~Flecha - Leiva, Elsa y Elmar~

6 1 0
                                    


Tengo dos posibles culpables de mi idealización de los hombres, uno es la novela rosa, estas cosas me hacen desear con todas mis fuerzas una historia así, buscándola casi en cualquier lugar aunque tenga un letrero fluorescente de "aquí no es".

El segundo culpable es sin duda Pablo Alborán, es sin temor a equivocarme el hombre más talentoso que ha pisado la faz de la tierra, algo que agradecer a España ¿aparte de Yon González y las bulerías? Es por mucho la existencia de Pablo. Tiene la capacidad de acoplarse con sus letras a cualquier mood de mi vida, especialmente cuando tengo el corazón con una fisura, no puedo decir que cuando está roto porque Dude, siempre está roto, no sé bien cuando se rompió, solo un día, caí en cuenta que ese sería su estado permanente a perpetuidad.

Guardo mi actual novela en la mochila y me pongo a filosofar sobre la vida mientras veo desde la ventana del bus a toda la gente dirigiéndose a su respectiva monotonía. Mi entrada en la oficina está pactada a las nueve, la pantalla de mi teléfono dice que son las nueve con veintitrés, tarde como siempre. Ni siquiera me molesto en avisar que llegaré con retraso, la última vez que lo hice hace meses, Fabiola mi jefa me respondió textualmente "búscate otra ruta u otro trabajo." Desde entonces ya no aviso, me evito el mal rato, no es como que pueda gritarle al conductor que acelere por que mi tolerancia se supone que es de quince minutos, de cualquier forma, no estoy faltando, es mejor llegar media hora tarde que no llegar, supongo.

Llegó sin mucho ánimo y subo las escaleras de la inmobiliaria, está a pie de calle y solo son dos pisos, ventas abajo y administrativos arriba. Doy los buenos días en general, pongo mi huella en el reloj checador y me pongo a sacar pendientes, formo parte de contabilidad, eso es lo que estudie, amo lo que hago, no es una carrera emocionante pero siempre sabemos cosas que otras personas o profesionistas no tienen idea, en el equipo somos cuatro: Fabiola, Gabriela, Delia y yo Minerva. No tenemos una forma de escalar, solo aumentos de sueldo, la jefa es la accountant manager y el resto somos auxiliares.

Tenemos un patrón extranjero y llevamos la contabilidad de todos sus negocios en este país, paga mucho más que cualquier patrón nacional y paga sus cuotas de la seguridad social como son. Trabajo en una inmobiliaria de casas de lujo así que hay gente pomposa paseándose todo el día por aquí. No se puede venir en pijama a trabajar, tristemente.

Mi jornada básicamente es llegar, hacer facturas de ingresos, notas de crédito, presentar declaraciones mensuales y hacerme cargo del archivo. No es pesado físicamente, pero sí es un poco tedioso. Desayuno antes de las once de la mañana, la hora de comida sobre las tres y salgo camino a mi casa alrededor de las siete de la noche, se supone que debo salir a las seis, pero como llego tarde tengo que reponer el tiempo. Así de lunes a viernes.

Aparte de mis compañeras de área hay más personas en esta oficina, por ejemplo, las chicas de "ventas" solo son dos, gerente y coordinadora, Paullette e Isabel, últimamente casi a diario contamos con la indeseable presencia del fotógrafo de las casas y asesores inmobiliarios para sus tarjetas y brochure de presentación, su nombre es Leonardo Rassi, totalmente irrelevante.

— Mine, me compartes el reporte de los ingresos del mes pasado, por favor. – Gaby, mi compañera que tiene el escritorio a mi izquierda, es agradable, solo que siempre está alterada, cree constantemente que a pesar de ser la mejor del equipo la despedirán en cualquier momento.

— Sale un reporte de ingresos por correo – le digo una vez que he dado enviar.

— ¿segura lo enviaste? No me ha llegado y necesito comenzar a trabajarlo ya mismo – dice con mueca de angustia. Suspiro. No quiero que mi buen humor mañanero después de mi segunda taza de café bien cargado desaparezca.

— Actualiza tu correo, tal vez está en el limbo aún.

Vuelvo mi mirada a la computadora y escucho el ¡clic, clic! Desesperado que emite su mouse que oprime con insistencia hasta ver que entra el correo a su bandeja.

Los correos electrónicos van y vienen, todo el día, la lista de pendientes también se modifica durante la jornada, llega la hora de comer y verifico mi teléfono. Un mensaje de Nicolas que dice:

¿Esta noche?

Respondo una afirmación rápida y voy a la cocina a calentar mi comida traída de casa. Pasta con pollo. Huele exquisito. Tomo el tenedor, me veo interrumpida por una potente voz masculina.

— ¡Uf! Que bien huele - me giro un poco y sonrió amablemente, pero nada escandaloso, detesto su acento a las costas de España, normalmente el acento andaluz me parece de lo más atractivo, pero todo él es exasperante, me hace una reacción en el estómago cada que lo escucho cerca. Devuelvo mi atención a la comida, entra también Delia a la cocina.

— Leo, si Minerva no contesta cuando está desocupada ¿Qué te hace pensar que lo hará con la boca llena? – Levanto una ceja y sonrío por su comentario, sigo dándoles la espalda. Otro mensaje ha llegado.

Bien, te veo a las 8.30.

Reaccionó con un pulgar arriba y esa es toda la conversación con Nico, veo su foto de perfil, tiene un rostro muy atractivo, mentón cuadrado, barba oscura bien perfilada y labios gruesos, el pelo de corte militar bien peinado y unos ojos castaños, llevo viendo la foto un buen rato hasta que mis pensamientos son interrumpidos, de nuevo.

— Mujer, sigues saliendo con ese patán – No es pregunta y lo confirmo con su cara de poco amigos que ha puesto. – Cariño, los hombres como él no tienen ni una pizca de sentimientos por chicas como tú.

— Chicas como yo ¿Eso qué rayos es?

— Pues sin duda mejores personas que él, Minerva, llevas esperándolo desde el segundo semestre de la universidad, tienes veinticinco ¿Cuánto más esperarás?

— No después de mis veintiséis.

Me dirige una mirada de lástima ¡lástima! Me giró dispuesta a abandonar la cocina un momento, pero el gran cuerpo de Leonardo me lo impide, se ha quemado la conversación. Es alto, tiene que medir más de 1.85 metros, la piel blanca y el pelo negro azabache cae en melena hasta los hombros en hondas muy marcadas, creo que se cuida el pelo más que yo. Tiene una barba incipiente que enmarca unos labios rellenos y perfectamente besables...

Giro de nuevo a mi lugar en la cocina y termino de comer mi pasta sin dirigirles la palabra, pero alcanzo a ver por el reflejo del refrigerador que Leonardo hace todo tipo de muecas celebrando que Delia me dejó callada. Idiota.

FUEGOS ARTIFICIALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora