enzo y julián tienen una relación bastante… peculiar. no son nada, pero se tratan como si hubiese algo más.
si fuese por álvarez, ellos ya tendrían una etiqueta hace mucho tiempo, pero el morocho no quería una relación con él.
julián ama el contacto físico que tiene con fernández, los besos, los abrazos y los mimos lo vuelven loco, hace que su corazón estalle de amor.
cada vez que enzo lo toca, se siente como si lo estuviese guiando a algún lugar donde solo son ellos dos, donde nadie puede destruir aquella unión que llevan teniendo hace tiempo.
pero juli lo extraña… lo extraña desde que se enamoraron.llevan año y medio así, yendo y viniendo. al principio era todo perfecto, como siempre.
enzo era atento, vivía y desvivía por el castaño, lo hacía sentir el ser más amado y afortunado por tenerlo a su lado, sentía que ya nada ni nadie le haría daño, como si fuese un escudo.
las salidas eran casi diarias, siempre iban a un lugar diferente, al morocho no le gustaba repetir panorama, así que cada salida era una aventura para ambos.pero todo cambió cuando enzo hizo malas juntas.
comenzó a tomar, quizás más de lo que le hubiese gustado. ya no era cosa de un fin de semana, era algo de todos los días, todo el día.
la cantidad de discusiones que tuvieron a causa de eso son incontables, no vivían juntos, pero pasaban la mayor parte del tiempo uno con el otro, por lo que sí comenzaba a ser molesto para el más bajo.– enzo, nunca podemos tener una conversación normal, siempre tenés un olor horrible en la boca. te la pasás tomando, eso no es sano, amor…– intentaba hacerlo razonar, pero era imposible.
– callate un rato julián, todo el tiempo con tu cuentito de qué es sano y qué no. no sos mi mamá, dejá de querer controlarme– respondía enojado, apretando sus puños, como si en cualquier momento pudiera soltar el primer golpe.
– ¡siempre es la misma mierda con vos! no sé para qué me llamás, no sé para qué verga decís que querés estar conmigo si cada que vengo te la pasás en pedo, nunca podés estar sobrio– gritaba mientras se levantaba de su asiento, totalmente destrozado por no poder controlar la situación.
y así terminaba siempre, con un julián llorando y un enzo molesto, dando un sorbo más al whisky, como si aquello fuese a mejorar la situación de los dos.
pero al tiempo todo cambió, ya no era solo alcohol, ahora el morocho consumía drogas de todo tipo.
y aunque julián se quería alejar de él, no podía, siempre había algo para quedarse, y si no había nada, enzo le suplicaba que no se vaya, que lo necesitaba.la situación lo agobiaba, no sabía qué hacer, no sabía dónde buscar ayuda o a quién recurrir. toda su familia y amigos estaban el córdoba, era el único en buenos aires.
julián quiere seguir con su vida, trabajar y seguir estudiando, pero se siente tan triste que podría morir.
justo en ese momento, enzo está charlando con alguien fuera de la puerta, el castaño no puede distinguir su voz y sale de su nube de pensamientos cuando la puerta se cierra.
ve entrar al bonaerense con una sonrisa y con algo en la mano, no puede ver bien qué es hasta que se sienta en una de las sillas y lo deja sobre la mesa.una bolsa chiquita con un polvo blanco dentro y una pastilla suelta, no puede diferenciar qué es pero sí sabe que es droga.
– no sé para qué… para qué me invitás si vas a estar drogandote, enzo– murmura el cordobés y lo mira, buscando algún tipo de respuesta en esos ojos marrones que tanto le gustaban.
– es la última vez, juli. te juro que después de esto ya no lo voy a hacer más, voy a mejorar y salir adelante, y así vamos a ser felices como al principio, ¿te acordás?– miente, y mientras lo hace lleva una de sus manos a la mejilla de su chico. acaricia lentamente su suave piel, donde aún quedaba algo de acné a la vista.