-Ah, Mahito! Sigue, carajo.- Los suspiros llenaban la habitación, y los cuerpos chocando añadían una melodía que iba aumentando con cada embestida.
-Angie, te amo, te amo Angie.- Sus ojos solo te miraban a ti, mientras los tuyos estaban cerrados. En su cabeza se estaba grabando el momento, porque muy en el fondo sabía que esto no iba a repetirse.
-Creo que... ya voy a llegar, ugh.- Tus uñas, recientemente hechas, arañaban su espalda, dejando marcas que el admiraría hasta que desaparezcan. Ignoraste las palabras que el dijo, no era momento de contradecirlo, decidiste dejarlo ser.
-Hagmoslo juntos, ah. Angie, déjame... déjame hacerlo dentro, porfavor.- Murmuró en la curva de tu cuello. La verdad que estabas tan cegada por el placer que solo pudiste asentir con tu cabeza. Aunque no era una preocupación para ti, no podías quedar embarazada. Ese fue uno de los motivos por los cuales tu matrimonio empezó a irse a la mierda.
Terminaron ambos, el se recostó en tu pecho. El cuarto ahora era puro silencio, necesitabas recuperar el aire.
-Asi que... crees que es cierto lo que dicen de mi en la cama?- Su voz parecía buscar una respuesta aprobadora, quería sentirse correspondido aunque sea de una manera no tan romántica.
-Estuviste bien Mahito, ahora callate porfavor, mi cabeza me está taladrando- Sacaste un cigarrillo y lo encendiste.
Mahito se quedó callado, admirando la bella mujer que eras. Todavia sin poder creer lo que había sucedido.
-Si me tomas una foto seguramente te dure más eh.- Sonreíste, parecía un niño teniendo su primera vez con una prostituta que su padre había pagado. Aunque el tuviera más del doble de tu edad.
-Que vergüenza, perdona.- Otra vez, una pequeña tintura de rosa en sus pálidas mejillas. Diste la última calada a tu cigarro y te levantaste para ponerte de nuevo tu vestido, ordenar tu cabello e irte hacia la puerta, sin despedirte, dejando a Mahito solo, con la pequeña culpa de haberse sentido usado.