Es con mucho respeto que procedo a contar estas historias. Ocultando sus identidades sin intención de causar algún inconveniente. Cuando estaba en grado 11, para la pandemia, tuve la oportunidad de acercarme, no sé por qué razón, a un compañero de clases. Realmente no éramos amigos, pero por alguna razón él me manifestó que deseaba quitarse la vida o que lo tomaría en consideración. Al ser una persona ansiosa esto me consumió. No podía vivir sabiendo que esta persona me había dicho esto y simplemente no hacer nada. Mi mente me enloqueció. Sentía un peso horrible en dónde me vi obligada a hablar con un maestro. No podía vivir sobre pensando que este compañero se podía privar de su vida y que yo fuera culpable por mi silencio. Simplemente tenía que buscarle ayuda. Recuerdo que tomaron las medidas necesarias en la escuela y yo estaba preocupada de que él se molestara conmigo... para mi fortuna no se molestó, al contrario, le agradó que me preocupara por él. Yo siempre suelo apagar mi internet cuando me voy a dormir para que no me lleguen notificaciones, pero el pensar en que él podía cometer ese acto tan triste me hacía dejar mi celular con sonido y el internet encendido. Sino, no podía dormir en paz. Cuestión de qué si él llegaba a pensar en hacerlo y me llamaba antes, yo pudiese socorrerle. En este caso, mi ansiedad me empujó a hacer algo bueno por alguien que necesitaba ayuda. Esta historia volvió a repetirse en grado 12, mi último año de escuela superior, pero en esta ocasión no salió bien. Comencé a hacer amistad con otro compañero de escuela al cual comencé a tenerle mucho cariño. En este caso, ya era un amigo cercano, por el cual me preocupaba y apreciaba mucho. Esta persona comenzó a abrirse conmigo y sentía que la amistad era bonita. Nos queríamos. Sin embargo, también comenzó a manifestar lo mismo. Que deseaba privarse de su vida. Aquí yo sabía las posibles razones familiares por las cuales él podía pensar hacerlo. Aunque uno no quiera, en casos como estos el silencio no es una opción. No importa lo que pase, cuando hay un riesgo como éste la única salida es hablar. Entonces eso hice, pero cuando esta persona se enteró no lo tomó nada bien. Se molestó demasiado. Recuerdo haber recibido un mensaje de una compañera en dónde me deja saber que esta persona estaba sumamente molesta conmigo al punto de no quererme ver. Obviamente esto me afectó, aún así no estaba arrepentida ni lo estaré. No podía entender cómo las personas que eran más cercanas a él no se preocupaban lo suficiente por él como para buscarle ayuda. Simplemente obviaban esta parte depresiva de su vida. Esta persona no deseaba tener comunicación conmigo y cuando la tuvimos me reclamó. Un día quedamos en encontrarnos en persona para hablar de la situación, pero no llegaba y cuando le escribí para dialogarlo, dijo que no deseaba hablarlo ese día. Es fuerte cuando intentas ayudar a alguien que significa mucho para ti y esta persona se aleja. Con el tiempo comenzamos a tener comunicación, pero me di cuenta de que me había perdido el respeto. No me trataba de la misma manera y recuerdo que me llegué a sentir mal hablándole, pero aún así lo quería. Aún así, deseaba que la amistad mejorara y que me respetara. En una ocasión una persona en común me dijo que él se había cortado en sus brazos. Por un momento la vida se sintió como un caos y llamé a alguien en común para saber que era lo que estaba pasando. Cuando otra persona en común llegó a su casa habló con él, pero recuerdo haber estado en llamada y escucharlo bastante bien. Lo que me marcó fue que se estaba riendo y no le daba importancia a la situación. Ni si quiera sé si se lastimó mucho, pero sí sé que me preocupé mucho y me sentía mal. Cuando vi que se estaba riendo, cuando yo estaba en mi casa súper preocupada, mi corazón se rompía. A medida que transcurría el tiempo notaba cada vez más el desinterés de esta amistad y sus pocas ganas de tener una amistad sana. Dejé de tener comunicación con esta persona porque me faltaba el respeto. Ese mismo día de la llamada, entendí que ya era el momento de dejar ir esa amistad, por mucho que me doliera. Sentí que mi propósito ahí ya había terminado. Había cumplido con mi parte. Buscarle ayuda. Aveces puedes hacer todo lo que está dentro de tus manos para ayudar a sanar a alguien, pero cuando esa persona no quiere ser sanada o simplemente no desea que seas tú quien le ayude a sanar, no puedes hacer nada. Yo sabía que yo le quería más de lo que esta amistad me quería a mí. Y ya mi salud mental estaba siendo desgastada. No podía permitir que su salud mental arruinara la mía. Estaba escuchando una predicación que me hizo llorar muchísimo y me hizo tomar la decisión de sacar a esta persona de mi vida. Porque simplemente mi amistad no era correspondida. Ahogada en llantos tomé la decisión de dejar ir esta amistad porque ese día entendí que no soy salvadora de nadie y que no importa cuánto ames y desees ayudar a alguien, no puedes hacer mucho si la persona no se deja ayudar. Cuento esta historia porque muchas personas que aman demasiado sufren cualquier pérdida de manera intensa. Durante toda mi vida he luchado con sentir las emociones muy intensamente. No puedo amar poquito. Amar en muchas ocasiones me resultaba tan doloroso que llegó a hacerme creer que el amor estaba ligado al sufrimiento. A mis amistades las amaba tan profundamente que perderles me mataba, como ésta. Me consumía. Me destrozaba. Es por eso que perder a esta amistad me afecto muchísimo. Ahora entiendo el porqué la biblia dice: "El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
1 Corintios 13: 4-7 Durante mi adolescencia peleaba conmigo misma por amar demasiado y ser tan sensible. Me tomó mucho tiempo entender que ser sensible y amar tan profundamente es lo mejor que tengo. Para qué quieres amar si vas a amar a medias. Si te amo, te amo de verdad y no tendría por qué sentirme mal por eso. Aveces amar demasiado a alguien, al punto de no poder vivir tranquilamente porque tu ansiedad te bombardea con mil preguntas, si estará bien, si se irá de tu vida, si te lastimará, si tú dañaras las cosas... se siente horrible. Actualmente tengo la desgastante lucha de sentir miedo por perder a las personas que hoy en día están en mi vida. Si te identificas con esto, quiero que reconozcas que tu problema es con tu ansiedad y no con tu manera de amar. Por lo que no intentes cambiar una de las mejores cosas que tienes. Amar con fuerza es una habilidad que no todo el mundo tiene. Atrévete a amar, aún cuando eso implique el riesgo de salir herido. Ya encontrarás personas que correspondan ese amor.
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Cristiana, pero ansiosa
SpirituellesCuando la ansiedad se vuelve un trastorno es difícil de controlarla aún siendo una persona cristiana. Cuento mi experiencia con la ansiedad y consejos para que personas que padecen de ella la puedan superar.