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La calma llega a ambos pulmones

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La calma llega a ambos pulmones. Felix tomó a Jeongin y lo enrollo en una de la toallas del baño para ayudarlo a levantase y salir se ahí. Lo sentó en la cama y con más luz sobre la piel del menor,pudo ver los golpes y rasguños en la cara de Jeongin.

— Tengo frío…— dice el pelinegro mientras la quijada le tiembla.

Felix toma el control del aire acondicionado y le baja la temperatura, lo que menos quiere es que su amigo enferme. Después se dirige al closet y en la sección de la ropa de Jeongin saca las prendas que le pondrá. Por lo regular el chico utiliza una camisa de tirantes y duerme en bóxer, pero ahora, Felix sólo quiere mantenerlo cálido. Y sabe que su cuerpo no podrá darle el suficiente calor.

Se dirige a Jeongin de nuevo y con otra toalla le seca la cabeza para después pasarla lentamente por esa piel suave y radiante, la cara. Le seca el cuerpo con mucho cuidado. Sin embargo, no puede evitar no tratar el nudo de su garganta. No para de pensar en la culpa que cargaría si jeongin no despertaba. En la gran condena que él mismo se pondría si Jeongin dejaba de existir.

Le pone primero la camisa con ayuda del menor quien alza sus brazos y cierra sus ojos. En la parte de los costados también hay moretones. Y en los antebrazos rasguños. 

— Lixie…— Jeongin lo llama, aquella voz sale ronca, como el filo de un cuchillo para el rubio — lo siento.

Y entonces Felix se detiene para dejar caer su cabeza en las piernas de Jeongin, las cuales aún cubren la toalla. Niega un par de veces mientras las lágrimas le ganan.

— Soy una carga…solo te quería quitar peso — termina con una pequeña risita.

Al escuchar aquello el rubio sube la mirada de golpe, frunce las cejas en desaprobación y niega. ¿Una carga? No, Jeongin nunca ha sido ni un peso.

— ¿podemos dormir? Tengo sueño — drástico cambia de tema, porque quiera o no aceptarlo, sabe que terminará llorando.

Busca por detrás algunas almohadas, toma su calzoncillos y mira a Felix.

— ¿Puedes girar? No quiero que veas mis miserias — suelta otra risita.

Felix se levanta y le da la espalda, tan solo aprieta sus puños. Jeongin intenta hacer un ambiente hostil, como si su intento de muerte fuera un chiste mal contado. De pronto habla de algunas cosas como surtir la despensa o cosas que hará más tarde. El rubio no puede articular con certeza la rabia, ira o enojo que siente mezclada con una horrible tristeza.

Escuchar a Jeongin solo dar parloteo después de intentar suicidarse le da a entender que el joven no tiene ni la más mínima idea de cuanto vale su vida para él. Pero sabe que desde este momento, no lo dejará nunca.

— Está listo, ya podemos dormir — suelta, jeongin se acomoda en la cama a mientras felix se gira para mirarle.

Es demasiado susceptible el sufrimiento del menor escondido en una sonrisa, Felix sabe que a Jeongin le cuesta llorar y demostrar lo que siente. Siempre fue tan fuerte que lo admiraba por eso, sin embargo, tal vez ahora piensa que siempre vivió en una mentira. Jeongin también es humano, no un super héroe.

— ¿Vas a bañarte? Te voy a esperar — le sonríe, entre las sábanas esconde sus piernas y sus manos están sobre la misma. Luce como un niño.

Felix esta en un trance, demasiadas cosas le llegan a la cabeza como archivos buenos y malos. Dicen que las personas que detestan la vida dan señales, pero ¿Cómo podría el haber pronosticado ese suceso si Jeongin siempre lucía feliz y enojado? ¿Donde quedaba la tristeza si el pensaba que los dos eran felices? Ahora ya no conoce la felicidad, y se pregunta ¿También soy feliz?

Le asiente lento. Camina al baño y deja la puerta abierta, ya que la regadera queda al frente y puede ver si Jeongin sale de la recamara. Ya no le importa si aquel se mete. Ni le interesa si lo mira. Solo quiere que Jeongin no se mueva de la habitación, que esta noche se quede junto a muchas más. Hasta que pueda, ser más.

Termina rápido, seca su cuerpo y se cambia para salir. Jeongin se ha quedado dormido. Y entonces el puede llorar más. Los sollozos se prolongan ahogados. Tapa su boca y se va dejando caer al suelo. No puede aún aceptar que no es culpa, pero se hostiga una y otra vez con la idea de ser un mal mejor amigo, el como si hubiera puesto más atención nada de eso pasaría.

¿Cómo puede sanar algo que nunca dio señales de estar enfermo?

Se levanta del suelo más calmado y se mete a la cama para mirar a Jeongin.  Su corazón se acelera, también siente impotencia. Sube su mano y acaricia esos rizos negros hasta dejarlos bajar por toda la cara. Cuando Jeongin era niño odiaba que las personas lo tocarán, le dirán cariño, como abrazos, pero talvez nunca entendió que el niño estaba herido. Nunca recibió un beso. Ni buenas palabras. Ni tratos. Ahora que era un adulto se daba cuenta que el amor le era escaso.

— Te amo… — le dice, a unos oídos que aun escuchan y se maldicen por dentro.

— Te amo… — le dice, a unos oídos que aun escuchan y se maldicen por dentro

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