Capítulo III ♥️

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Era un día agitado en el palacio de Onyrix pues hoy llegaba de la guerra el príncipe

Eros, un joven de 26 años con cabellos dorados y ojos azules como el cielo, era codiciado entre las mujeres y por esa razón era tan arrogante, superficial y narcisista, pero no se le podía negar que era todo un soldado, cuando él estaba a la cabeza se ganaban las batallas y hoy era el día que llegaba a palacio para darle la asombrosa noticia a su padre de que habían conquistado nuevas tierras y que así lograrían sacar al reino del lodo.

Sonaron las primeras campanas y ya se veían ondear las banderas del ejército de Onyrix con su príncipe a la cabeza en su hermoso pura sangre negro, era su caballo y el cual tenía desde que solo contaba con 10 años.
En palacio lo esperaban su madre la reina Estela una joven mujer de unos 40 años con el cabello rubio igual que su hijo se podían decir que ellos dos eran dos gotas de agua, el rey y su hermano menor.

El príncipe Apolo, un joven de 24 años el cual era guapo pero muy diferente a su madre y hermano este tenia el pelo negro y los ojos color avellana, y sobre todo poseía un corazón enorme ya que se le conocía por ayudar a los campesinos e impartir clases en las escuelas rurales que había mandado a construir en toda la zona a lo largo y ancho de su país, era admirado por varios lores de la corte e incluso por su propia madre, pero no todos tenían esa opinión acerca del joven ya que su padre planteaba que un príncipe no tiene por que andar enseñando a campesinos ineptos que luego darían problemas.

Tras llegar Eros al palacio y montar su pequeño espectáculo en el cual se bajo de su caballo de un solo salto y luego blandió su espada de un lado a otro se dirigió directo a la sala del trono donde lo esperaba la familia real.

La primera en saludar a su hijo fue la reina la cual se lanzo a sus brazos y lo abrazo con todo el amor del mundo a lo que el príncipe correspondió de la misma forma para luego ir y abrazar a su joven hermano y por ultimo a su padre el cual si bien estaba feliz con la llegada de su hijo no podía evitar pensar que aún seguían en la ruina.

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