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—Iré a la tienda, ¿me esperas? —preguntó Marsh, dejando un nuevo beso en la cabellera negra.

—Te espero —asintió, caminando hasta la puerta—. Voy a dejar mis cosas y a cambiarme, ya vuelvo.

—Anda, cachorra —besó su mejilla antes de salir a la tienda, volviendo unos minutos despues con dos bolsas llenas.

—¿Qué compraste? —preguntó Haerin minutos después, batiendo las cejas.

Danielle fue hasta ella, dejando las cosas en la encimera.

—Más pastillas para el dolor, otro paquete de toallitas y la soda. Oh, sí, y la mujer que atendía me dijo que era una alfa muy considerada y me dio un chocolate para tu —sonrió, tomando asiento.

—Que amable —recibió el dulce en sus manos—. Ahora vamos a hacer las hamburguesas.

—Yo solo le pongo lechuga al pan, la última vez quemé la hamburguesa y por poco y me vuelves hamburguesa a mí.

—Porque la pusiste por mucho tiempo —rodó los ojos, poniendo todos los ingredientes en la mesa—. Haz el aderezo.

—¿Mayonesa y ketchup? ¿O mostaza y miel? —alzó las cejas.

—Mayonesa y ketchup —rodó los ojos, como si fuera obvio.

—Oh, okay —Danielle puso todo en un pequeño recipiente, comenzando a batir—. Gruñona —rió.

—Inútil —bufó, preparando la comida—. Soy una señora mandona.

—Ahora dame una bofetada —palmeó su propia mejilla.

Haerin creyó que era sin bromas, plasmando su palma en la mejilla de la castaña con un algo de fuerza.

—¡Omega! —exclamó sobando su cachete—. Tonta, era una broma.

—Ay, debiste avisar —rió, besando la zona lastimada.

Luego de unos mimos y más risas volvieron a su tarea de cocinar.

—Ya está —mostró el aderezo preparado—. ¿Qué más?

—Tienes que ponerlo en el pan —le pasó el pan de hamburguesas.

Danielle llenó los panes con salsa, poniendo también las verduras sobre este.

—¿Ya? Me dio hambre —acarició su estómago.

—Aún le falta la carne y el queso.

—Apúuuuurate, loba con hambre —Dani fingió estar a punto de desmayarse.

La omega rió de nuevo, tomando unos platos.

—Ponemos la carne y... listo —sonrió.

—A comer... Oh, te cambiaste y no me di cuenta —miró su nuevo atuendo—, cómo sea, a comer —la alzó por las piernas, sentándola en una silla a su lado.

—¿Y las gaseosas? Yo quería un juguito de manzana —hizo un puchero.

—Como si no te conociera, te traje uno —asintió dándole la cajita de jugo, sirviendo un vaso de soda para ella.

Repentinamente Haerin se levantó de su asiento, comenzando a saltar por toda la sala.

—¡Yay! ¡Vamos a comer a la habitación!

—¡Cachorra, no saltes así! —fue tras ella con los platos en manos.

Haerin miró el piso, haciendo un puchero.

—Soy una sucia, se manchó.

—¿Eh? —se puso de pie a su lado, observando las gotitas de sangre en el suelo—. Oh, cariño, no es nada, ten, lleva esto a tu habitación, yo me encargo —extendió los platos.

La pelinegra hizo una mueca, llevando la comida hasta la pieza, encerrándose en su armario completamente avergonzada.

Danielle limpió todo lo que había caído en el suelo, llevando una toallita nueva para la menor además de unos pañitos húmedos y una camisa suya.

—¿Amor? —alzó las cejas al entrar a la habitación.

—No quiero que veas —soltó un sollozo—. Por favor, vete.

—Rin, amor, déjame ayudarte, por favor —fue hasta el armario, intentando abrir la puerta.

—No quiero, vete —sollozó, abrazándose a si misma—. Soy un asco, deberías tenerme asco.

—No, mi amor, no eres un asco, ¿si? —abrió las puertas, tomando a la gatita en un abrazo—. No pasa nada, cachorra, es algo natural y está bien que te manches.

—Pero alfa, lo hice de nuevo, debí tener más cuidado.

—Nada de eso —acarició su espalda baja, llevándola hasta el vestidor—. Ahora vamos a cambiarte, comeremos y jugaremos a lo que tú quieras —besó sus mejillas.

—Lo siento —murmuró otra vez, cambiándose la ropa de nuevo—. Es la tercer falda que ensucio.

—No hay porqué sentirlo, omega —acarició su cabello, acomodándolo en un moño alto—. Está bien, en serio, ¿acaso no se puede lavar?

—Sí se puede, gracias alfa.

Danielle se inclinó al notar que la omega mantenía un puchero, ojos brillantes y perdidos, sonriendo levemente.

—Vamos a comer y tomar juguito de manzana.

—Pero alfita, yo quiero que vayamos al fuerte de almohadas.

—Podemos almorzar en el fuente de almohadas —besó su cabeza, alzándola por los muslos—. ¿Cómo te sientes, amor?

—Me siento chiquita y traviesa.

—¿Ah si? Vamos a jugar entonces, ¿que te parece un maratón de... Bluey?

—Mhm, sipi —asintió sonriente—. Vamos y después me das mi chupi.

Dani rió bajo, poniendo a la omega en la montaña de almohadas que estaba en un rincón de la habitación.

—Oye, Jerry... —murmuró la pelinegra.

—¿Mhm? —tomó los platos y los puso frente a la chica, sentandose a su lado.

—Tú... ¿me amarías si fuese un niño —ladeó la cabeza.

—Hmm, pues sí, seguirías siendo tú.

—No, Dani, yo digo... un omega hombre, es que una vez como en un capítulo se cambiaban ambas chica de chicas a chicos porque estaban en otra línea de tiempo.

—¿Eh? No entendí.

—Tontita —carcajeó—. Digamos... tú serías un chico alfito y yo un chico omeguita —asintió—. Al revés.

—Oooh, pues seguirías siendo mi omega, así que sí —asintió.

Haerin sonrió, abrazándose a la castaña.

—A dormir.

—A comer, no has comido nada y no puedes tener tu chupón antes de comer.

—Pero alfa yo quiero dormir.

—Nada omega, debes comer —le tendió la hamburguesa.

—Mhm —tarareó, dando una mínima mordida al pan.

—Debes comer todo —le tendió la cajita de jugo.

La omega rodó los ojos, terminando su hamburguesa y jugo luego de unos cuantos retos.

—Me siento muy llena.

Danielle se inclinó a besar su abdomen.

—Buena niña —se levantó para tomar el chupón, poniendo el mismo entre los labios de la omega.

La omega se quedó dormida minutos después, haciendo ruidos con su chupón.

alpha will help you; daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora