Capítulo 1

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Una vez, hace mucho tiempo, fui una princesa.

Todas las mañanas despierto intentando recordar eso, lo que se sentía dormir entre almohadones de plumas, comer tartas de nata y fresas, montar a caballo y sentirse a salvo, protegida por la imponente figura que alguna vez fue mi padre. Todas las mañanas cierro los ojos con fuerza e intento trasladarme a ese recuerdo lejano, al momento en el que no sabía lo infinitamente feliz que era. Y como cada mañana me sacudo ese sentimiento para empezar el día, por que si no me levanto y pongo las cosas en su lugar, nadie lo hará, no queda nadie en toda la mansión para hacerlo.

Mi habitación alguna vez fue un paraíso rosado infantil, con mobiliario fino y los juguetes más exóticos y costosos. Era una princesa en toda regla que usaba vestidos de seda y zapatitos de charol. Tenía criadas que peinaban y tenzaban mi cabello. Esa era mi vida, esa era yo. Pero ahora todo lo que tengo son mis manos y tal vez mi ingenio. Aprendí a hacerme peinados simples que emularan la sensación de elegancia. Normalmente sería imposible sin ayuda, pero mi cabello es un caso diferente. Es grueso y abundante de un inusual tono rubio ceniza. Mi abuela me insiste para dejarlo tan largo como sea posible, es pesado pero los rizos son convenientes, con ellos hasta el peinado más sencillo luce sofisticado. Ahora mismo es lo único que me separa de la plebe, lo único que demuestra la sangre en mis venas.

Mi familia es una de las más antiguas del reino, los Demare, un apellido que no puede ser simplemente olvidado sin importar cuantos años pasen. Mi padre era conocido como "el león del mar", tenía la mayor cantidad de buques en el país y su especialidad era el comercio con el extranjero. La familia Demare siempre se coronó con maravillas exoticas mientras él estaba con vida. Era un hombre de negocios implacable, pero era aún más nacionalista y cuando la guerra estalló, esa maldita cruda guerra que dejó al reino en miseria y hambruna, mi padre ofreció su flota para atravesar el mar y se embarcó él mismo como capitán.

Thimeria, el reino enemigo, solía ser una colonia, pero iniciaron una guerra de diez años para independizarse y luego otra de cinco para obtener una compensación económica por los siglos de subordinación. Lanzaron bombas y bloquearon comercialmente la nación, no había comida, no había esperanza. Fue por el brazo de mi padre que obtuvimos la victoria y fue por mí, para darme un futuro, que mi padre arrasó con el enemigo. Murió en el campo de batalla cuando yo tenía ocho años, mí único consuelo fue que logró reunirse con mi madre en el cielo.

Sin mi padre, la casa Demare había perdido a su patriarca y con ello a la luz que nos guiaba. Mi abuela se hizo cargo de mi, pero los negocios eran una historia diferente. Los buques fueron tragados por un huracán que ironicamente acabó con la guerra, tayendo paz y prosperidad para el reino. Y mientras todos reconstruían lentamente su antigua gloria, mi rota familia de dos caía desesperadamente en la ruina.

Thimeria, fue completamente derrotado. La confiscación de sus riquezas ayudó a reconstruir el país luego del bombardeo, pero hoy, a siete años del fin de la guerra nisiquiera el palacio real a terminado sus obras.

Sin embargo, muchas familias nobles consiguieron levantar la cabeza y reinstaurar sus riquezas, alzando de nuevo el libro negro del reino y recuperando parte escencial de nuestra nacion. El reabrimeinto de la real academia fue la oportunidad que mi familia necesitaba desesperadamente.

Luego de la muerte de mi padre, mi abuela y yo fuimos victimas de los vacios legales. La mayor parte de la fortuna se había perdido en el huracán, el dinero y las propiedades de la finca se traspasaron a un primo lejano al que no conozco y que jamás conoceré. Nisiquiera podíamos acceder a una misera pensión de viuda por que esa solo podía ser reclamada por mi madre, la cual había muerto dandome a luz.  El reino veneraba a mi padre, incluso erigieron una estatua en su honor y paradojicamente su familia moría de hambre. El poco dinero que quedaba en herencia jamás llegaría a mis manos, por que era guardado recelosamente por el banco en una cuenta específica para entregarlo a mi futuro esposo como dote.

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