El nativo irlandés

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Bajo los brillantes rayos de sol que golpeaban la península ibérica nos encontramos con un joven español, este se encontraba algo apurado, pues tenía una reunión sobre un asusto de suma importancia con su padre, y quería llegar lo más pronto posible, pues no quería ninguna decepción por parte de su progenitor.

Ya llegué, padre, lo siento mucho por haceros esperar. - Dijo el español, deshaciendo la postura firme de su cuerpo, con la respiración agitada y tratando de recomponer la compostura frente a la gran figura imponente que reflejaba su padre.

El contrario, simplemente no dijo nada, se quedó callado por varios segundos. Esto llamó la atención del español, haciendo que acto seguido mirara directamente a su padre. ¿Qué era lo siguiente que le esperaría a su familia? Preguntas como esas rondaban ahora por la mente del español, sin embargo, el monarca comenzó a hablar, interrumpiendo esos pensamientos.

Inglaterra... - Fue lo único que dijo, antes hacer una pausa breve, el español ya se veía venir lo que iba a decir.

Ese impertinente está amenazando al catolicismo, cosa que no podemos consentir. Como potencia católica que somos, no podemos dejar pasar esto por alto. - Continuó el monarca, a la vez que pronunciaba estas palabras, se fue formando una expresión de molestia en él.

Por el contrario, el joven español estaba escuchando atentamente a su padre, esperando a que le encomendara cuál sería su misión.

Hijo, has llevado años entrenando para luchar, ahora que has mejorado considerablemente, tengo la certeza de que podrás defender el catolicismo en aquella isla. - Comentó el monarca observando a su hijo con una pequeña sonrisa, pues se veía que tenía confianza en su hijo, y esperaba que no le decepcionara.

Esto último causaba dos emociones contrapuestas en el español: alegría y estrés. Le gustaba que su padre tuviese confianza en él, pero por otra parte se sentía bastante estresado y presionado, cosa que le ponía nervioso y algo incómodo.

La conversación entre padre e hijo continuó por una media hora más, en la que el monarca le explicaba con elocuencia al español todo lo que debía hacer y el español preguntaba inquietudes y dudas que tenía. Pues al fin y al cabo este último se había metido pocas veces en conflictos hasta ahora. Tras haber finalizado la conversación, el español se despidió de su padre y fue a prepararse para lo que le esperaba.

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Pasadas unas horas, el español ya estaba a bordo de su barco en mar abierto, en un principio las cosas no iban tan mal, pero más tarde todo comenzó a complicarse mucho para nuestro joven español y sus acompañantes en el mar, justo como le había advertido su padre antes de embarcar.

Llegó un punto en el que uno de los barcos que tenían la familia, tuvo que volver otra vez a puerto, justo el que más provisiones llevaba. Realmente el español lo tuvo difícil, tuvo que buscar urgentemente un lugar en el cuál desembarcar, ya que el temporal parecía ir en su contra en ese momento, así que decidió desembarcar en Kinsale.

Bien, conseguí desembarcar sano y salvo - Pensaba para sí el español, aliviado.

Pero realmente los problemas solo acaban de empezar, ¿Y la familia irlandesa?, ¿Dónde estaba?, el español no los veía por ninguna parte, y eso se debía a que no desembarcó donde habían quedado, el español al darse cuenta se quedó completamente horrorizado, pues estaba perdido, definitivamente había cantado victoria antes de tiempo.

El hecho de que el español no hubiese conseguido desembarcar en el lugar correcto se lo complicó mucho a aquellos irlandeses, pues tenían que cruzar toda la isla para reencontrarse con su aliado español, era realmente una situación muy complicada para ambas partes.

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