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Cuando Alice empujó la pesada puerta de madera conmigo pegado a su espalda mi cabeza empezó a calcular las posibilidades

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Cuando Alice empujó la pesada puerta de madera conmigo pegado a su espalda mi cabeza empezó a calcular las posibilidades. Las posibilidades de acabar con los cuatro vampiros que miraban con diversos grados de curiosidad o molestia nuestra entrada y de poder salir todos vivos.

Centrarme en eso me ayudó a no pensar en el brazo de Edward rodeando la cintura de Bella en un gesto protector, con su cuerpo ocultándola parcialmente de la vista de la guardia. Ni de los sentimientos que emanaban de él: miedo, recelo pero también dicha, verdadera y absoluta dicha por ver a Bella.

Y había algo más, algo más oscuro y profundo que me hizo apretar los dientes dándole a mi rostro un gesto aún más amenazador que alertó a los fornidos vampiros. La sed. Fue como si alguien vertiera ácido por mi garganta. Podía ver por sus ojos que Edward no se había alimentado en días, quizás semanas. Su ansia por la sangre de Bella me hizo salivar hasta que envíe ese sentimiento al fondo de mí. Era Bella. Mi pequeña humana.

No la pondría en peligro. Nunca más. Tenía que sacarla de ahí.

Cuando las cejas de Edward se fruncieron pensé en tácticas de combate con rapidez, alejando esos pensamientos. Por fortuna parecía bastante centrado en los pensamientos de la pequeña chica que había entre los guardias.

Clavé la vista en ella. Apenas tendría más de quince años. Rubia, aparentemente frágil con una cara más similar a la de un ángel bajado a la tierra hasta que te encontrabas con sus ojos que prometían decenas de años de tortura. Jane. Carlisle la había descrito a la perfección.

-Vamos, Aro nos espera. –ordenó y sin más se giró, con la seguridad de que la seguiríamos.

¿Qué otra opción nos quedaba? Intercambié una fugaz mirada con Bella de cuyo cuerpo sólo emanaba incomodidad y miedo. Parecía batallar entre querer alejarse de Edward y no querer llamar demasiado la atención sobre su persona. Le dediqué un pequeño asentimiento para que se quedara a su lado y empezamos nuestro descenso a los infiernos, o a la guarida de los Vulturi, que venía a ser lo mismo.

Metros y metros de pasillos de piedra que formaban un laberinto de túneles del que no había escapatoria. Era imposible iniciar una lucha con ellos, no en su territorio, y el estratega que había en mí lo sabía.

Finalmente llegamos a una especie de recepción de fríos y brillantes suelos de mármol. Una humana estaba detrás de un gran escritorio de madera, era una secretaria en un lugar totalmente incorrecto.

Se levantó con una amplia sonrisa en su rostro, como si fuéramos la siguiente cita en la agenda de los reyes y hubiéramos llegados de manera adecuadamente puntual.

-Bienvenidos. –dijo mientras nos conducía hasta las grandes puertas unos metros más allá de su puesto.

-Es humana. –murmuró Bella pero todos pudimos escucharla.

Animales de sombra. | Jasper x BellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora