chapter I

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Hae-jun caminaba con una pierna adolorida, cada paso incrementaba el dolor. Su pierna izquierda estaba lastimada y su rostro manchado con sangre que no era suya. Sus manos y cara estaban cubiertas del ADN mutante de los monstruos que había enfrentado.

Woo no sabía qué habría sido de él si no hubiera ingresado al servicio militar obligatorio, después del desastre mundial, o quizá solo en Corea. Pudo ser ascendido y conseguir un arma para defenderse. Intentó salvar a su familia, pero al volver a su apartamento en ruinas, solo la sonrisa de su madre, su única familia y amiga, rondaba en su mente. Aquella sonrisa cambió a una mirada de tristeza cuando vio su aspecto.

Ella había rogado que hiciera su servicio militar después de su muerte. Sin embargo, fue tan solicitado que tuvo que dejarla sola. Viendo a sus compañeros ser asesinados por ella, el remordimiento lo invadió. No pudo acabar con su madre, incluso después de que casi lo dejara sin una pierna. Uno de sus compañeros la mató, y Woo disparó al asesino de su madre sin dudar.

Ese fue su primer asesinato y no sintió culpa ni lástima. Aquel hombre había matado a alguien inocente, el cuerpo de su madre. Aun así, no podía olvidar la última mirada que ella le dedicó, cargada de tristeza y melancolía.

El castaño cojeaba, con la mirada vacía y sin ilusiones. Había perdido todo por culpa de esos militares que mataban a todo lo que les parecía peligroso. Pasaba junto a sobrevivientes, peor que ellos. Vio rostros preocupados, despojados de humanidad, como él.

Aceleró el paso y llenó sus pulmones de aire, intentando calmar sus emociones. Vio a una anciana gritando a un hombre de uniforme negro que golpeaba a otro. Desvió la mirada, cuestionando cuándo la humanidad se perdió.

Levantó su brazo en señal de respeto a su superior. El hombre lo observó, notando su uniforme de camuflaje.

—Militar Woo Hae-jun, de la novena. Terminé separado de mi unidad tras la muerte de todo mi equipo. Me presento aquí como único sobreviviente —dijo intentando mantener la calma.

—Comprendido —respondió el otro joven—. ¡Capitán, avise a los superiores que el soldado Woo de la novena división logró regresar con vida!

—El capitán dice que procedas —ordenó un chico de cabello naranja—. Puedes ayudar a las personas a llegar al refugio. Revisa si están infectados, si tienen síntomas o parecen sospechosos, tienes permiso para atacar y matar si es necesario. ¿Tienes municiones?

Hae-jun revisó su arma y negó con la cabeza. El hombre le lanzó otra arma.

—Usa esa —le dijo—. Bienvenido a la séptima unidad, soldado Woo Hae-jun.

Asintió y se dirigió al lado contrario de las personas. Observaba a los soldados curiosos. Al llegar al final de la fila, se acercó a un hombre que tapaba su nariz con desesperación.

—Disculpe señor, tengo que revisarlo —dijo Woo.

El hombre suspiró y levantó su mirada, con los ojos rojos de tanto llorar.

—¿No podría dejarme ir? No quiero lastimar a nadie —suplicó—. Si no, cuide de mi nieta.

Hae-jun tragó saliva viendo a la niña de unos 7 u 8 años. El anciano le tomó la mano, dejando su sangre en la de Woo.

—Se lo suplico —rogó—. Usted es mejor hombre que el resto. Por favor.

Woo iba a negar, pero al ver la sangre y el estado del anciano, tomó a la niña en sus brazos.

—Daré mi vida por ella si es necesario —prometió—. Vaya con confianza.

El anciano se alejó agradecido. Woo observó cómo corría a pesar de su edad. De repente, escuchó gritos y disparos. Tapó los oídos de la niña.

Mon amour |  Park Chan-youngDonde viven las historias. Descúbrelo ahora