En el gris amanecer de Verdún, Jean Moreau y sus compañeros enfrentaron un día que dejaría cicatrices imborrables en sus corazones. La niebla se cernía como un velo de inc,ertidumbre mientras se preparaban para una patrulla nocturna, una misión que cambiaría sus vidas de manera irreversible.
—Louis, asegúrate de revisar bien tu equipo. Vamos a necesitar toda la precaución posible esta noche. —Jean, con la mirada seria, compartió sus instrucciones con el grupo.
—No te preocupes, Jean, revisaré cada detalle. —Louis asintió, ajustando su equipo con determinación.
La niebla, densa y misteriosa, los envolvía mientras avanzaban hacia el territorio enemigo. El silencio solo era interrumpido por el crujir de las botas sobre la tierra húmeda y el susurro distante de la guerra. François, siempre optimista, rompió la tensión.
—Chicos, sé que esto es duro, pero pronto estaremos contando estas historias en frente de una chimenea con un vaso de buen vino. —François intentó infundir ánimo en el grupo.
Las sombras de los árboles y las ruinas se cerraban sobre ellos mientras avanzaban en la penumbra. El sonido lejano de disparos recordaba constantemente el peligro que acechaba en la oscuridad.
—Jean, ¿crees que realmente podremos volver a casa? —Louis, generalmente reservado, compartió sus dudas en un susurro apenas audible.
—Lo creo, Louis. Mantén la fe. Volveremos a casa. —Jean respondió con convicción, intentando infundir esperanza a su amigo.
El destino tenía otros planes. Un estallido repentino rompió la quietud de la noche, seguido de gritos de dolor. François, con la vida desvaneciéndose de sus ojos, cayó al suelo.
—¡François! —Jean corrió hacia él, pero era demasiado tarde. Louis, herido pero aún consciente, se arrastró hacia ellos.
—Jean, esto… esto es una pesadilla. —Las palabras de Louis temblaban con el peso del dolor y el pesar.—Louis, aguanta. Vamos a salir de aquí juntos. —Jean, con la mirada fija en la niebla que parecía engullirlos, trató de contener la desesperación en su voz.
La patrulla, que comenzó con esperanza, terminó en lamentos. La niebla, testigo silencioso de la tragedia, se cerró alrededor de los tres amigos. François yacía inmóvil, y Louis, herido y en shock, luchaba por procesar la realidad que los rodeaba.
Así, entre la niebla de Verdún, Jean Moreau enfrentó una noche que dejaría cicatrices profundas en su alma. La guerra, con su crueldad inesperada, les arrebató a uno de los suyos y dejó a otro herido en cuerpo y espíritu.
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Siluetas En La Niebla
Science FictionUn joven francés se sumerge en la Primera Guerra Mundial, donde descubre la complejidad de la amistad y el amor en medio del caos y la desolación. Sus expectativas de un final feliz se desvanecen ante la cruda realidad de la muerte y la destrucción.