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—Es bueno verte de nuevo, enfermera Haerin —Danielle se burló de mí.

—Desafortunadamente, no puedo decir lo mismo de ti —contesté.

La última vez que la había visto en la oficina, llevaba la bata blanca de Lee Hyein, pero ahora llevaba el uniforme azul de los pacientes. Dos botones superiores de su uniforme estaban abiertos, las mangas dobladas hasta sus codos y eso hacía visibles todos los tatuajes que corrían a lo largo de su brazo.

Estaba a tal distancia que no podía decir de qué se trataban los tatuajes y eso me hizo sentir curiosidad.

Danielle se rió entre dientes, un ruido sordo, el tipo de risa disimulada que mejor se adaptaba a una oficina que a un asilo mental.

Al mirarla, nadie pensaría que estaba loca, pero esa era la verdad.

Era una psicópata de mierda.

Lo que es aún más aterrador es que parecía ser el tipo de persona que fácilmente podría mezclarse con la gente normal si no supieran acerca de los demonios que tiene de amigos.

—Vamos, no seas así, Haerin-ah. Todavía tenemos esa cita de café de la que estabas hablando —me pasó esa sonrisa torcida, obviamente burlándose—.¿Te recojo a las siete?

Crucé mis brazos sobre mi pecho y la miré fijamente.

Ya no estaba de humor para bromas, no después de lo que había hecho la última vez.

—Pensé que ayer era fue razón suficiente para que dejaras de trabajar como enfermera. ¿Qué te hizo quedarte?

Coloqué la bandeja de comida en la mesa junto a su silla y rápidamente retrocedí, manteniendo una distancia segura.

Ella continuó.

—¿Te asusto, Haerin?

La forma en que dijo mi nombre me dio escalofríos.

—Ya quisieras —dije.

Se rió, como la loca que era.

—Entonces, ¿por qué estás tan lejos? Acércate un poco más —hizo una seña con su dedo índice para que me acercara.

—Gracias, pero estoy bien. No creo querer que me muerdas y arranques la piel —dije, riendo suavemente para ocultar mi nerviosismo.

—¿Estás segura de eso? —preguntó, con la ceja arqueada—. Hay clubes de fans en todo el mundo dedicados a mí. Las mujeres que son parte de ese club de fans quieren que las desvista, entre otras cosas... —sonrió maquiavélicamente.

—¿Y se supone que debería estar impresionada? —pregunté.

Ella sonrió de nuevo.

—Bueno, ¿no es así? No todos los días te encuentras con una chica que puede ser sexy y tener las agallas para cortar cabezas sin vomitar.

—Yo diría que las personas que están disgustadas al ver eso son en realidad normales, mientras que tú eres claramente todo lo contrario —dije.

Danielle se rió de nuevo.

—Los psicópatas son bastante normales —luego agregó—: A veces —y dirigió su mirada a otro lado.

—Una psicópata puede ser una esposa leal y amorosa, una buena madre y todo lo que sueñas. Simplemente no entres en su sótano —suspiré—. Supongo que olvidé agregar que también son mentirosos patológicos y carecen de empatía.

Observé que su mandíbula se tensaba y sus oscuros ojos verdes me miraban.

No podía decir lo que estaba pensando por sus expresiones, pero estoy segura de que sabía que había dicho lo correcto para silenciarla.

¿Y por qué exactamente estaba encontrando placer dejarla sin palabras?

Justo cuando pensaba que las cosas habían tomado el giro equivocado, sus expresiones se suavizaron.

Decidí molestarla más.

—Entonces, ¿qué tipo de psicópata eres? ¿Hannibal Lecter o Patrick Bateman?

—Ninguno —ella contradijo—. Soy más como Dexter Morgan.

—Dexter Morgan no mordía a la gente —contesté

—Olvidé agregar la parte de que puedo ser un poco más dañina.

No pude evitar reír.

—Si no estuvieras tan loca, diría que eres interesante.

Sus ojos continuaron mirándome, como si pudiera mirar dentro de mi alma y leer todos mis pensamientos. Y luego me hizo la pregunta que menos esperaba.

—¿Tienes novio, enfermera Haerin?

—Sí —mentí, bastante sorprendida por mi capacidad de mentir tan fácilmente.

—¿Quién es la mentirosa patológica ahora? —preguntó, arqueando una ceja.

Minji tenía razón.

Danielle era inteligente, manipuladora y alguien con quien ni siquiera debería hablar.

—Incluso si no tengo novio, no es asunto tuyo.

Danielle sonrió.

—Me muero de hambre. ¿Qué tienes ahí? —preguntó, fingiendo echar un vistazo a la bandeja.

—Bueno, no es carne humana si eso es lo que esperabas —dije bromeando.

Si estaba echando humo dentro, y muriéndose por matarme, no lo dejó ver.

Bueno, se merecía un poco de sarcasmo y burla después de los muchos problemas que me había causado.

Danielle solo me sonrió como si la hubiera felicitado.

—¡Debes ser psíquica! —exclamó.

Me decepcionó que el insulto no le afectara.

Quité la tapa de la bandeja de comida y la coloqué frente a ella.

Era lo habitual. Puré de papas y salsa con un poco de ensalada.

Al instante me sentí mal por ella.

El hospital debía hacer variaciones con el menú, y no servir tres veces a la semana lo mismo.

Coloqué las cosas en su mesa con cuidado y también hice su cama mientras me daba cuenta de que estaba bajo el ojo del halcón.

Después de eso, decidí que era hora de lo que más temía.

Me acerqué a ella y por alguna razón desconocida, mi corazón comenzó a bombear fuertemente a través de mi pecho.

Nunca antes me había sentido tan nerviosa mientras cuidaba a un paciente y, sin embargo, me di cuenta de que estaba temblando.

Tal vez fue por lo que sucedió con la Dra. Hyein, que temía que se repitiera conmigo.

Los ojos de Danielle estaban en mí, observando cada uno de mis movimientos mientras desabrochaba las correas de sus muñecas.

Como si tuviera una premonición de lo que iba a ocurrir, retrocedí, pero no lo suficientemente rápido porque Danielle estaba justo detrás de mí.

Abrí la puerta para salir corriendo, pero ella la cerró mientras yo todavía estaba atrapada entre sus brazos.

Me volví para mirarla y me di cuenta de lo alta que era en realidad.

Estaba temblando y a Danielle le estaba gustando, su sonrisa lo decía todo.

Si nunca había experimentado miedo, bueno, ahora sí.

Mi decisión de mantenerme fuerte parecía haberse deslizado en el olvido.

—¿Qué me vas a hacer? —pregunté con la voz temblorosa.

Su cuerpo se apretó contra mí y su cara se acercó a la mía.

—Bueno, esa es la pregunta que me estoy haciendo. ¿Qué haré contigo, enfermera Haerin? —susurró.

—No, Danielle... ¡Por favor! —grité.

Su sonrisa lobuna regresó.

mental asylum.     [daerin] auWhere stories live. Discover now