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Víctor Montenegro, un antiguo guitarrista, solía ser parte de una banda de rock llamada Los Charros Negros cuando era muy joven. A mediados de la década de 1950, la banda era la más querida y considerada como legendaria en todo el país de México, sus canciones de esa época todavía son recordadas y apreciadas por los fans en la actualidad.

Durante la década de 1970, Víctor comenzó a ser el guitarrista a los 16 años, era el nieto del cantante y líder de la banda cincuentera, a quien llamaban el Chamán. Él, junto con su abuelo y tres amigos cercanos, habían estado haciendo canciones, tocando en conciertos, dieron entrevistas y fotografías, participaron en activismo y criticaron la faceta corrupta del gobierno mexicano.

Sus esfuerzos recibieron tanto elogios como controversia por parte de los críticos, incluidos rumores iniciados por grupos religiosos extremos de que la banda había hecho un trato con el Diablo para ganar fama y llamar la atención de forma provocativa ante los medios. Sin embargo, los integrantes siempre se rieron de esos rumores y continuaron con su trabajo.

Si bien, Los Charros Negros fueron ampliamente reconocidos por sus contribuciones a la industria de la música rock mexicana. Fueron pioneros en este género dentro del país y desempeñaron un papel fundamental en la revolución de varios aspectos del mismo.

Desafortunadamente, cada banda tiene sus acontecimientos trágicos.

A finales de los 80, El Chamán falleció debido a un problema cardíaco mientras estaba de gira. Estaba en medio de la creación de un nuevo álbum con su nieto, pero el álbum nunca vio la luz. La noticia de la muerte del Chamán devastó a sus compañeros de banda, fans, músicos y a cualquiera que lo conociera.

Víctor quedó quebradamente afectado, pues había perdido al único miembro vivo de su familia. A raíz del fallecimiento del Chamán, el guitarrista se volvió completo envenenado por el condenado alcohol, hacía unas bochornosas en frente de conciertos y entrevistas en vivo igualmente, también empezaba de discutir verbalmente hasta tener peleas físicas contra sus demás compañeros.

Ante esta consecuencia, Los Charros Negros comenzaron a desmoronarse y dividirse en diferentes direcciones, lo que llevó a la eventual caída y fin de la banda.

En los años siguientes, Víctor completó la mitad de las canciones que le faltaban. Intentó reunir la banda pero no funcionó, todos ellos no estaban dispuestos a regresar y tocar nuevamente por última vez. Luego intentó buscar otros músicos muy reconocidos o al menos una voz que pudiera estar interesada en tocar, pero nadie la quería.

En consecuencia, él perdió la esperanza. En ese momento, se alejó de la vista del público, y volvió a su ciudad natal, Puebla. Por ahí aceptó un trabajo mal remunerado, alquiló un apartamento lúgubre, obteniendo la ayuda que necesitaba yendo a un grupo de Alcohólicos Anónimos y se volvió a conectar con algunos de sus 'amigos' de la infancia, algunos son aburridos civiles común y corrientes, y algunos unos delincuentes malnacidos.

Una vida de pura mierda.

...

En la década de 2000, el 'amigo' de Víctor, Rupertino, le llamó y pidió un favor que fuera a la escuela de su hija Beatriz, donde ella se encontraba participando en un concurso de talento durante el día libre de trabajo del pelinegro, y además, él es el padrino de la niña.

Inicialmente, Víctor no estaba interesado en pasar su único día de descanso en ese evento infantil de mierda, incluso detestaba a los niños, pero Rupertino continuó persuadiéndolo con la dicha excusa que él era el único ser querido que la niña conocía y que su presencia la haría súper feliz. Finalmente, Víctor acepta asistir al concurso solo para evitar más molestias por parte del gitano.

Notas del Destino (Charrleo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora