Me despierto con el despertador "gritando" en mis oídos.
Me levanté y me limpié los dientes, me miré en el espejo, un chico alto con las malditas pecas que heredé de mi padre.
Mi celular vibra en el fregadero. Era tía Marlowe. ¿Por qué estaba llamando? No lo sé, pero si ella llamaba un viernes por la mañana, a su sobrino que ni siquiera le agrada mucho, tenía que contestar, o era algo malo... o... era algo muy malo. cosa mala.
Copia en el fregadero y servicio.
–¿Tía?–Pregunté con recelo.
Hubo un silencio enorme en nuestra línea, un silencio con soluciones, ella lloraba.
–¿Tía?–repito, porque ya estaba preocupada –¿Qué pasó?
–Aaron – habla con dificultad – Ethan y Amaya... – Eran los nombres de mis padres, en el momento entré en shock, las lágrimas corrían por mi rostro, pero ella ni siquiera había terminado su discurso.
–...tuvo un accidente–oye hace una pausa–Aaro, no sé qué pasó, pero están en el hospital de tu ciudad.–Respira, tratando de reír–Necesito que vayas allí, por mí– ella solloza –por ellos.
Ella cuelga la llamada.
Me alarmé, comencé a llorar, quería que mi tía se fuera porque para mí sería muy difícil, pero ella vivía en otro país, así que no iba a pasar.
Reuní fuerzas, me puse una sudadera negra y me puse unas zapatillas de deporte.
Antes de irme me miré al espejo, estaba pálida y tenía los ojos rojos.
Salí de la casa y me subí al ascensor.
Pasé corriendo junto a Brandon, el portero, quien preguntó:
–¿Adónde vas con tanta prisa?
Mientras corría, el sonido de mi voz fue amortiguado.
–Hospital-hablo y sigo a mi ritmo.
Corrí al hospital D'Oasis que era el de mi ciudad.
Entré y fui a la recepción.
–Ethan y Amaya Lowens–digo sin aliento–Soy su hijo, Aaron Davis Lowens–trago fuerte–Y mi nombre.
Ella mira la computadora y dice:
–¿Tienes tutor legal? No se permite entrar sin tutor.–Dice.
Me río.
–¿Estás bromeando?–Dije en tono serio–Solo dije que mis padres están en una de tus habitaciones y ¿me preguntas si tengo un tutor legal?–La miro fijamente quien dice: –Por favor
Señor, no tolero que me falte el respeto de esa manera, ¡si continúa lo sacaré de aquí!
Le sonrío, se me está acabando la paciencia, dejo mi dinero sobre el mostrador y digo:
–Solo dime dónde está la maldita sala de mis padres–cierro los ojos–por favor.
–Pero señor...–interrumpí
–¡Dios mío! ¿¡Tanto te cuesta decirme el número de una habitación!? Y eso es lo que te pedí, eso es todo lo que quiero.
–¡Ay chico!302! ¡Listo! –grita.
Salgo corriendo de allí, y pienso ¡Maldita sea!, ¡no me dijo por dónde caminar!"
La gente ya no hace lo que hay que hacer, es ignorante.
Sube al ascensor, estaba cansado. Presiono el piso 4, porque imagino que ahí es donde estás 302.
Cuando se abre la puerta camino lentamente.
"¡299...300...302! ¡Al objetivo!" Creo.
Me detengo frente a la puerta y me preparo, me limpio el sudor y me arreglo los pantalones.
Toco dos veces antes de entrar y sale una enfermera asintiendo.
Entra y observa una escena desgarradora.
Mi madre sentada en la cama y mi padre adornado en otra cama.
Mi madre tenía varios hematomas en el cuerpo y probablemente una parte del vehículo le había perforado el ojo.
Mi padre estaba hinchado y pálido.
Quería llorar, pero contuve las lágrimas.
–O mamá–digo y mi voz sale temblorosa–¿Cómo estás?
Ella abre los brazos lentamente.
Me acerco a ella y le doy un largo abrazo.
–¡Mucho mejor hijo! ¡Mucho mejor!–sonríe débilmente, con los labios secos y pálidos y los dientes amarillos.
Hablé con ella un rato y me armé de valor para preguntarle qué había pasado.
Según tengo entendido se peleaban porque mi papá no quería pagar la pensión, porque se peleaban, mi papá perdió el control y volcó el auto.
Tras el accidente quedó en estado vegetativo.
Me quedo ahí hasta que mi madre se duerme, por la medicación que durmió antes.
Miré mi celular y vi que ya eran las 12:37.
Me levanté y la enfermera abrió la puerta.
–Se acabaron los horarios de visita.–dice
–¡Ya me voy, gracias!- le sonrío, quien después de dos minutos regresa con un carrito con lo que probablemente sea el almuerzo de mis padres.
En el caso de mi padre, comía a través de un tubo.
Salí de la habitación y llamé a tía Marlowe, quien respondió desesperada.
–¿Cómo están? –Pregunta sin aliento.
–Mi madre perdió un ojo y mi padre está en estado vegetativo...–escucho sollozos.
-¡Ay Dios mío! ¡Qué horrible – exclama – que Dios cuide de Ethan y de mi hermana, y los proteja para que nada malo se interponga en su camino!
Después de hablar un poco más, cuelgo el teléfono.
Un día paso las siete maravillas con Celine y al siguiente casi pierdo a mis padres.
Cuando pasé por la habitación 300 vi a una niña, que me resultó familiar, debía tener unos 6 o 7 años, en algún lugar...
La puerta del ascensor se abre y Celine está parada afuera y entra presionando el número 5.
Sonreí secamente ante lo mismo.
–¡Oye!–dice emocionada.–¿Qué haces aquí?
Le expliqué la historia de mis padres, que tenía un... digamos... hecho normal.
–¡Wow! ¡Lo siento mucho Aaron! – me abraza cómodamente, olí los lirios de su perfume y el probable olor a lavanda de su ropa.
Por mucho que no quisiera, mis ojos no estaban dispuestos a contener las lágrimas.
Por eso lloré allí en el ascensor, en brazos de Celine.
Le pregunté qué hacía allí, pero solo dijo que un familiar estaba enfermo y que no era gran cosa.
Me pareció extraño, incluso le pregunté si quería visitarlo, pero ella dijo que no era necesario porque cualquier cosa que él necesitara podía esperar.
Lo sospechaba, pero era mi palabra contra la de Celine.
ESTÁS LEYENDO
𝟟𝟚 ℍ𝕠𝕣𝕒𝕤 𝕡𝕒𝕣𝕒 𝕣𝕖𝕔𝕠𝕣𝕕𝕒𝕣.𝕧𝕖𝕣𝕤𝕚𝕠𝕟 𝕖𝕟 𝕖𝕤𝕡𝕒𝕟𝕠𝕝
RomanceAaron, un chico de 19 años, se topa con Celine, una chica de 17 años que está enferma y solo le quedan tres días de vida. Aaron sabía que conocía esos ojos marrones de alguna parte...