Parte 1: Sueños Satánicos

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    David recordaba su pasado en pesadillas que quebrantaban su cordura diurna, siempre el mismo asqueroso sueño de una civilización muerta que se aparece como narraciones fantasmales de una historia cliché de wattpad.

    En sus sueños él sigue siendo un niño metropolitano que se va en la casa de su abuelita que vive en las entrañas de un pueblo rodeado de selvas y esteros en los días navideños. Él es feliz y corre en los pastorales, cruza alambrados con el único propósito de tirarse a un arroyuelo y bañarse en sus aguas vírgenes. Él es feliz en sus sueños, sabe que la felicidad atonta y vuelve frágil a cualquier ser poseedor de la razón en un mundo donde el ser humano está en peligro de extinción. No son zombis, tampoco son alienígenas u otra infantilidad, son animaloides que tienen una insaciable necesidad de consumir carne humana los nuevos dueños de la superficie.

     Alcantarillas oscuras repletas de basuras y de mierda fecal es el cálido refugio que protege a David y a su familia de la lluvia, de los truenos y de no ser descuartizados.

       Quedó tatuado en el ADN de la humanidad la causa de su perdición, el avistamiento falso de una bomba atómica que según los oxidados radares caía en picada desde los cielos desencadenó el cataclismo. El calor atómico fusionó los cuerpos humanos con la de los animales como si fueran figuras de plástico derretidos a fuego lento. 

    En la navidad apocalíptica algunas familias afortunadas estaban escondidas en bunkers gubernamentales con la intención de repoblar la tierra puesto que el desastre era inminente, intentar habitar entre los escombros radiactivos. 

    Todo iba relativamente de acuerdo al objetivo principal de los paises sobrevivientes, no caer en el comunismo o peor, en el anarquismo. Esta es la razón que supone David del porque no fueron avistadas las bestias animaloides adictos a la exquisita y sabrosa carne humana.



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