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El bigotudo adquirió una propiedad en Ciudad de México, un extenso y viejo estudio que dice está embrujada con una historia bastante turbia. Antes de hacerlo, intentó buscar otros estudios disponibles en sitio web pero no tuvo ningún éxito. El estudio estaba ubicado en un lado de un cementerio en la ciudad.

Víctor, bueno, mejor dicho Evaristo, llevó a los jóvenes a la gran ciudad. Aunque las primeras impresiones alrededor del estudio fueron aterradoras, con mucho polvo y telarañas por todas partes junto con los ruidos extraños, arañas, cucarachas y ratas corre por doquier y sospechosamente fantasmales que se provocan durante la noche, este lugar nunca se usó por mucho tiempo y se acostumbraron rápidamente.

O al menos todos menos Leo. No era porque el dicho estudio está embrujado o algo del estilo, si no que esta era la primera vez que él estaba completamente lejos y fuera de Puebla ya que ya se había mudado para cumplir su gran sueño. Ahora siente decaído, extraña a su abuelita y ayudarla con la panadería.

Pero Víctor consoló y tranquilizó, dándole su cariño como un tipo amor paternal sólo a él. Dijo que no debería tener miedo ni estar triste por los grandes cambios. De que si ocurre algo extraño o malo, le promete que no permitirá que nada ni nadie dañe a su estrella ante sus ojos. Esa promesa hizo que Leo se sintiera poco a poco mejor, creyendo y confiando en sus palabras.

Después de que todos se acostumbraron, la banda comenzó a recoger sus instrumentos, practicar y grabar sesiones para su álbum debut. Pasaron todo el tiempo grabando en el estudio, y el vocalista teniendo sesiones privadas con el manager en su habitación.

Al principio, Leo nunca pensó que fuera tan extraño que el hombre quisiera ayudarlo antes de comenzar con la grabación. Lo extraño es que en lugar de contratar a un tutor de guitarra personal, el propio Montenegro le enseñaría cómo hacerlo.

Más extraño aún, el hombre nunca lo hizo con sus demás compañeros. Fue entre Don Andrés o Alebrije quien los ayuda. En algún momento, Leo le preguntó al ex músico por qué solo lo ayudaba a él y no a ellos. Pero él simplemente respondió que todos sabían cómo hacerlo con sus instrumentos, por lo que no necesitaban ninguna ayuda a menos que fuera necesaria. Además, sólo ayudaba con gusto a un guitarrista novato en comparación con uno con más conocimientos y más experiencia.

Entonces, Víctor le enseñó mostrándole cómo debería ser, incluyendo nuevas técnicas para sonar aún más chulo. En el brillo íntimo de la habitación oscura suavemente iluminada, el hombre se sentó justo detrás de la espalda del más joven, sosteniendo las suaves y delicadas manos con sus enormes y ásperas manos, y dejando que los dedos del niño bailaran las cuerdas y siguieran las notas en el diapasón.

A medida que los acordes resonaban en armonía, la atmósfera se cargaba de una sutil tensión. Los dedos de Víctor ocasionalmente se entrelazaron con los de Leo, guiándolos a través de los intrincados patrones de las cuerdas, creando una sinfonía que trascendía los límites de la música.

Con el paso del tiempo, Leo empezó a amar tener este tipo de sesiones con el manager, adorando en secreto la cercanía y las caricias que su ídolo le brindaba a él. Su cercanía y proximidad provocaron una delicada danza de respiraciones compartidas, evocando una sensación de conexión más allá de la música.

Si esto no fuera suficiente, Víctor quería ayudar con la práctica de su canto. Leo estaba un poco avergonzado de que el hombre siguiera ayudando, creyendo que era demasiado para él y tal vez solo lo hacía por ser amable, pero insistió en hacerlo, no le molestaba en absoluto, sobre todo escuchar cómo Leo podía alcanzar altas notas con esa linda boquita suya.

Durante las sesiones, los dedos del manager trazaban delicadamente los contornos de la garganta del joven cantante, un toque sutil pero electrizante que se manifestaba en el chico.

Notas del Destino (Charrleo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora