Prefacio

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Fines de septiembre - 2015

A pesar de todas las cosas que hice mal, hubo una que hice bien y no podía contárselo. Pensé que conocerlo fue mi premio por eso que había hecho bien. Santiago llegó a mi vida y agradecí por todos a los que había dejado en el camino y ya no estaban más. Cada vez que veía su nombre en mi teléfono, la maldita ilusión amenazaba con hacer aparecer mariposas en mi estómago. En secreto, pedía no despertar del sueño en el que Santiago me había envuelto pero desde el principio intuí que no existiría un futuro juntos porque había un pasado que nos perseguía. Sí, soy pesimista, siempre lo fui y lo seré, es mi manera de defenderme de los imprevistos de la vida aunque esta vez todo pasó tan de prisa que me agarró desprevenida. Los fantasmas regresaron para despertarnos de golpe y acabó, todo acabó. ¿Extrañar? ¿Extrañar algo que nunca fue mío por completo? Pues sí. Extraño pasar días enteros en su cama. Extraño que se quede dormido en mis piernas a mitad de una película. Extraño despertarme antes y verlo dormir, extraño contar los lunares de su espalda aunque él diga que contar lunares es de mala suerte. Extraño rozar el tatuaje de su hombro derecho con la yema de mis dedos. Extraño que me diga que afloje, que lo engría, que en él sí podía confiar. Extraño caminar de la mano. Extraño la primera vez que escuché sus gustos mientras íbamos camino a su casa: " no me gustan las tortas, ni el chocolate. El helado sí, así que me gusta el milkshake. No me gustan las cebollas. No me gusta mucho la mayonesa y menos el ketchup. Y el ají es infaltable". Extraño tener cerca a alguien con los mismos gustos. Extraño escucharlo. Extraño que se queje de la compañera loca de la oficina, sus quejas me hacían reír y así ambos reíamos y se olvidaba de las quejas por un rato. Extraño que bailemos y verlo bailar. Extraño prenderme de su cuello, de su oreja, de él entero. Extraño sentirlo dentro mío, extraño el instante antes de que ambos explotemos de felicidad y el instante después. Extraño su sonrisa compradora, su sonrisa me hizo olvidar la sonrisa de un imbécil que me había impulsado a ser la perra que soy o que fui. Yo quería quererlo sin preguntas, sin pasado. Él me llenó de preguntas para las que no tuve respuestas. Tal vez si tenga respuestas pero no sé si está dispuesto a escucharlas. Maldigo tener ese pasado. Maldigo que Santiago tenga ese pasado y que nuestros pasados se intercepten en un punto que haga que un futuro juntos sea imposible. No puedo llamarlo, no puedo buscarlo o bueno ...no me atrevo a hacerlo, no sé si pueda ver que se va para siempre ... pero tampoco aguanto esta angustia de dejar ciertas cosas sin decir...

Necesito un paracaídasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora