Ser dueño

129 16 1
                                    

Un acontecimiento tan valioso, una cercanía tan hermosa... Claramente, Abbacchio atesoraría por siempre ese momento tan bello y especial, en el que tenía al hermoso Bruno Buccellati dormido, acurrucado en su pecho.

El lugar, la sala de espera de un hospital, no era ciertamente ideal, pero por primera vez en su vida Abbacchio acababa de comprender esa jodida frase de "No se trata del lugar, sino de la persona". Sonaba como una pendejada, pero ya podía entenderlo a la perfección.

Por ello, deseo que ese momento durase para siempre...

Sin embargo, al transcurrir el tiempo, las personas iban entrando y saliendo de aquella sala de espera. Casi maldice a la enfermera que dijo su nombre en voz alta, indicando que era su turno.

- ¡Leone Abbacchio! ¡Leone Abbacchio! – voceo la enfermera.

Reacio a moverse, con tal de no perturbar el sueño de Bruno, Leone alzo su mano libre.

Con tremendo... volumen, por supuesto que la enfermera lo vio y dejo de llamarlo. Ella aprecio al jovencito acurrucado contra el albino, dormido.

- Consultorio 107, el doctor los atenderá en un par de minutos... - indico la mujer, señalando con la mirada hacia el pasillo donde se encontraba la puerta a aquel consultorio.

Abbacchio asintió en respuesta.

Bueno. ¿Y si no iba? Podría cargar a Bruno, subir a su auto con él y regresar a casa lentamente... llevárselo a casa, robárselo...

No, Bruno se enojaría muchísimo si se diera cuenta de que se saltó su turno.

¿Pero, como haría para despertarlo? No quería, jamás. Estaba pasando el mejor momento de su vida, con esa belleza acurrucado en su pecho.

- Mh... ya lo llamaron, signore Abbacchio – se escucho una suave voz varonil. Bruno seguía acurrucado en él. El hermoso pelinegro se tallo suavemente un ojo regalándole a Abbacchio la visión mas extremadamente tierna con la que pudiese soñar. – Lo siento... me dormi...

Abbacchio se sorprendió, mas permaneció quieto a pesar de la impresión. ¡Buccellati se había despertado al oír la voz de la enfermera diciendo su nombre! De pronto, Abbacchio noto como Buccellati abrió sus ojos con sorpresa, reincorporándose segundos después.

Bruno sintió sus mejillas arder, cuando recobro la consciencia se percato de que se encontraba apoyado contra el pecho del signore Abbacchio. Su corazón latió fuerte, sintió su rostro calentarse.

- No te preocupes... - se apresuró a decir Abbacchio. A el absolutamente nada le había incordiado que Buccellati lo hubiese usado de apoyo para dormir una siesta.

Es mas, el perfectamente podría ser la cama tamaño King size de Bruno, cuando al pelinegro se le antojase u ofreciera.

- No hagamos esperar al doctor, ¿Si? – le recordó Bruno, con sus mejillas rosas.

Abbacchio fue el primero en ponerse de pie, Buccellati también lo hizo. El albino camino hacia su consultorio asignado junto a Bruno. Ninguno de los dos supo que mas decir en ese momento.

"Me dormi en su pecho... ¿En que momento fue?" se preguntaba Bruno, algo avergonzado. Ciertamente, el calor que irradiaba el signore Abbacchio era demasiado atrayente. No le sorprendió que su yo somnoliento se acercase a descansar ahí. Estaba algo avergonzado por haberse tomado tal libertad, sin conocer el hecho de que fue el signore Abbacchio quien lo acomodo de esa manera, para que estuviese mas cómodo.

"Bombonsito, no tienes por que disculparte por quedarte dormidito. Puedo ser tu cama King size cuando quieras, dulzura. Puedo ser tu más cómoda silla, tu más cómoda cama, para lo que quieras hacer. Para lo que tu gustes y mandes, bomboncito" pensaba Abbacchio, sellando sus propios labios para no pronunciar tales barbaridades como si fuese de nuevo ese joven veinteañero de excelente físico que podía darse el lujo de decir pendejada y media.

Eros ~Dall'uva dolce al vino inebriante~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora