capitulo 1: Roto

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"Roto"

"Esos malditos me rompieron..."

"no hubo un solo dia de descanso en prisión, tuve que aguantar todos sus juegos, y para mi desgracia eventualmente deje que mi alma se tiñera de sus oscuras artimañas"...

Los dedos de Daniel temblaban y se tropezaban al teclear, habia pasado un dia entero sentado frente a la vieja maquina de escribir, gotas de sudor eventualmente rodaban por su frente y se deslizaban por su nariz afilada, sentia la humedad en sus ojos y el aire polvoso lleno de recuerdos llenando sus pulmones.

"Me han dejado roto"

-¿Estarás ocupado toda la noche? -Una voz suave le interrumpió de golpe, a modo de reflejo giro violentamente hacia la puerta de donde provenía aquel ruido y cerrando el puño con fuerza guñó. Era Sebastián quien le hablaba tímidamente, con la mirada baja como un perro al que acaban de regañar, estaba ligeramente inclinado hacia el marco de la puerta y tenia las manos entrelazadas detrás de la espalda.

Daniel le miró con cierta indiferencia y no pudo evitar sentir una rabia que no experimentaba desde hacía años. En un pasado y cuando Sebastian solía interrumpirlo en sus quehaceres universitarios le dejaba acercarse para jugar con él mientras acababa lo importante, lo dejaba sentarse en sus piernas o Sebastian aveces optaba por escurrirse bajo el escritorio para hacerle compañía y distraerlo

Pero esta no era una de esas ocasiones. Sintió la incomodidad y el deseo inapropiado de golpearlo, como sus compañeros de prisión solían hacele a menudo en la prisión. Se sentía como un orangután, una bestia, un total neandertal que no podía discernir una cosa de otra, se sentía frustrado e impotente, curioso y tentado.
Y mientras apartaba la mirada Sebastian volvió a hablar.
-Esta mañana recordé... bueno... ¿Aún crees que estás a tiempo para poner el árbol en medio del departamento?
Una sonrisa se formó inexplicablemente en el rostro de Daniel a la vez que aquel recuerdo retornaba a el pero pronto la razón volvió y una culpa devastadora se apoderó nublando su mirada. Como si le estrujaran el corazón con fuerza,
Abatido se limitó a hundir la cara en la máquina de escribiry continuo trabajando, Sebastian quien llevaba una taza de té en las manos la dejo a un lado en una mesa que se encontraba cerca de la puerta y donde yacia un teléfono blanco y empolvado.
Las mejillas del pelirrojo se encendieron con verguenza -Vengo a menudo a sacudirlo todo, pero no moví nada... como me lo pedías...¿Esta todo bien?
Daniel movío los hombros en señal de indiferencia, no había tenido tiempo de reparar en el maldito teléfono, ni en la alfombra roja, sus ojos habían perdido el deseo de pasearse por aquella extravagante y ordenada biblioteca ni por las estanterías llenas de pequeños recuerdos de distintos lugares del mundo, no se sentía con el deseo de enfocarse en frivolidades, no le importaba si el cuadro de los pequeños que suben por una montaña nevada seguía ahí o no pues su mente solo podía pensar en una sola cosa.
Y sólo una cosa tenía segura.
Sebastian estorbaba.
El pelirrojo retorno a su compostura habitual, tenía puesta una bata de dormir de estampados extravagantes con aquel verdor que solo encontrarías en un escarabajo tornasol, bajo ella una pijama pulcra y planchada y el cabello amarrado para dormir, pese a la enfermedad aún su figura delgada y cuidada le provocaba a Daniel una sensación extraña de vergüenza y de temor así que simplemente bajó la cabeza y encorvó los hombros, sintiendo un calor intenso en las mejillas y un nudo en el pecho. Se sentía mareado.
-¿Piensas dormir aquí también hoy?
-tengo mucho por escribir.-acoto Daniel sin verle a los ojos.
-¿Te gustaría que te hiciera compañía por lo menos?...por que no...dejas eso y vienes conmigo un rato.
El teclear de la máquina de escribir que retumbaba en la oficina, se detuvo en seco y el rubio le miró con severidad. -tengo que acabar esto.

Sebastian salió molesto y regreso al cabo de unas horas, pero está vez con las mejillas encendidas y un dulce aroma a alcohol que precedía su llegada. Su mirada, normalmente lúcida, se nublaba con la embriaguez mientras se acercaba a Daniel con una mezcla de torpeza y seducción.

el fotógrafo de TuskgeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora