Harua tiró su celular a un costado y sin pensarlo arrojó sus brazos a los hombros de Yuma y lo apretó fuerte, conteniendo lo en su abrazo.
un abrazo algo torpe y bruto, pero un abrazo en fin.
—si pudieras mover mis brazos te abrazaría de vuelta —pensó Yuma. aún así, se sintió conmovido por el esfuerzo que ponía Harua en hacerlo sentir mejor, sin siquiera saber el motivo de su malestar. un amigo como Harua vale oro de verdad.
al ver que Yuma había dejado de llorar, el menor secó una vez más el rastro de lágrimas en su cara, y dejó un besito en ambas mejillas. esto provocó que el mayor soltara una risita, y a partir de ahí ambos rieron juntos.
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