Detesto gastar dinero, mordería a cualquiera que quisiera arrancarme una sola moneda, por eso sufrí tanto cuando gasté 50 de ellas en el uniforme, pero era un mal necesario ya que me pasaría la mayor parte del tiempo en la academia. Compré juiciosamente cada elemento, desde el jumper azul marino con margaritas bordadas, unas tres blusas color crema con delicados botones, dos pares de medias blancas básicas y para el invierno, una gabardina a juego con el jumper.
Gasté mis últimas monedas en un par de zapatitos de charol que me recordaban profundamente a los que usaba cuando era niña. Eran simples pero delicados, la única compra que no me dolió, se sentía bien volver a poner mis pies en un par de zapatos dignos, y dejar bien guardadas las botas viejas que conseguí por dos monedas de plata en la casa de empeño.
Llevé mi uniforme con todo el cuidado del mundo hasta mi habitación. ¿como lo lavaría? la tintorería dentro de la residencia era bastante cara también. No había de otra, tendría que hacerlo a mano por las noches. Decidí que las blusas y las medias las lavaría todos los días, mientras que al jumper lo dejaría para el viernes, la tela era mucho más gruesa por lo que tardaría en secar más tiempo, podría dejarlo colgado todo el fin de semana y para cuando volviera los lunes en la madrugada, estaría seco.
Imaginé mi vida diaria en la academia mientras preparaba mis útiles escolares en el viejo morral de cuero negro de mi padre. Lo encontré guardado en un arcón, se conservó en perfectas condiciones como si estuviera esperándome. En el lomo tenía bordado el escudo de la familia, acaricié las costuras con la yema de los dedos, me hacía sentir orgullosa llevar aunque sea una parte de él. Juré que me esforzaría no solo para restaurar la gloria de nuestro apellido, sino también ser digna de portarlo.
Ordené entuciasmada mi habitación con los últimos tesoros que me quedaban y me acosté en la cama. Intenté dormir pero no me fue posible hasta ya muy entrade en la noche. Tenía mucho que perder pero más que ganar, no podía fallar, todo dependía de mí.
Dejé las percianas abiertas para que la luz del sol me obligara a salir de la cama temprano. Esa mañana mi cabello era un desastre como cada día de mi vida. Atrapé los mechones más rebeldes con la cinta de seda turquesa que mi padre me trajo de Seysshelle cuando era niña, y armé un moño decente. Necesitaba verme elegante pero de forma natural, que pareciera que ni siquiera necesitaba intentarlo por qué salía de mí.
La falda del uniforme era larga hasta un poco más abajo de las rodillas, se veía anticuado. Yo era tan delgada que el uniforme me quedaba demasiado olgado, me veía como un palo vestido con una bolsa de plástico. No tenía curvas que presumir y algunas partes de mi cuerpo estaban tardando demasiado en madurar. A veces, cuando me veía al espejo así, me daban ganas de llorar, me sentía la cosa más horrible del mundo. Pero hoy no podía darme el lujo de tirarme al piso y lamentarme hasta la noche. Debía moverme por que nadie lo haría en mi lugar.
Me miré un rato más al espejo con rabia y me decidí a no dejar que nadie notara la verdad. Mi objetivo principal era por supuesto, atrapar un esposo que tuviera el dinero para ponernos a mi abuela y a mi, gordas como tórtolas.
Si no tenía curvas me inventaría unas. Agregué una falda vieja de algodón debajo del jumper para darle volúmen y engrosarme las caderas. Una parte de la falda sobraba debajo del jumper, dejandome en evidencia. Tomé las tijeras y la corté como si no importara, como si no me doliera desperdiciar valiosa tela. Apreté la cintura hasta casi la asfixia con el cinturón del jumper. Sin embargo no podía hacer milagros, la blusa dejaba ver perfectamente los huesos punteagudos de mis hombros y ante cualquier movimiento, la tela se moldeaba a la silueta de mis costillas. Diablos. Doblé un pañuelo para meterlo en mí sostén y abultar un poco mi pecho plano. Finalmente usé un chaleco que me encontré en la sala de objetos perdidos. Era de lana gruesa y llevaba bordado el escudo de la academia. Ciertamente era un objeto de lujo que pocos estudiantes podían conseguir y además engrosaba un poco mi caja torácica, mataba dos pájaros de un tiro.
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Cachorra
RomanceElla es una noble en desgracia, no tiene donde caerse muerta pero la repentina invitación a estudiar en la real academia es la oportunidad perfecta para atrapar un marido rico y salvar a su familia de la miseria. Pero antes de eso, nadie puede descu...