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La habitación estaba envuelta en completa oscuridad, envuelta por el sereno e íntimo resplandor de la luna. Las paredes estaban adornadas con un tono blanco prístino, acentuado con un tono azul tranquilo que recordaba al vasto océano de la playa.

Esta combinación de colores se hizo eco en toda la habitación, desde la cama con sus almohadas azules, hasta la lámpara de la mesita de noche, e incluso la tableta que descansaba a su lado y las cortinas. A pesar de estar en un hotel bullicioso, los dos varones aún podían escuchar las melodías distantes del festival, lo que se sumaba al ya encantador ambiente de la habitación.

Era una atmósfera verdaderamente encantadora, que parecía haber sido extraída directamente de una imagen perfecta. Víctor siempre había soñado con un escenario parecido como este, y era como si su imaginación hubiera cobrado vida ante sus propios ojos.

Se avanzó decididamente hacia el castaño, haciendo resonar cada paso con el peso de sus robustos zapatos. Una vez frente a frente, o bueno, uno está en pie y el otro sentado, le espetó una pregunta, enfatizando su inconfundible acento marcado, "Con que me salistes bien calentorro tú, ¿eh? ¿Querías que todo mundo supiera la putita que realmente eres, ¿no es así?"

Al escuchar estas palabras, Leo desvió la mirada hacia el suelo, con su mejillas tan rojas e incapaz de articular una respuesta. La vergüenza le invadió al escuchar las acusaciones del mayor, más con llamarlo 'putita' y aunque esto no ayudaba en absoluto a calmar su cuerpo puberto, por el contrario, le calentaba un montón. Haciendo que sus piernas se apretaron con fuerza.

Aw, que ternurita.

Con toda la dominancia, Víctor extendió la mano y agarró la barbilla de Leo con sus dedos pulgar e índice, levantándose bruscamente y que el chico soltaba un quejido, "Mírame cuando te lo pregunto, Leonardo."

Por un momento, Leo pareció asustado, pero rápidamente se compuso y enfocó sus ojos marrón ámbar en los ojos negro carbón de Víctor. No se veía molesto pero sabía que tenía que obedecer o las cosas podrían salir mal.

"Lo-lo siento si eso es lo que esperabas decirte, Víctor. No era mi in-intención," Leo tartamudeó por los nervios y apenas por encima de un susurro.

Víctor no estaba convencido. Sabía que Leo lo había hecho a propósito, "¿Entonces por qué lo hiciste, hm? ¿No te diste cuenta de que podemos meternos en serios problemas si nos atrapan por hacer esta maricada? Nuestra reputación como banda está en juego aquí. Hace una semana ya lanzamos nuestro primer álbum y ahora quieres embarrar todo lo que hemos construido juntos."

"Yo-yo..." La voz de Leo se apagó mientras luchaba por encontrar las palabras correctas. Llegó al hotel para hacer el amor, no para que lo regañaran ni lo avergonzaran, por lo que tuvo que revelar sus verdaderos sentimientos y deseos, incluso si terminaría siendo tan patético y cursi. Durante un año entero los había mantenido bien ocultos por miedo al rechazo y al ridículo. Pero con Víctor se sentía diferente, como si finalmente pudiera ser él mismo.

"S-sé que no debería haber actuado así," continuó Leo, su voz apenas era más que un susurro. "Debería haberme guardado mis sentimientos en la tu-tumba y controlar mis malditas hormonas, pero no pude soportarlo más. Me-me gustas, Víctor, mucho, y solo quería mostrarte cuánto aprecio todo lo que has hecho por mí este último año, incluso si fue a-algo inapropiado." Él se ríe brevemente, pero para el mayor, no parecía nada gracioso, o es lo que el joven pensaba.

Leo hizo un breve pausa, ordenando sus pensamientos antes de continuar, "Me has e-enseñado tantas cosas nuevas, siempre has sido tan amable en ayudarme a ser un buen músico como tú. Y pues... estas son las tantas razones por las que terminé estando tan enamorado de ti aún más."

Notas del Destino (Charrleo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora