22. GIA

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Leer en sus labios 'nos vemos mañana hoyuelitos' fue de lo más mágico que puede existir, os lo aseguro. Ya no se exactamente si por escuchar la palabra 'hoyuelitos' o por todo lo que estaba sucediendo, estaba soñando, o quizá estaba imaginándome todo aquello, ya empezaba a dudar, era demasiado bonito todo para ser verdad.

Oye quizá estaba todo en mi imaginación y me iba a despertar en cualquier momento de aquel increíble sueño, puede ser. Había pasado la noche con Oliver, bueno la 'seminoche', porque el principio de todo aquello fue en la fiesta y de lo más surrealista, con carrera de motos de agua incluida. A pesar de la euforia que sentía por todo lo vivido, no se me olvidaba el comienzo de la noche, joder, había visto a Oliver liándose con otra tía, había descubierto a lo que se dedicaba ahora, e incluso que era capaz de hacer carreras ilegales, y ya no solo que era capaz, es que disfrutaba como un cabrón, jodido cabrón que me tenía loca.

Cuando me agarró de la mano para salir de aquella fiesta mi cuerpo no lo dudó ni un instante, se dejó llevar por él, al fin del mundo si hacía falta, pero en ese momento mi cabeza conectó sus hilillos intentando pararlo, obviamente sin éxito, el corazón manda siempre amigas. Me apetecía mucho estar con él, lo estaba deseando desde el primer día en que pisé Altea, siendo sincera, desde el día en que me fui. ¡Cómo no me iba a ir con él!, seguramente la estaba cagando y lo sabía, todo sería mucho más difícil después, pero me daba igual. Hay que tener como lema de vida 'la cagamos ahora y solucionamos luego', porque así quizá nos damos cuenta de que no la estábamos cagando, sino que estábamos haciendo lo correcto y muchas veces no lo hacemos por miedo.

No tenía miedo de nada, solo quería dejarme llevar y eso hice, gracias a eso tenía el sabor de los macarrones con tomate de Gemma más reciente que nunca, no sabéis las ganas que tenía de comerlos.


Era tarde, o mejor dicho, pronto, había amanecido casi al completo pero la casa se veía apagada, tranquila, objetivo conseguido, o eso creía cuando cerré la puerta detrás de mí.

-- Son casi las siete de la mañana, por el amor de Dios, ¿de dónde vienes a estas horas? – la voz de mi madre sonó más enfadada que nunca, y yo mas blanca que la leche.

-- Lo siento, me quedé dormida en casa de Sienna, me acaba de traer ella, lo siento, lo siento de verdad. – intenté poner el tono de disculpa más sincero posible.

-- ¿A quién pretendes engañar?, no teníamos que haber venido, tú jamás has hecho algo parecido. He visto al tal Oliver alejándose hace dos minutos, ¿de verdad has pasado la noche con él?, ¿para eso querías venir aquí, para estar con ese delincuente? – mi madre empezó a dirigirse hacia él de una forma que no quería ni podía escuchar.

-- Estaba con mis amigas, él solo me ha traído a casa, y no es ningún delincuente.

-- Me acabas de decir que te ha traído Sienna a casa, ¿puedes dejar de mentir?, tú no eres así Gia, ¿desde cuando mientes, te escapas, nos engañas?...

-- Vale, sí, me ha traído él a casa, no quería decírtelo, solo sabes insultarle y decir cosas malas de él, Oliver es un buen chico, siempre lo ha sido y no pasa nada porque me traiga a casa. – obviamente le mentí, ni de broma le decía que había ido a su casa, que habíamos estado a solas, ni hablar de mi intimidad sexual, mucho menos que mis amigas se quedaron en la fiesta y no supe nada mas de ellas.

-- Es mejor mentirle a tu madre y escaparte de casa, qué bien Gia, qué bien, estas siendo una hija ejemplar.

-- ¿Qué pasa?, ¿qué hacéis despiertas?, no son ni las siete... ¿Qué son estos gritos? -- mi padre apareció como aparece siempre, siendo mi salvador ante el gran monstruo de los monstruos, mi madre.

Agárrate fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora