Día O6 | Supresor

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Miércoles, 6 de diciembre de 2023

Quizá no era necesaria la interacción entre Shouto y Touya al principio del capítulo, pero si hay algo que me duele no tener en el canon, esos son los momentos sanos y bonitos en los que puedan convivir y molestarse como los hermanos que son.

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Día O6 | Supresor

—Caíste en mi propiedad —se burla Touya cuando la pieza de Shouto cae en la ciudad más cara del tablero—. Ahora sí estás en bancarrota, Shouto.

—Te vi robar dinero del banco, Touya-nii —objeta Shouto mientras toma los pocos billetes falsos que le quedaban y se los extiende a Touya—. Sólo ganaste porque cometiste un crimen contra el banco de Monopoly.

—Eso lo dices por ardido.

—Si Katsuki estuviera aquí, no habrías podido hacer trampa.

Touya frunce el ceño ante la mención del rubio. Katsuki Bakugou es el niño más competitivo y gritón que ha tenido la desgracia de conocer. No sabe cómo Shouto no se ha quedado sordo después de años saliendo con él.

—Si Katsuki estuviera aquí, también lo hubiera aplastado en este ridículo juego.

—Si es tan ridículo, ¿por qué llevamos tres horas jugándolo? Creo que los meseros comienzan a cansarse de nosotros.

A Touya no podrían importarle menos los meseros. Mientras Shouto y él sigan ordenando comida casa veinte minutos, nadie dirá nada aunque abarquen la mesa con los sillones más cómodos y bonitos en toda la cafetería.

—Aprovecho mi libertad ahora que no tengo que llevar escoltas a todos lados —se excusa.

Shouto es demasiado crédulo para sospechar que hay alguna otra razón aparte se la que Touya decida inventarle en el momento y Touya no va a roper esa burbuja de incredulidad al decirle que quedarse en el apartamento, rodeado del aroma a celo de Keigo sin tenerlo cerca, lo había estado volviendo loco toda la mañana.

Odia los supresores. Odia a la maldita comunidad holgazana de héroes y también al estúpido e idiota grupo criminal que decidió atacar tan cerca del celo de Keigo.

¿Quién tiene que responder cuando la indefensa sociedad tiene un problema? Ah, claro, el Héroe Profesional Número Dos. ¿Y quién tiene que tomar supresores para anular su celo e ir a salvar al mundo?

¡Ah, claro! Keigo Takami.

—Bueno, yo aprovecho mi día libre saliendo a desayunar con mi hermano —explica Shouto—. Esta semana no coincidió con el de Katsuki y no podré verlo hasta la noche.

Sólo entonces el pequeño antisocial cambia su expresión impasible por un puchero tan triste que sería fácil para cualquiera imaginar que Touya lo ha abandonado en medio de la calle, bajo la lluvia, después de haberlo agarrado a patadas.

Eww, amor joven, piensa mientras se lleva el vaso de té boba a la boca, ignorando olímpicamente el mini berrinche de Shouto.

—Y salgo con Touya-nii porque es el único hermano que tengo que no trabaja ni estudia y que siempre está disponible.

Algo en su garganta debe haber hecho mal su trabajo y mandado el líquido por otra vía, porque Touya se descubre ahogándose con el té y con una molesta sensación en el interior de su nariz mientras escupe involuntariamente el resto del líquido en la cara y el cuello de Shouto.

Eso le pasa por dejar a su más increíble hermano como opción de consolación.

—¿Te estás ahogando?

Touya lo miraría mal si no estuviera muy ocupado tratando de recuperarse de una de las muertes más ridículas que podría tener. ¿Evitó morir en una batalla gloriosa contra su inútil padre por ahogarse con un par de perlas boba? Inaceptable.

—¿Me pasas las servilletas? Me escupiste té en la cara.

No gracias a Shouto alias El héroe de lo obvio, Touya escapa ileso del intento boba de asesinato y no se molesta en pasarle las servilletas. En su lugar, toma el servilletero y lo pone en la esquina más alejada del rarito bajo sus atentos orbes bicolor.

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Después de haber pasado el día entero arrastrando a Shouto de la cafetería al centro comercial, a comer y al final al cine, Touya llega a casa cargando con muchas más bolsas de las que una persona tan hermosa como él debería llevar en un solo viaje.

No sería mala idea rentar a un asistente que cargue las bolsas por mí, se le ocurre mientras abandona las compras en la sala y corre a darse un baño que le da tiempo para pensar en qué hará de cenar esa noche.

Keigo ya ha comido muchas cosas fritas esa semana, así que la idea final cuando sale de la ducha son muslos de pollo marinados en miel y ajo al horno con una guarnición de zanahorias y brócoli bañados en la misma salsa. Ah, y acompañado con agua de piña que termina de preparar en el momento exacto en el que Keigo entra por la puerta principal.

Un esposo trofeo es el título que deberían darle a Touya por todo lo que hace por Keigo; no todo mundo puede ser tan perfecto como él.

Keigo, ya vestido con ropa de civil y el cabello aún húmedo de la ducha que debió tomar en las duchas de su agencia, entra olfateando al aire como un cachorrito hambreado.

—¿Qué huele tan bien, Touya? Ay, se me hace agua la boca. ¿Es eso pollo? Tengo tanta hambre que podría comérmelo entero.

—¿Y el pollo también?

Poco sorprendido ante la broma, Keigo apenas logra ahogar la risa que amenaza con escapársele. —Sí, el pollo también, belleza.

Sin pedírselo, el alfa corre a la cocina a sacar platos y utensilios que acomoda en la amplia barra del desayunador mientras Touya acerca la comida caliente y la jarra de agua.

Después de un día tan productivo, Touya se había olvidado horas atrás de aquello que lo había sacado del apartamento en primer lugar. Ahora, con Keigo recién llegado del trabajo y con el maldito efecto de los supresores al fin extinto, sus feromonas impregnan de nueva cuenta la cocina entera, relajando a Touya y poniéndolo de mucho mejor humor.

No son las feromonas fuertes de su celo en su punto más alto, sino el aroma apagado de las últimas horas antes de que todo síntoma del celo desaparezca y el alfa vuelva a la normalidad.

Keigo no ha roto su promesa de estar para Touya en cada uno de sus celos, pero esa promesa no parece aplicar cuando es Keigo quien pasa por alguna de esas etapas bianuales y una misión urgente requiere su atención.

Touya se quejaría de no ser porque al menos ya no es el adicto al trabajo que solía ser cuando aún eran héroe y villano, enemigos que follaban cuando no debían y donde nadie pudiera descubrirlos. Keigo ya no pasa días enteros en la agencia entre informes e investigaciones o en largos patrullajes ininterrumpidos por las calles de la ciudad. También duerme bien la mayoría de los días, toma descansos regulares y, con una sonrisa enorme y sin chistar, lleva al trabajo los maravillosos bentos preparados por Touya para evitar que coma sólo chatarra en la calle.

Touya no miente cuando dice que es un prometido ejemplar.

Omegacember Hawksdabi 2023 | BnHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora