana volvería. Por consiguiente, se pidió un taxi y salió.

El peso de las consecuencias de sus actos lo escoltaban junto al deber encomendado por Dios. Y está bien, si esto es una prueba o parte de su gran plan, que así sea. Él más que nadie sabe que actúa de buena fe y la confianza brindada ha sido una de las recompensas, por lo que, si aún no conoce la respuesta a la casa embrujada, llegará en su debido momento.

A Silent Hell | South Park | Creek AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora