Cap 1: Hogar

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Narrador Omnisciente...

La familia Pevensie y la familia Bowell eran mejores amigos desde hace más de tres décadas, habían criado a sus hijos juntos, la heredera de los Bowell y los cuatro hermanos Pevensie.

Amelie Bowell y Peter Pevensie, ambos jóvenes de la misma edad y los herederos de sus respectivas familias, eran mejores amigos desde siempre, sus padres los habían criado juntos y eran inseparables.

Peter era demasiado impulsivo, se dejaba llevar por lo que sentía, pensaba muy poco debido a su impulsividad, siempre fue explosivo, era brillante y su sentido de protección era el más grande del mundo, tenía muchísimo amor por dar y era un caballero, en toda la expresión de la palabra.

Amelie, por otro lado, era intuitiva, se dejaba llevar por lo que su corazón decía y analizaba todos los posibles resultados de lo que pensaba hacer, veía todo con ternura, con amor y su corazón era enorme, y siempre procuraba ser la voz de aquellos que no tenían el valor de hablar.

Susan Pevensie, quien era dos años menor, era la más cuidadosa de los cinco, era quien usaba el cerebro más que su corazón y no lograba encontrar un balance de la mente y el amor.

Edmund Pevensie, era el hermano de en medio de los Pevensie, el travieso, el que nunca estuvo de acuerdo con las reglas, pues creaba las suyas, a pesar de todo, daba todo por defender a su familia, sobretodo sus hermanas, quienes eran su debilidad más grande.

Y Lucy Pevensie, la más pequeña, la bondadosa, quien veía todo con optimismo, amor, y el lado bueno de las cosas, quien los mantenía a todos en armonía, pues siempre conseguía sacarles una sonrisa a todos, quien los tenia a todos a sus pies, cuidándola y manteniéndola a salvo.

Familias vecinas, los Pevensie adoraban a los Bowell y vivían días soleados y llenos de sonrisas, pues sus madres eran mejores amigas y sus padres se llevaban muy bien, pero las cosas buenas no duran para siempre, y la guerra llegó.

El señor Bowell y el señor Pevensie fueron convocados para ir a la guerra a defender a Inglaterra, dejando a sus hijos y esposas solos, en casa de los Pevensie.

Sus madres eran conscientes de que ese sitio ya no era seguro, y los enviaron lejos, a casa de un profesor que amablemente decidió acoger a los cinco niños en su casa.

-Cuídalos mucho por favor Pete- dijo la señora Pevensie a su hijo mayor, quien la abrazó dulcemente, para luego ofrecerle el brazo izquierdo a Amelie y el derecho a Lucy.

Subieron al tren, y encontraron un vagón vacío, se sentaron y Susan les empezó a leer una de sus historias, hasta que se mareo y tuvo que irse corriendo al baño más cercano, Edmund salió con Lucy, a ver por la ventana de enfrente, dejando a Amelie y Peter solos, por primera vez en mucho tiempo.

-Todo esto es horrible- dijo Amelie ocultando su cara en sus manos, haciendo que el rubio la abrazará, -No te preocupes preciosa, es temporal, más bien, que suerte que tenemos este momento para estar nosotros- dijo Peter acurrucándose a la pelinegra en el asiento del vagón, la abrazó y la cubrió con sus brazos, dándole ese calor que lo caracterizaba, ese cariño y esa confianza con la siempre se trataban.

-Gracias Pete, no tienes idea de cuánto te quiero y que tan especial eres para mí, mi rubio bonito- dijo Amelie, escondiéndose en el pecho del rubio.
Justo a tiempo para que Edmund, Lucy y Susan entraran.

-Ugh que asco- dijo Edmund sentándose mirando a la ventana, Lucy se sentó junto a él ocultando una risilla y Susan se sentó y casi vuelve a vomitar.

Llegaron a la estación y al bajar ya iba llegando una señora con un caballo, quien los recogió y llevó a la mansión, a la que se iban a quedar.

La señora Macready, se encargó de explicarles las reglas de la mansión, consistía de cuatro básicas, no correr dentro de la casa, no gritar, no romper ni tocar nada y la última y más importante, no molestar al profesor, fuera de ahí, podían hacer lo que quisieran, el patio era enorme y había demasiado espacio para jugar.

-La habitación de las niñas es la de la derecha y la de los niños la izquierda, igual pueden dormir donde quieran, con permiso- dijo la señora antes de perderse entre los muros de la mansión.

Lucy tenía una cara triste, ya había mencionado varias veces que extrañaba su casa y su cuarto en Finchley.

-No te preocupes Lu, haremos de esta casa un hogar, ya lo verás, además esta habitación es muy bonita, y puedo pintar algo para decorarla- dijo Amelie tratando de consolar a la más pequeña de los Pevensie, uno de sus pasatiempos favoritos era pintar y dibujar, solían hacer días de campo y ella se quedaban sentada retratando a toda su familia, Peter siempre la observaba, ella siempre pensó que a él le interesaba la pintura, pero lo que verdaderamente le interesaba era la pintora.

Al final los chicos decidieron irse a dormir, con la esperanza de despertar con una realidad más linda de la que estaban viviendo.

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Gracias por leer el primer capítulo de Siempre Fuiste Tú, espero actualizar una vez a la semana, también muchas gracias por ser parte del sueño tan grande que espero cumplir.

Nos vemos en el siguiente capítulo.

xoxo
Dannita ♥︎

SIEMPRE FUISTE TÚ// El gran Rey Peter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora