Me removí incómoda en la cama. Sentía el cuerpo pesado y muy adolorido. Intenté sentarme, pero mi cuerpo parecía no querer responder.
Y en el momento que aparte la vista de mi anatomía inmóvil que yacía en la cama para enfocarla a mi alrededor, noté que aquel lugar, no era mi habitación, ni la habitación de nadie que conociera. Mi mente comenzó a trabajar a mil por hora.
¿Dónde demonios estaba?
Con toda la fuerza que no tenía, me levante de golpe y una vez de pie, camine a la puerta, pero cuando intente abrirla y noté que estaba cerrada, la decepción y el miedo en mi rostro fue más que evidentes, eso creo yo.
Miré a mi alrededor en busca de una ventana, pero ni eso. Estaba completamente encerrada, y ante el desespero, hice lo que primero se me vino a la mente.
— ¡Auxilio! ¡Por favor ayúdenme! ¡Sáquenme de aquí!
Mi voz salió carrasposa y mi garganta dolía de lo seca que estaba. La angustia empezó a hacer pesar en mi pecho y las lágrimas se acumularon en mis ojos.
Caminé hacia al rincón del cuarto más apartado de la puerta y, apoyada en la pared, me deslicé hacia abajo, quedando sentada, abrazando mis rodillas.
Esto no podía estar pasando, tenía que ser una pesadilla. En la habitación solo se escuchaba el eco de mis sollozos. Lo peor es que no recordaba por qué estaba allí, el cómo había terminado en ese cuarto era una incógnita, pero lo único que si sabía, era el dolor que sentía y lo lastimada que estaba y eso tampoco lo podía explicar.
Mi mente quedó en blanco cuando escuché unos pasos acercarse a la puerta. Una llave se metió en la cerradura, mi cabeza se levó y mis ojos chocaron con la persona que, ni en un millón de años se hubiera imaginado.
— ¿Tú? - Sentí mi garganta secarse.
No me respondió, solo me miro fijamente sin mostrar expresión en su rostro. Intento acercarse a mí lentamente, pero mi voz lo detuvo, solo un momento.
— ¡No quiero que te me acerques! ¿Por qué carajos me tienes aquí? — Las palabras salían intercaladas por el nudo que se me había formado en la garganta. — ¿Acaso no ves que estoy herida? Mierda, sacame de ... — Antes que pueda terminar mi frase, se acercó rápidamente sosteniendo mi cuello con una mano, tapando mi boca con la otra y mirándome con una gran frialdad.
— Vas a cerrar la boca y no emitir sonido, porque tu voz me irrita y no estoy teniendo un buen día. — Sus ojos no se apartaban de los míos, mi garganta apretó más cuando intente tragar y sentí que su mano hizo más fuerza. Como pude, asentí con la cabeza lentamente y fue entonces cuando me comenzó a soltar lentamente.
Quede completamente estática sintiendo como de mis ojos caía un líquido, que, al llegar a mis labios, pude identificar como lágrimas. Se alejó dejándome en el piso, se acercó a la puerta y de la parte de afuera de la habitación, tomo una bandeja de comida y vi allí una botella de agua también.
— Debes comer para recuperar fuerzas. — Dejo la bandeja en el suelo y camino a la puerta. Se detuvo y me miro sobre su hombro. — Si la bandeja no está vacía para cuando vuelva, no será buena para ti.
Y sin decir otra palabra, salió del cuarto y escuché como cerró la puerta con llave. Fue entonces cuando solté junto un suspiro junto a las lágrimas. Comencé a llorar mientras me agarraba de mis rodillas y sentía mi cuerpo doler.
Esto no parecía real, quería gritar, llamar a mi mamá y pedirle que me abrace fuerte y me diga que todo es una pesadilla.
No sé cuantas horas pasaron estando en esa posición y desde que aquel hombre se fue de la habitación. Realmente no creía que aquel hombre, que aparentaba tanta amabilidad, iba a ser capas de algo así. Hace casi dos años que lo conocí cuando fue por primera vez a la cafetería.
Recuerdos
Era de noche y la cafetería estaba que explotaba de gente. Mi compañera me comentó que la celebración por el aniversario del pueblo había sido un éxito y lo que más esperaba la gente después de un día repleto de actividades es comer algo rico para reponer energías. Ojalá mamá hubiera tenido la amabilidad de avisarme.
La campana sonó por incontable vez esta noche, indicando la llegada de un nuevo cliente. Dirigí la mirada hacia la entrada y vi a un chico alto, bastante joven, entrando y recorriendo el lugar con la mirada, cuando encontró una mesa vacía, fue a tomas asiento.
Como se sentó en la zona donde me toca atender, termine de dejarle el pedido a una familia y fui hasta su mesa.
- Buenas noches y bienvenido a Campells, espero que esté bien. ¿Puedo tomar su orden? - Cuando llegue a su mesa, él estaba atento al celular hasta que hablé y fue entonces que me miro.
- Buenas noches. - Una sonrisa amable y curiosa se asomó en su rostro. - Estoy esperando a alguien, pero puedes traerme agua mientras tanto, por favor. - Su voz sonó ronca. Hizo una pausa y volvió a hablar. - Disculpe el atrevimiento, ¿Nos conocemos? Su cara me suena familiar.
Lo miré un momento analizando su rostro y buscándolo en la memoria, pero nada. - No hay problema, pero creo que me confunde con alguien más.
- Tal vez si, bueno, será solo el agua. - Asentí y me alejé para ir a buscar la botellita y dejársela.
Luego de un rato, volví a la mesa, pero él ya no estaba y sobre la mesa solo había dinero del agua que consumió.
Capas lo dejaron plantado. Pensé.
Fin de los recuerdos
Realmente, no lo esperaba. Después de ese día, fue todos los días por las mañanas y en una de las tantas charlas que tuvimos, me comentó que le gusto mucho el lugar.
Sabía pocas cosas de él, y ahora que lo pensaba, siempre que manteníamos una conversación, buscaba saber de mí. Nunca le había prestado atención a ese detalle. Mi cuerpo tembló ante la idea que paso por mi mente.
Hablé de más con la persona equivocada y por eso terminé en esta situación. Había sido culpa mía. El llanto se volvió a acumular en mi garganta y las lágrimas salieron con más fuerza de mis ojos.
Me empezó a faltar el aire, buscaba respirar, pero, el aire no llegaba a mis pulmones y un fuerte dolor en el pecho hizo acto de presencia. Me levanté y corrí a la puerta, golpeando con fuerza y arañando, pero no pude hacer nada. Un fuerte mareo golpeó mi cabeza y me hizo caer inconsciente.
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La Obsesión de Nicolás[COMPLETA]
Misterio / SuspensoDifícil es soltar algo que nunca fue tuyo. Él lo tenía claro, sabía que estaba mal, no era lo correcto. Pero su pensar era; "¿Quién define lo que es o no correcto?". Su deseó por lo prohibido, por lo que sabía que no era suyo, fue completamente...