—Obliviate —Severus hechizo con pesadez a la bebé en sus brazos. El llanto de la criatura se hizo presente al instante mientras se la entregaba a Dumbledore—. Te suplico que aprendas a mirarle y quererle como si fuera tu sangre.
—Llegará el día en que ella sepa la verdad. Pero hasta entonces cuidaré y protegeré de ella.
—Adeline no tuvo tiempo de darle un nombre, también te pido que le encuentres uno —la marca tenebrosa comenzó a arderle, el señor oscuro lo llamaba—. Debo acudir a su llamado, cuéntale le su madre para que crezca en paz.
Severus nunca volvió a buscar ni a preguntar por ella, ni siquiera después de que Voldemort desapareció al igual que sus seguidores.
[.....]
Los años pasaron rápido, y con cada primavera venía un año más para la pequeña Oriana Dumbledore. Quién recibió su carta para Hogwarts durante una visita a la madriguera de los Weasley.
—Tomen, tomen es para ustedes —chillo emocionada la señora Weasley, entregándoles una carta a su hijo Ronald y a Oriana—. Ambos han sido aceptados en Hogwarts.
—Gracias —respondió la niña, admirando la tan anhelada carta.
—Estoy segura de que ambos quedarán en Gryffindor. Sería terrible si no.
—¿Por qué? —preguntó con inocencia la niña—. ¿Qué tienen de malo las otras casas?
—Nada nada, pero jamás un Weasley o en tu caso un Dumbledore ha quedado en alguna otra.
—Entonces espero quedarme en ella.
—Yo también, linda yo también.
Oriana pasaba mucho tiempo en la madriguera debido a que Albus debía ejercer su cargo como director. Eso hizo que les tomara aprecio a los Wesley aunque a veces se cuestionaba muchas de sus actitudes.
[.....]
—El primero que encuentre un lugar espera al otro —propuso Ronald.
—Tu derecha, y yo izquierda —aceptó Oriana, comenzando a caminar entre las cabinas buscando un espacio para ambos. Las voces de dos niños discutiendo la hicieron detenerse frente a un compartimento y mirar por el cristal.
